Esteban Trebucq

Esteban Trebucq

Periodista y conductor en El Observador Radio

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No es el DNU, es el nuevo modelo cultural

El verdadero debate sobre los cambios que pretende introducir Milei. La agenda volcánica. Y la pérdida de protagonismo de los otrora sectores poderosos
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02 de enero de 2024 a las 05:04

Mauricio frenó su balanceo en el sillón escritorio en el cual se había hundido para encabezar una charla distendida. Transcurría entre el fútbol, básicamente Boca, y escasas dosis de política. Corría abril del año pasado.

Cuando le preguntaron por Milei, saltó de un pestañeo. Parado, sin abandonar jamás la centralidad de la cabecera, lanzó: “Es un fenómeno, ojalá hubiese podido hacer todo lo que plantea. El tema es si la sociedad lo acepta”.

Mauricio, que es Macri, hoy está corrido de la centralidad del poder. No tiene lapicera, ni opinión vinculante en la coyuntura gobernante del país. Pero fue el ingeniero de la victoria de Milei. El Presidente lo sabe. Y se lo hace saber a quien quiera escucharlo.

Pero no es su tema central en la volcánica agenda de la naciente Administración. Javier, así quiere que le digan las personas que lo conocen desde siempre, es más valiente, osado y rupturista que el ingeniero. Pero, básicamente, abrazó -desde siempre- otra narrativa, distinta, diferente, en la cual no dialoga con la política tradicional, sino con la ciudadanía. Milei no les habla a los políticos. Aquí, quizás, radica una de las explicaciones por las cuales Macri no atesora ningún sillón apreciado en este Gobierno. Ni les da órdenes a sus diputados, menos a Patricia Bullrich. Entre ambos, dicen que dicen, atenuaron las sonrisas.

Quizás anide alguna dosis de envidia en el ánimo del ex presidente. Jamás se sabrá. Pero hay razones sólidas para sostener esto: Milei ha puesto en marcha la maquinaria de cambio más osada, aguda y profunda de la que se tenga memoria en la democracia recuperada. Su Administración no plantea una nueva hoja de ruta, sino un cambio cultural de cuajo.

No es el DNU, el cual hasta aquí transita todos los caminos de la legalidad, ni la Ley Ómnibus enviada al Congreso, el que escandaliza a la oposición, sino la posibilidad concreta de perder sus lógicas de poder. Y su modelo de gobernar. Por primera vez en la Argentina, crujen los conceptos anquilosados de un sector -acaso- conservador de la sociedad, que abrazó lógica tales como “la Justicia Social”, “El Estado presente” o “por cada necesidad nace un derecho”, como máximas irrefutables que mejoran la vida de las personas. Hoy esas ideas están en crisis.

De nuevo, a la CGT no le preocupa el DNU en sí, su mecanismo, o su tratamiento en el Congreso, sino la posibilidad concreta de perder el protagonismo y la centralidad. Lo mismo que a los movimientos sociales, e incluso a sectores de la UCR.

Casi nadie puede explicar por qué es malo el contenido del DNU o de la Ley Ómnibus. Los cuestionamientos son genéricos, acaso superficiales: “Se vende la Patria”; “Es autoritario”; “Favorece a los que más tienen”; “Está hecho por Macri”, etc.

El tema no es el DNU, sino la realidad. Ésta venció a esos conceptos blandidos por un sector del peronismo y la izquierda: hoy los trabajadores trabajan para no llegar a fin de mes; casi la mitad de la población es pobre; el Estado presente no garantiza gasas ni patrulleros, y mucho menos educación de calidad. Por eso, en parte, ganó Milei.

Su nuevo Gobierno es la derrota de casi todo lo que sucedió antes. Parte de la dirigencia no lo puede digerir, no lo quiere aceptar. Piensa que aquel pasado de pobreza e inflación galopante es mejor que cualquier lógica del libre mercado.

Milei escucha desde hace más de un año a uno de los economistas que más respeta, Federico Sturzenegger. Es música para sus oídos cuando le cuenta cómo se debe desregular esto o aquello. El platense sabe de lo que habla. El tema es su cristalización y hasta dónde.

Este Presidente acelera en las curvas. No abraza concepciones tibias, ni lógicas ya probadas. Limita y selecciona reuniones con empresarios, figuras de la política internacional o buscas de turno. “Estos últimos, abundan”, dicen alrededor del Hotel Libertador, donde pasa sus horas Milei.

Javier viajará a Davos, a mediados de mes. Tiene más pedidos de reuniones de empresarios y figuras internacionales que Macri en aquel momento. Muchas más. Quizás esto también genere algo de envidia. Quizás.

Los diputados del PRO más cercanos al ex presidente votarán casi todo; Diego Santilli también. En ese club se anotan desde Cristian Ritondo hasta Fernando Iglesias. También Hernán Lombardi o María Eugenia Vidal, obvio. Ninguno le responde a una figura del pasado reciente, Horacio Rodríguez Larreta. La mayoría busca puentes con Milei. Es dato.

Algo parecido sucede con la UCR, cuyo titular de bloque, el cordobés Rodrigo de Loredo, ya dijo públicamente que comparte casi todo el espíritu de la norma. Es un hombre que también aspira a la renovación. Nadie lo ve votando con el kirchnerismo más duro. Menos al grupo minúsculo de Carrió o a los radicales más “rebeldes”, como Martín Tetaz.

Miguel Ángel Pichetto, se sabe, ha hecho de sus miradas oscilantes un culto. Hoy aspira a la institucionalidad que esgrimía en cuentagotas durante la 125 o los fueros de CFK. Es la política, justificarán en los pasillos de Diputados.

Quizás gran parte de estas prácticas es la que quiera abandonar la actual administración. Pero más allá de cualquier intención, todo se dirimirán en la ecuación entre la decisión rupturista y el crédito popular. Dicho en términos bilardistas, en resultados.

Si Milei logra mostrar algún resultado económico, la Corte quizás considere al DNU escrito por Ulpiano, a la Ley Ómnibus como el mejor vehículo para el éxito y al liberalismo como la mejor manera de conducir.

De lo contrario, volverá la lógica de los modelos antagónicos, muchos de los cuales transformaron a la Argentina en un país pobre.

Y Macri vuelva sobre ese principio si la sociedad lo acepta.

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