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Michael Jordan: El señor de los anillos

“Ten cuidado. Nunca más hables al Jesús Negro de esa forma”, Jordan en sus inicios, luego de anotar 40 puntos en un segundo tiempo y que un rival intentara intimidarlo.
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04 de enero de 2017 a las 05:00

Hoy vi a Dios disfrazado de jugador de básquetbol", fueron las últimas palabras de Larry Bird para ensayar una explicación sobre lo sucedido en el Boston Garden el 20 de abril de 1986 por el segundo partido de playoffs de la NBA. Boston Celtics le había ganado a Chicago Bulls 135-131 tras dos prórrogas, y se encaminaba a un título que finalmente obtuvo con un equipo estelar.

Nadie habló de los ganadores. Los ojos del mundo se posaron en un novato que, en su segunda temporada, firmaba 63 puntos. Michael Jeffrey Jordan, un chico negro de Brooklyn, dejaba a todos con la boca abierta.

Atrás había quedado una mudanza familiar de niño a Carolina del Norte y un pasado brillante en la universidad estatal. Pero el destino parece empeñarse con los hombres llamados a tocar el cielo con las manos y fueron varios los que subestimaron a Jordan desde el inicio. Adidas tuvo la posibilidad de vestirlo en 1984, pero lo rechazó ya que se trataba de un jugador de poca estatura. Ese mismo año, Portland Trail Blazers pudo elegirlo en el draft, luego de que Houston optara por Hakeem Olajuwon. Sin embargo, ficharon a Sam Bowie, y el joven Michael debutó en Chicago luego de cosechar el oro en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles.

Como novato, Jordan entendió a la perfección su rol en un equipo y jugó a un nivel de excelencia, pero fue recién en 1988 que ganó su primer premio como Jugador Más Valioso (MVP, por sus siglas en inglés). Detroit Pistons y sus famosas "Jordan Rules", táctica que consistía en rotar el plantel para cometerle infracciones a Michael, lo quitaron del ruedo en las finales de Conferencia.

Jordan ya era consciente de su potencial y sabía que podía destrozar esquemas defensivos con la frialdad de la ingeniería. En 1987 y durante un amistoso ante Indiana Pacers, un joven Reggie Miller no tuvo mejor idea que provocar a Jordan, que apenas había anotado cuatro puntos.

"¿Quién te creés que sos? ¿El gran Michael Jordan? Hay un nuevo chico en la ciudad, ¿sabés?", le dijo Miller. En el segundo tiempo Jordan se despachó con 40 puntos. Cuando terminó el partido, con victoria de Chicago, su confianza estaba por las nubes.

El martirio ante los Pistons se repitió en las siguientes dos temporadas y recién en 1990-1991 Jordan pudo sacarse la mufa y ganar el título, arropado con el rendimiento de Horace Grant y Scottie Pippen y con la dirección técnica de su mentor, Phil Jackson.

Sus Bulls repitieron el título en las siguientes dos temporadas ante Portland y Phoenix. Su reinado se extendió también a la selección, donde protagonizó el verdadero Dream Team que repitió el oro en los Juegos Olímpicos de Barcelona.

Sin embargo, no todo eran risas. El brillo de los anillos y sus dos oros olímpicos contrastaban con puntos oscuros de su personalidad: su racismo alimentado desde niño y una debilidad por el casino.

El asesinato de su padre en 1993 fue el detonante para que decidiera retirarse a los 30 años. Poco después anunció su ingreso a la Liga Profesional de Béisbol, un viejo capricho no cumplido de James Jordan, su padre, de que Michael jugara su deporte preferido.

Consciente de que el deporte del bate no era lo suyo, Jordan pronunció en marzo de 1995 las palabras mágicas: "I'm back" (He vuelto). Jordan saltó a la cancha de básquetbol y guió a los Bulls hasta las finales de Conferencia.

Tras la eliminación a manos de Orlando, asumió que su pasaje por el béisbol había sido un paso en falso y se puso como meta repetir lo logrado en su primera etapa. Y cumplió. Ganó otros tres anillos ante los SuperSonics y los Utah Jazz. Con seis anillos Jordan se retiró en 1999.

En el nuevo mileno Jordan volvió como director de operaciones y accionista de Washington Wizards. Sin embargo, tras una temporada irregular, decidió que él podría hacerlo mejor que los jugadores contratados.

En setiembre de 2001 anunció su vuelta al básquetbol –lo que le valió el divorcio de su esposa, cansada de su ausencia en casa– y los Wizards pasaron a ser la sensación de la liga. Su decisión de donar su salario a las víctimas del atentado ocurrido ese mismo mes en Estados Unidos lo colocó en el pedestal de los héroes nacionales y todos los pabellones de la NBA lo ovacionaron.

El tiempo hizo madurar a Jordan, quien recientemente donó 2 millones de dólares a organizaciones contra el racismo y por la sana convivencia de la comunidad.

Jordan fue una máquina de superarse y ni siquiera sus retiros obligados ni la célebre aparición en el cine animado lo sacaron de foco.

La NBA aún lo extraña.

Esta nota forma parte de la publicación especial de El Observador por sus 25 años.

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