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Niños de apartamento: ¿cómo favorecer su desarrollo a través del contacto con espacios verdes?

Ante una generación de niños cada vez más encerrados y expuestos a las pantallas, expertos detallan cómo el contacto con la naturaleza es posible y beneficia su desarrollo

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08 de junio de 2019 a las 05:00

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¿Qué respondería un niño citadino si le pregunta cuál es el color que predomina en su campo visual cotidiano? Probablemente las respuestas oscilen entre distintas escalas de grises –en cuanto a las estructuras edilicias que los rodean– y entre una infinita gama multicolor, emanada de las diversas pantallas con las que interaccionan. Quizá entre alguna de las respuestas, el verde – del pasto, de las hojas– aparezca, pero quedaría relegado a una minoría.

La mayoría de las personas en etapa de desarrollo pasa entre 4 y 8 horas en una institución educativa. Al salir de allí, muchos continúan sus actividades: clases de inglés, práctica de fútbol, natación, taller de arte, terapia, danza y un infinito etcétera de posibilidades.

“En mi época salíamos a jugar afuera. Teníamos amigos del barrio”, suelen decir muchos adultos que vanaglorian el Uruguay de hace unas décadas y sostienen que hoy es inseguro dejar salir a los niños. De hecho, son pocos los barrios que funcionan en esa modalidad más comunitaria donde se crean grupos sociales afectivos. Generalmente, las vivencias en solitario o compartidas se dan a puertas cerradas. Ya sea en la casa, la escuela o el club deportivo el niño está limitado por paredes.

Cuando llega el fin de semana y parte de los planes en conjunto con los padres podrían desarrollarse en una plaza o parque, muchos eligen quedarse en casa jugando en la computadora o con algún dispositivo tecnológico. Y quizá, ante el cansancio acumulado muchos adultos también prefieren quedarse adentro con sus hijos o ir a lugares donde se concentren mejor las actividades y evitar el estrés de estar vigilando constantemente al niño en un espacio abierto.

Los niños –no todos, por supuesto– están creciendo con menor contacto con la naturaleza en relación al que tuvieron sus padres o abuelos. Además, suelen estar más acostumbrados a mirar universos inexistentes a través de una pantalla, más que a conocer escenarios reales y crear en función de estos. ¿Es esta una realidad sobre la que hay que preocuparse?

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Cuando el verde es sinónimo de salud

Hace algunas semanas la revista International Journal of Environment Research and Public Health publicó un estudio del Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal) en el que se estableció que los adultos que durante su infancia tuvieron mayor interacción con espacios naturales podrían gozar de una mejor salud mental en relación a aquellos que estuvieron menos expuestos.

Aunque el estudio se realizó en base a personas que viven en Europa, los datos que arrojó se pueden asemejar a la realidad de este lado del mapamundi. Más allá de mejorar el desarrollo cognitivo y el bienestar físico y mental, la investigación enfatizó en que la exposición a espacios verdes puede incidir sobre la salud mental y vitalidad en la vida adulta.

En diálogo con EFE, una de las autoras de la investigación –Myriam Preuss– contó que aquellos participantes que estuvieron menos expuestos a espacios naturales durante su  infancia demostraron menor interés por estos sitios siendo adultos. En tanto, quienes crecieron en contacto con espacios verdes los valoran mucho más de grandes.

Más allá de los posibles efectos sobre la vida adulta de la exposición o no a zonas verdes durante la infancia resulta pertinente acortar distancias temporales y preguntarse, ¿qué efectos inmediatos tiene sobre un niño el contacto –o su carencia– con la naturaleza?

“El contacto cotidiano con espacios verdes impulsa  la autoestima, la creatividad, la  responsabilidad, la solidaridad y la empatía. Estos factores se conjugan con el fortalecimiento de la salud general, ya que el ejercicio físico contribuye a disminuir la fatiga, la ansiedad y el estrés”, señaló la magíster en Atención Temprana Juliana Craigdallie.

Nicolás Capote, Lucia Calderón y Sandra Kiriakidis son psicólogos del departamento de niños y adolescentes del Centro Clínico del Sur y forman parte del equipo que trabaja en habilidades sociales. En diálogo con El Observador, los especialistas afirmaron que gran parte del aprendizaje en los niños se potencia mediante el descubrimiento y esto se da a través del contacto directo con un entorno que estimule la iniciativa, la inquietud y la curiosidad. Y, un entorno ideal para desarrollar esos estímulos serían los espacios verdes donde –al experimentar con sus sentidos– las personas en etapa de desarrollo pueden potenciar su maduración biológica, facilitando el desarrollo motriz y cognitivo.

En la casa, el niño puede tener un montón de reglas: no ensuciar, no gritar mucho para no molestar a los vecinos, no correr rápido, no jugar con la pelota, no realizar movimientos bruscos que puedan romper algún artefacto. En la escuela, las reglas son más específicas, y así sucesivamente. Cada espacio que transita el infante está cargado de reglas. Una plaza, un parque o la playa no tienen tantos límites –más allá de la calle, el agua o las alturas, por ejemplo– y eso los convierte en lugares donde los niños son más libres en su expresión: pueden gritar, jugar, experimentar con todos sus sentidos (desde oler una flor hasta tocar un bichito de la tierra) . El equipo resaltó esa idea y explicó que una de las principales diferencias entre los niños que interactúan con espacios abiertos con los que no lo hacen tanto, radica en la capacidad que tienen los primeros de ampliar su imaginación y creatividad.

“La principal experiencia sensorial en la primera infancia es maravillarse, y la naturaleza es pródiga en maravillas”, expresó Craigdallie que agregó que la exploración a través de los sentidos “es la llave de todos los aprendizajes significativos”.
La magíster –que  trabaja con niños desde hace varios años– valoró el juego al aire libre como optimizador del desarrollo biológico, psicosocial y ambiental.

El equipo de Clínica Sur reconoció que son varios los factores que pueden interferir entre la interacción del niño y la naturaleza: la vida cada vez más sedentaria, el uso excesivo de la tecnología, el miedo a la inseguridad y la gran cantidad de actividades que se realizan constantemente que no permiten un tiempo para el disfrute.

Diego Battiste

A los padres

Los psicólogos recomendaron a los adultos generar planes para sus hijos que impliquen pasar un buen tiempo –en cantidad y calidad– en contacto con la naturaleza.

Si bien muchos padres suelen afirmar que sus hijos no se divierten lejos de las pantallas, los profesionales aconsejaron proponerles distintas actividades al aire libre y que sean ellos quienes decidan cuál de todas ellas realizar. Además, remarcaron que en varias oportunidades los niños priorizan jugar en un parque, pasear en un entorno natural con su familia o juntarse a jugar con sus amigos en una plaza antes que utilizar pantallas.

Otra de las ventajas que señalaron Capote, Calderón y Kiriakidis fue que el contacto con la naturaleza posibilita la capacidad de reflexión y genera que padres e hijos puedan dialogar en torno a temáticas que tienen que ver con el espacio que los rodea. Una vez que el niño interactúa con espacios verdes puede pensar, opinar o preguntar sobre cuestiones como el funcionamiento de las plantas y el valor de los recursos naturales como el suelo, el agua y el aire, por ejemplo.

¿Al niño le gusta jugar afuera? “Al niño le gusta jugar. Es el adulto el que limita el contexto en donde el niño juega”, concluyó Capote.
Quizá, que un niño juegue con tierra y se ensucie, que salte de la alegría o que corra con toda intensidad debería dejar de ser algo que solo se dé en una publicidad de jabón en polvo

¿Dónde llevar a los niños?
Aunque quizá aquel que viva en zonas rurales del país o aquel que tenga un amplio patio cargado de vegetación se sienta libre de esta cuestión, gran parte de la población uruguaya puede no estarlo. Concretamente en Montevideo predominan las construcciones edilicias sobre los espacios verdes. Pero hay varios parques y plazas en perfectas condiciones desparramados por distintas zonas de la capital. A continuación, se destacan algunos de esos rincones amplios y verdes de los que los niños uruguayos se pueden apropiar para jugar y ampliar sus horizontes.
  • Parque Roosvelt: probablemente este sea una de las mejores áreas naturales para jugar a las escondidas. La cantidad de árboles y la proximidad que tienen unos de otros invita al movimiento ligero y adrenalínico. Además, en mayo se inauguró en el mismo parque el Paseo Pelouse Racine que cuenta con baños, luminarias, asientos de descanso, juegos infantiles y guardia permanente. (Avenida a la Playa bajada 16, Ciudad de la Costa).
  • Parque Lecoq: para estar en contacto con lo verde pero sobre todo con la fauna autóctona, este es el mejor sitio. Se trata de un parque zoológico con unos quinientos animales. A poco más de 19 kilómetros del centro de Montevideo el Lecoq cuenta con un centro de conservación de especies de 120 hectáreas linderas a los Humedales del Santa Lucía.
  • El Rosedal del Prado: este espacio, que data de 1912, se constituye de miles de rosales franceses. Es un lugar ideal para invitar al niño a moverse por debajo de las pérgolas y correr alrededor de la fuente, los jardines internos y las columnas. (Entre las avenidas Buschental y Delmira Agustini)
  • El Jardín Botánico: con más de cien años desde su creación este espacio verde es la meca de los niños curiosos o interesados por la flora porque posee miles de colecciones de especies de plantas internacionales y nativas –algunas acuáticas, otras de lugares secos y otras, de sombra–. (Avenida 19 de Abril 1181).
  • El Jardín Japonés: llevar por un rato a los niños de viaje a Asia vale tanto como un boleto de ómnibus departamental si elige ir a este lugar. Es precioso visualmente y acapara la atención de cualquiera enseguida. (Avenida Millán 4015).
  • Molino de Pérez y Plaza Virgilio: a pocos metros de distancia (entre Punta Gorda y Malvin) se encuentran estos dos lugares que –además de las Canteras del Parque Rodó– se prestan para ir a deslizar con cartones por las canteras. (La Virgilio: frente a la Rambla de Méjico y Rambla O Higgins y, el Molino: por el Pasaje Arquitecto Juan Veltroni y la Rambla O Higgins)
  • Parque Rodó: este barrio concentra una de las zonas que mejor conjuga cultura y naturaleza: con las afueras del Castillo del Parque Rodó, el lago, el Pabellón de la Música y todos los espacios verdes y de arbolado de alrededor.  
  • Fortaleza del Cerro: para jugar al aire libre y entrar un poco en contacto con la historia local, el punto más alto de la capital es perfecto.
Otros recomendados:
  • Parque de los Fogones, en Sayago, en avenida Millán 5109.
  • Parque Villa Biarritz, en Punta Carretas.
  • Parque Batlle, entre las avenidas  Italia, Américo Ricaldoni y Doctor Alfredo Navarro.
  • Plaza Argentina, a metros del Dique Mauá en Rambla Sur y Ciudadela.
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