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Michael Jordan: cuando los deportistas se convierten en figuras de la cultura

El estreno del documental en Netflix vuelve a demostrar que hay deportistas que se transforman en íconos que marcan a la sociedad y a la cultura popular

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25 de abril de 2020 a las 05:00

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Son los superhéroes del mundo real. Los que cada semana demuestran que hay algún récord para romper, algún movimiento imposible para realizar o alguna barrera para vencer. Sus logros nos hacen felices, su ausencia – como ahora – nos deja un pequeño vacío. Aunque no tengan un rol esencial para la vida humana, los deportistas nos atraen como pocas otras figuras.

Los equipos deportivos y los atletas pueden ser a veces fenómenos culturales. Por su éxito o por su idiosincrasia particular dan el salto a la cultura popular y se convierten en historias que merecen ser contadas u homenajeadas. El deporte moderno es también un negocio (quizás uno de los más prolíficos del mundo actual), y al notar esa conexión, la estructura nos vende sus productos. Y el que redefinió esas reglas fue el señor Michael Jordan.

Durante la segunda mitad de la década de 1980 y sobre todo, a lo largo de la de 1990, la NBA se transformó definitivamente en un producto comercial sumamente exitoso a lo largo y ancho del planeta. Y al frente de esa carga marketinera estaba el jugador más destacado de la liga, y probablemente el mejor de toda la historia del deporte, Jordan, junto a su equipo, los Chicago Bulls.

En mi caja de juguetes de la infancia había dos Jordan de plástico, con su indisociable número 23 y la camiseta del Toon Squad, el equipo que integraba junto a los personajes de los Looney Tunes en la película Space Jam. Jordan no fue el primer deportista en poner la cara en el cine, pero pocas películas protagonizadas por atletas deben haber tenido el impacto en la cultura pop que tuvo esa comedia cuasi-animada, que sigue aferrada a la memoria de toda una generación.

Los protagonistas del dibujo animado japonés Slam Dunk pertenecen a un equipo de básquetbol liceal que juega de rojo como homenaje del autor a los Bulls. Y por supuesto, en la célebre canción de la banda uruguaya Eté & los Problems, el amor imposible es como Jordan, flotando sobre las manos del resto, como en el logo de la línea de ropa Air Jordan, parte de la firma Nike, y otra demostración de que el jugador se convirtió también en una marca registrada, como ningún otro atleta.

El ejemplo más reciente de la inimitable obsesión desatada por ese ícono deportivo, y del equipo que lo rodeaba y que también se convirtió en una pieza del puzzle de su época es la serie documental El último baile, que el pasado lunes 20 estrenó en Netflix los dos primeros episodios de los diez que la componen, y que se irán estrenando en parejas cada lunes.

La serie se enfoca en el último de los seis campeonatos que Jordan y los Bulls ganaron en la década de 1990, en dos tandas consecutivas de tres. Fue en la temporada 1997-98, que estuvo bautizada por el entrenador del equipo, Phil Jackson, como ese último baile considerando que ya se avizoraba la disolución de ese plantel ganador. En teoría la serie es sobre el equipo, pero como resulta imposible separarlos y su figura ensombrece al resto, la producción termina siendo sobre MJ.

Aunque su estructura narrativa puede ser algo confusa, ya que avanza y retrocede de forma constante entre distintos puntos de la carrera de su protagonista y sus colegas, la serie tiene sus atractivos: en primer lugar, es un buen punto de partida para los que no conocen al dedillo la vida y obra de Jordan. Mientras que los expertos en el tema encontrarán datos y episodios conocidos, los neófitos tendrán un repaso por los distintos puntos de su vida y de su exitosa etapa con el equipo de Chicago.

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El otro son las más de 500 horas de material fílmico inédito grabado durante esa temporada y que languideció hasta ahora en un depósito de la NBA, hasta que Jordan dio el visto bueno a su uso y publicación. Son vistazos a la intimidad de los Bulls, que permiten vislumbrar como era la cotidianeidad de un plantel que convivía con el máximo exponente de su disciplina, lo que implicaba tanto el acoso constante de público y medios en cualquier parte del planeta, como también vivir en medio de un ambiente exigente y tenso.

Aunque eran campeones y considerados el mejor equipo del mundo, la temporada en la que se enfoca la serie empezó de forma irregular para el equipo, y podemos ver a Jordan en los entrenamientos atacando y criticando con bastante violencia a sus compañeros (en particular a los suplentes) para impulsarlos a dar más de sí, aunque la agresividad que muestra hace poner en duda el postulado de “hombre competitivo” y hace pensar más en “dictador”.

Pero no todo es Jordan en la serie. También se revaloriza a alguno de sus compañeros más destacados, como Scottie Pippen, y se presenta al dirigente Jerry Krause como el gran villano, el enemigo interno que pone en riesgo la concreción del logro final del título, algo que ya sabemos de antemano que se va a conseguir.

Esas pinceladas, aunque si bien más gruesas, ayudan a perfilar al equipo en el que Jordan tuvo sus años dorados, y que desde ese entonces ha tenido un desarrollo más bien mediocre en los parquets de la NBA. Antes del número 23, era un equipo en ruinas, lleno de veteranos que preferían las drogas antes que los entrenamientos, como cuenta Jordan en El último baile, y que aunque tenían fe en aquel jugador prometedor, no creían que pudiera revolucionar al equipo, sobre todo siendo alguien “bajo”, para los estándares de la liga (1.98 metros).

Ese vínculo entre los Bulls y Jordan, y la decisión de los responsables de la serie de enfocarse en ese período puntual para ilustrar su impacto general a nivel deportivo, cultural y social, permite trazar un paralelismo con otro producto audiovisual reciente que marca un camino similar: el documental Diego Maradona, del británico Asif Kapadia, responsable de otros retratos como Amy, sobre la cantante Amy Winehouse, o Senna, sobre el piloto brasileño de Fórmula 1.

En la película de Kapadia, se retrata lo que significó el 10 argentino poniendo la mirada en sus años en el Napoli italiano, un equipo que ni antes ni después de su pasaje llegó a las mismas cotas de éxito. Maradona revoluciona a la ciudad de Nápoles y a toda Italia como Jordan revoluciona a Chicago, incluyendo a un joven político llamado Barack Obama. Un héroe que le levanta el espíritu a una ciudad olvidada, la hace enfrentarse cara a cara con rivales más poderosos y unifica a todos bajo su reinado.

Cada uno en su área, Maradona quizás sea uno de los pocos deportistas con un impacto a nivel mundial como el de Jordan, aunque el primero acumula muchos más escándalos fuera de la cancha, que lo hacen más atractivo como personaje, si bien menos ejemplar que el basquetbolista estadounidense. Quizás sea por eso que de Maradona hay en proceso una serie de televisión, y aún no se ha producido la biopic de Jordan, aunque conociendo los manejos empresariales de este, seguramente no se produjo porque él no lo ha permitido.  

En un momento del primer episodio de El último baile, se asegura que a Jordan solo se lo puede comparar con el beisbolista Babe Ruth o con Mohamed Ali. Los dos han tenido películas en las que se contó su vida. Y a esa lista, bastante estadounidense, se le pueden sumar las de otros atletas que han recibido el tratamiento biopic.

Pasará con Maradona y pasó con Pelé, que tuvo una poco conocida cinta biográfica que lleva como subtítulo El nacimiento de una leyenda, y que cuenta en su elenco a Vincent D’Onofrio y a Diego Boneta (claro que ninguno de ellos encarna a O Rei). Pasará con las hermanas Venus y Serena Williams, cuyas carreras serán contadas a través de los ojos de su padre y entrenador en la película, King Richard, donde estará interpretado por Will Smith.

Los boxeadores, con sus historias entre gloriosas y patéticas, por lo general de hombres salidos de los universos más humildes para convertirse en estrellas que caen por su propio peso tanto en lo personal como en lo deportivo, han sido una de las fuentes predilectas de Hollywood, desde Jake LaMotta en Toro Salvaje hasta James Braddock en El luchador.

Otros deportistas quedan marcados por una rivalidad, y el cine se ha enfocado en ella: Rush cuenta el duelo en la Fórmula 1 entre James Hunt y Niki Lauda, y Borg-McEnroe relata el enfrentamiento entre esos dos destacados tenistas. Otros, en tanto, quedan marcados por sus tragedias, como el mencionado caso de Ayrton Senna o el del jugador de fútbol americano O.J. Simpson, más conocido por estas tierras por su trabajo como actor, particularmente en la trilogía de La pistola desnuda.

El caso de Simpson merece destaque puntual porque fue tratado tanto desde la ficción, con la serie American Crime Story: Todos contra OJ Simpson, y desde el documental, con OJ: Made in America, un extenso relato de ocho horas que ganó el Oscar en su categoría en 2017, y que es un antecedente directo de El último baile, ya que ambos nacen de la cadena deportiva ESPN. Simpson no fue tan célebre por sus hazañas deportivas (aunque las tuvo) como por el sonado caso de asesinato en el que se vio involucrado.

Jordan es distinto. Al cerrar los ojos y pensar en él no lo vemos en una camioneta blanca en una persecución policial, ni en una ambulancia en Punta del Este completamente reventado. Mucho más celoso de su vida privada y sin tantos escándalos en su haber, la imagen que queda de MJ es él, vestido de rojo, suspendido en el aire con la lengua fuera y una pelota naranja en su mano en viaje al aro.

Quizás ahí este su atractivo. Claramente era y es un ser humano, con sus defectos y pecados. Pero la imagen que mostró mayoritariamente es la de la cancha, donde era prácticamente un semidiós. En el documental se dice que su mentalidad era la de siempre jugar al máximo no solo por ser competitivo, sino porque decía que siempre había alguien en la tribuna, o en la pantalla, que nunca lo había visto jugar, y tenía que darle a esa persona lo que le habían prometido.

Y en ese sentido, con esa imagen idealizada, se ha garantizado seguir siendo una figura tan elusiva como admirada. Deportistas ilustres hay varios, y también hay una buena cifra de aquellos que se han convertido en íconos de la cultura pop, citados, retratados y homenajeados en diversas instancias. Pero Jordan sigue flotando sobre las manos del resto.

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