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Meritorias pero...¿sin suerte?

En un país de 50/50 no deberíamos ser gobernados por un 80/20
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01 de octubre de 2022 a las 05:02

Muchos uruguayos hemos sido criados bajo la consigna de que el mérito es el camino hacia el éxito, cualquiera sea la definición de éxito que mejor se adecue a tu forma de vida. Si estudiás y sacás buenas notas, si trabajas duro e invertís tiempo y neuronas, algo saldrá bien, dicen muchos uruguayos.

Yo fui una de esas uruguayas que nació y creció bajo el paradigma del mérito y hasta el día de hoy creo que el esfuerzo, el estudio y el trabajo son las claves para avanzar en lo que sea que elijas o te toque dedicarte en tu vida. Con el tiempo comprendí que el mérito es algo y puede ser mucho, pero casi nunca es todo.

El 15 de setiembre fue el día de la Democracia y ONU Mujeres convocó a una serie de personas para que expusieran sus argumentos a la hora de llamar la atención sobre un tema que casi no está en la agenda de los uruguayos y sobre el que, sin embargo, al menos un 70% dicen estar de acuerdo: la paridad en política para lograr que la enorme brecha que sigue separando a hombres y mujeres por fin se cierre. 

Uruguay está muy bien ubicado en los rankings internacionales cuando se toman promedios; ocupa la posición 13 entre las democracias plenas del mundo y es la primera en América Latina y el Caribe. Pero cuando se miran los datos desagregados, las brechas de género hacen que el país caiga y ocupe, por ejemplo, el lugar 93 en el ranking de la UIP, o el puesto 86 en el de Brechas de género en la economía del Foro Económico Mundial. “Democracias que excluyen al 50% de la población de sus principales cargos de representación política y gobierno son democracias de baja calidad”, dice ONU mujeres y muchos expertos que han estudiado el tema. 

El argumento es más que atendible. Cuando me tocó plantear mis argumentos a favor de la paridad, que hoy se traduce en Uruguay en dos proyectos de ley que están en el Parlamento con poco movimiento, yo también hablé de méritos, tal vez porque ese concepto está embebido en mi conciencia, en la que la excelencia parece tener un poder milagroso para mover montañas tan grandes como las infernales disparidades que siguen viviendo las mujeres en la sociedad uruguaya. Pero no es así. No seamos ingenuos con respecto a la meritocracia. 

Dije: “Si nuestra sociedad es paritaria en su constitución, porque somos más o menos mitad hombres y mitad mujeres, ¿por qué tantas instituciones que definen el curso de nuestra vida no son paritarias? Es una realidad que rompe los ojos y que sin embargo no logramos internalizar. Nos hemos engañado y escondido durante demasiado tiempo en el argumento de los ‘méritos’, bajo una lógica tramposa que supone que las mujeres llegarán donde deberán llegar por sus propios méritos, olvidando que venimos de milenios de oscuridad en materia de género, de estar en casa pero no en los ámbitos públicos. Ya no hay más tiempo para excusas y excluir de las decisiones políticas a una parte grande del 50% de una sociedad como la uruguaya, es más que una excusa un problema enorme para la democracia”. 

Hace pocos días escuché una columna en Del Sol en la que el economista Sebastián Fleitas describe una investigación de tres italianos que ganó el premio IG Nobel, una versión satírica del otro Nobel, en el que se “distinguen” logros triviales o inusuales en diversas categorías de la ciencia. Los investigadores plantean que si el éxito en la vida se debe al talento (mérito), ¿por qué tanto el éxito como el talento se distribuyen de una manera tan distinta en el mundo?

Si la inteligencia y el talento se distribuyen entre los seres humanos según un formato de campana de Gauss (la mayor parte de las personas tiene un cociente intelectual medio y solo unas minorías están en los extremos de la campana), ¿por qué la riqueza se distribuye en general según la ley de Pareto, también conocida como ley del 80/20: el 20% de la población acapara el 80% del dinero y el 80% de personas restante se reparte el 20% de la riqueza?. Ahora incluso se dice que ese 20% es mucho menor. 

Ahí aparece la suerte, dicen los investigadores, en un artículo que ha generado algo de polémica. La suerte, como la riqueza, se distribuye muy desigualmente. Lo que me lleva a pensar que lo que se distribuye también con mucha desigualdad es la chance de llegar a un cargo político de jerarquía. ¿El hecho de nacer hombre viene pareado por defecto con una mayor cuota de suerte en la vida? La suerte va por barrios, dicen, y parece que por género también.

Hace tiempo que la falta de talento o de mérito no es un argumento válido para intentar explicar por qué hay pocas mujeres parlamentarias, ministras y jerarcas. Eso que tanto repetimos los uruguayos como un mantra hipnótico, “Las personas deben llegar a los cargos políticos por sus méritos”, se desmorona en su lógica cuando repasamos algunos datos duros. En Uruguay la población con educación terciaria es 23,5% mujeres y 17,3% hombres. Y no hay evidencia científica de que los méritos y virtudes se distribuyan desigualmente entre hombres y mujeres.

Sin embargo, y aunque en Uruguay las mujeres son más de la mitad de la población y hace 90 años que votan, su representación en el Parlamento y en cargos de decisión política está entre las más bajas del mundo. Desde el retorno de la democracia el porcentaje de mujeres electas como titulares al Parlamento aumentó sistemáticamente y llegó en las elecciones de 2019 al 19% de la Cámara de Diputados y al 27% del Senado. Pero estamos muy lejos del 50% que sería razonable esperar por el mérito, considerando esa campana gaussiana por la cual el talento y la inteligencia se distribuyen igual entre hombres y mujeres. En todo caso se podría concluir que hay legisladores talentosos, dedicados y meritorios, en un porcentaje similar al que hay uruguayos talentosos dedicados y meritorios. ¿Será la suerte la que ha hecho que en el 80% de los casos sean hombres? 

Para dejar de dar rodeos y seguir esgrimiendo argumentos falaces, más vale aceptar lo que rompe los ojos: necesitamos un sistema de paridad que asegure un punto de partida equitativo para lo que ha sido tradicionalmente coto de caza de hombres. Una vez que el sistema se asiente y mitad de hombres y mitad de mujeres sean elegidos democráticamente, será hora de dar marcha atrás con esta acción afirmativa, que no es más que una medida temporal para incrementar la representación política de las mujeres. Lo que nos demuestra la experiencia internacional es que solo los países que implementaron medidas afirmativas pudieron avanzar con rapidez. No sería justo decir que las mujeres no tienen paciencia: desde que el ser humano es ser humano jamás tuvieron los mismos derechos que el hombre.

La paridad es importante por muchas razones, la primera de las cuales es tan simple y compleja como la justicia democrática. En un país de 50/50 no deberíamos ser gobernados por un 80/20. Pero también por otra cantidad de razones, incluyendo el potencial de los liderazgos diversos que mejoran la gestión pública y la calidad democrática; “una participación paritaria fortalece la representatividad democrática y aumenta las oportunidades para que los intereses y necesidades de las mujeres en toda su diversidad sean tomados en cuenta”, dice ONU Mujeres.

Por último, si la excusa disfrazada de argumento es que los uruguayos no quieren votar mujeres, es raro que el 71% diga estar de acuerdo cuando se le pregunta si la mitad del Parlamento deberían ser mujeres (encuesta Cifra 2021) o que el 72% apoye tener una ley de paridad (Opción Consultores 2018).

No es que el uruguayo no quiera votar mujeres; es que hasta ahora tuvo muy pocas mujeres para votar, directamente porque son minoritarias en las listas. La pelota está ahora directamente en la cancha de los partidos políticos.

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