De halcones, palomas y cazadores furtivos

Milei está convencido por tres razones centrales: la teoría y la praxis, el apoyo que siente en la calle y la hora de los tiempos, por aquello de que es ahora o nunca.

Percibe un notorio viento de cambio e inauguración de nueva Era. Se sabe: se espanta ante el gradualismo, reniega de las reuniones tradicionales para “negociar” y cree que hay una máquina de impedir para que el país salga adelante, o torcer el rumbo de lo que él llama el modelo empobrecedor. En términos de fauna política, es el halcón de los halcones.

Su primer círculo de confianza se compone de gente que piensa como él. Y es lógico. Pero a veces puede ser riesgoso. Su jefe de Gabinete, Nicolás Posse, le gustan menos los mítines políticos que a Milei emitir moneda. A Federico Sturzenegger se asusta con las regulaciones como un nene con el hombre de la bolsa. Quiere cambiar. De cuajo.

Es probable que tenga razón en todo o en casi todo, pero el tema es “el modo”, “el momento” y si es todo junto. Hay un gran debate interno en el gobierno en torno a esos puntos. Los más blandos, o moderados, cuestionan a Sturzenegger.

Dicen a quien quiera escucharlos, que toma decisiones sin acarrear con el costo político. Y creen que llevan a Milei a un mal camino. “Aunque tenga razón, es imposible pelearse con todos y al mismo tiempo, encima con una inflación superior al 20%”, dicen los más críticos. En otras palabras, separar las peleas.

Por ahora, la decisión es avanzar en todas juntas. Pese a ello, el Gobierno aceptará modificaciones en la Ley Ómnibus. Como era de esperarse. No tiene otra. Es un baño de realidad, de praxis, ante la andanada teórica de Sturzenegger.

Todo no va a salir. Ni del DNU, ni de la ya famosa norma. Es otro dato. A Milei le preocupa básicamente la económica. Trata de no distraerse con otros temas. Aunque en el terreno “manejable”, la brecha cambiaría se agrandó en los últimos días y la bronca por la suba de precios se hace sentir, más allá de quién sea el responsable.

Cuando un laburante no puede cargar el tanque de nafta o se queda sin la prepaga, quizás no analice en profundidad el fenómeno económico y político. Ese es el otro gran tema. El peronismo le llama sensibilidad social. Hasta ahora, ningún gobierno la tuvo, porque hoy Argentina es un país inmensamente más pobre que hace décadas. Pero el peronismo tiene un doctorado en relato.

Frente a Milei hay una oposición desordenada, perdida, diversa, pero en algunos sectores -acaso- peligrosa, la cual cobra vigor al paso de la inflación. Tiene fuerza mientras más suban los precios. Es otra de las grandes paradojas de la Argentina, ver como la solución a quién generó el problema. Pero así está planteado el tema, y desconocerlo puede ser también riesgoso. Eso dicen en el ala moderada, las palomas, del Gobierno naciente.

Alguien mencionó, por ejemplo, que los mejores analistas del país veían a Alberto Fernández como Churchill a días de su asunción, y a Milei ya le ponen fecha de vencimiento en menos de un mes. Quizás sean las anteojeras ideológicas. O las fuerzas de ese relato que no quiere-no acepta que gobierne alguien que piensa distinto. Quizás no sean sólo opositores, sino cazadores furtivos, en esta fauna de halcones, palomas y de una Argentina tan quebrada como volcánica.