La secretaria de prensa de la Casa Blanca es Sarah Huckabee Sanders. Su padre, Mike Huckabee, excandidato a la presidencia estadounidense en dos ocasiones, dijo el 9 de setiembre de 2009, en un programa televisivo de la cadena Fox donde era columnista, que tenía un gran anuncio que hacer. Como si hubiera descubierto el hilo negro afirmó: "Me entristece informar hoy la muerte de un buen
amigo de todos nosotros... el periodismo". Tal vaticinio, repetido hasta el cansancio durante el siglo XX por los regímenes comunistas esparcidos por todo el mundo, se ha transformado –vaya ironía– en moneda corriente del ala más conservadora y económicamente más poderosa del Partido Republicano estadounidense desde los tiempos de la presidencia de George W. Bush.
Ante la falta de argumentos para enfrentar y solucionar problemas, del tipo que sean, y a su vez evitar el debate de ideas, para muchos políticos vaticinar la muerte del periodismo se convirtió en una especie de juego retórico de provocación y afirmación al mismo tiempo. Esa retórica, basada en el sistemático desdén de la opinión del "otro", ha formado parte del abanico ideológico y político del comando de Donald Trump, antes como
candidato presidencial y ahora como presidente. El sábado, Eric Trump afirmó, en un guiño navideño hacia la ultraderecha y los grupos radicalizados para los cuales la libertad de expresión es un enemigo cada vez más peligroso: "El periodismo ha muerto". Su padre no se quedó corto y al rato retuiteó la frase, convirtiéndola en su mensaje del fin de semana.
La semana pasada, la actriz Meryl Streep le había recomendado al presidente que viera la película The Post, recientemente estrenada y gran candidata a ganar el Oscar, que refiere al trabajo que hicieron a comienzos de la década de 1970 los periodistas de los
diarios The Washington Post y del New York Times, publicando los llamados Papeles del Pentágono sobre el encubrimiento hecho por cuatro gobiernos estadounidenses durante la guerra de Vietnam. Muchos creen que The Post incluye una comparación entre el gobierno de Donald Trump y el de Richard Nixon, quien también creía en la obsolescencia del periodismo, sin llegar a darse cuenta de que el muerto era Lázaro.