Camilo Dos Santos

Michelini y el Frente: ¿bien o mal echado?

Primero fue embarcarse en una campaña que no se quería hacer; luego pedir “alargue” sin mucho fundamento y, al final de todo, sacar tarjeta roja al Secretario Político

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16 de abril de 2021 a las 21:43

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En el ajedrez, se entiende cuando un jugador sacrifica a un alfil para salvar a la dama, porque es asumir una pérdida parcial, para salvar algo superior, pero nadie comprende si uno entrega un alfil o una torre a cambio de nada. Dejar que le “coman” una pieza, por nada, es simplemente un error; y grave.

El Frente Amplio sacrificó a su secretario político a cambio de nada.

Nada, en este caso, es que no implica un cambio de imagen o un acercamiento con otros para negociar tal cosa, o una demostración de que se actúa correctamente y con disciplina.

Michelini estuvo mal echado, y ese ejemplo no es patrimonio exclusivo del Frente Amplio, sino que se están insinuando en casos raros, curiosos, que asoman en otros partidos.

La sanción al conductor del Nuevo Espacio se comprende solamente porque la coalición de izquierda está sin conducción clara, en transición de liderazgos y contrapesos internos, y en medio de una confusión generalizada, fuera de sintonía con la opinión pública, e incluso con sus bases de adherentes y simpatizantes. Se entiende que se tomó esa resolución porque se reaccionó en caliente, sin un proceso de discusión racional (aunque fuera rápido que el caso ameritaba).

No lo echan por acto corrupto, ni por falta ética, ni por deslealtad, ni por un episodio desgraciado que generara un daño irreparable al partido: lo echan en caliente y de apurados.

También pesa la historia reciente, cuando el FA quedó protegiendo camaradas y demoró decisiones de sanción (lo que en general pasa en todos los partidos).

Danilo Astori, uno de los tres líderes populares que ha tenido el Frente en lo que va del siglo, encontró las palabras justas para calificar el episodio, con estas dos apreciaciones:

– las declaraciones de Michelini fueron “totalmente desafortunadas por el lado que se las mire”,

– la medida de remoción del cargo fue “absolutamente exagerada”.

Por algo, Astori ha sido uno de los dirigentes políticos frentistas más influyentes de las últimas décadas.

Michelini no tiene cuestionamientos por convicciones democráticas, no estuvo involucrado en casos de faltas éticas, pese a lo cual le aplicaron toda la dureza posible, lo que no ha sido así con otros casos similares, de declaraciones de otros dirigentes, también infelices, inoportunas, y que exponían al Frente Amplio al golpe fácil de sus adversarios. Pero declaraciones políticas al fin de cuentas.

Así es la política: a veces se acierta, a veces se hacen macanas y esto tiene todo el grado de matices posibles.

El error -grave- de Michelini se da porque antes fue el Frente que cometió un error político mayor, sin el cual, este episodio no hubiera existido.

Si la izquierda estaba convencida de interponer un recurso de referéndum contra la LUC, estaba bien que lo hiciera, sometiendo esa decisión a un análisis de conveniencia. Pero no lo estaba, no lo quería; es más, quería evitarlo.

Se metió en esa campaña, arrastrado por una curiosa cadena de mecanismos que arrancó en sindicatos de menor envergadura, consiguió la mirada afectuosa del senador Andrade, pasó a implicar a todo el PIT-CNT (que en su mayoría tampoco quería el referéndum) y derivó en la Huella de Seregni.

Fue así que el FA se sumó a una decisión que no fue propia, y a impulsar la derogación de una serie de artículos que no eligió, y que incluso abarcaban algunos votados por la propia bancada frenteamplista. No hay antecedentes de un partido que quiera derogar en las urnas lo que votó en el Palacio.

También las declaraciones de Michelini se dieron por otra decisión rara -para decirlo de alguna forma- que tomó todo el Frente y no solo su secretario, el de pedir prorroga al plazo constitucional, cuando la junta de firmas se hizo luego de meses de vigencia de la ley, lo que dificultaba cumplir la meta (se demoró porque no se quería hacer). Ahora, la bancada de senadores de la izquierda presentó un proyecto de ley para estirar el plazo de junta de firmas.

Los propios dirigentes son conscientes de que no llegan a las voluntades necesarias, no solo por la pandemia, sino porque los propios votantes frentistas no asumen la campaña. Está bien que pidan más tiempo, que culpen a otros del fracaso de la iniciativa, si eso es “para la tribuna” y sacar la pata del lazo, pero se supone que lo hacen en el entendido de que es una forma de endosar la culpa a otros, y no porque se creen ese “relato”.

Michelini salió a defender ese estrambótico planteo del Frente y al hacerlo con pasión, cumpliendo los “deberes” de su cargo, eligió la peor fórmula: decir que si no les estiran el plazo, saldrían a los barrios a aglomerarse para conseguir firmas.

Error grave, porque eso supone una amenaza al control sanitario contra los contagios, y además porque es ingenuo pensar que la gente está dispuesta a aglomerarse por firmar.

El apoyo a la ley se da en encuestas y en la conformación actual del Parlamento, porque ese texto comprendió una promesa de campaña de los que ganaron, y porque la mayoría de los artículos que se quieren impugnar son de medidas de dureza en el combate al delito, que es lo que desde fines de 2008 reclama la mayoría de la opinión pública.

Lo cierto es que a Michelini no le perdonan que se fue del Frente en 1989 y volvió en 2004-2005.

Algunos grupos, no le perdonan que desde la Internacional Socialista o simplemente desde la 99Mil haya calificado a la Venezuela chavista como gobierno ilegítimo, como dictadura.

Y además, rechazado por su acuerdo con Darío Pérez en 2019, y con mal resultado electoral, quedó debilitado y es fácil sacarlo de la troya en juicio express.

Es posible que algunos hayan actuado por indignación ante declaraciones tan feas, malas; pero lo anterior jugó mucho en el raje precipitado.

Rafael no lo merecía. Y varios se dieron cuenta tarde.

El problema no es Michelini, sino el Frente, al que le está costando más tiempo del pensado acomodarse a un nuevo escenario político. Pero como tiene estructura fuerte, dirigentes que se renuevan, bases sólidas y sintonía ideológica con un conjunto de creencias populares está a tiempo de mejorar.

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