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Nuestros próximos pasos: el confinamiento es necesario pero debe ser breve

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09 de abril de 2020 a las 17:03

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Por Martin Wolf

Un viaje de mil millas comienza con un solo paso. El viaje a través de esta pandemia será largo y difícil. No podemos saber dónde terminará, aunque es difícil no especular. Más bien, lo que debemos hacer es enfocarnos en los pasos que tenemos por delante si queremos evitar salirnos de nuestro angosto sendero y caer en muertes masivas por un lado, o en una devastación económica por el otro. Si no evitamos estas calamidades en el futuro cercano, corremos el riesgo de enfrentarnos a un caos más adelante. Incluso si lo logramos, no volveremos a la normalidad que dimos por sentada hasta hace poco. Para eso, debemos al menos esperar que surja una cura o una vacuna. El daño económico y social durará aún más.

El análisis de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) ilumina la disrupción económica que se avecina. Ésta no es una recesión común, o incluso una depresión, causada por un colapso de la demanda. La actividad económica se está ‘apagando’ en parte porque la gente teme el contacto y en parte porque los gobiernos han pedido que el público se quede en casa. El impacto inmediato de estas acciones pudiera ser una reducción del producto interno bruto (PIB) de entre 20 y 30 por ciento en el Grupo de los Siete (G7), países líderes de altos ingresos. Cada mes durante el que grandes partes de nuestras economías permanezcan cerradas, el crecimiento anual pudiera caer en 2 puntos porcentuales.

Además, los costos son desigualmente compartidos. Los trabajadores no calificados sufren más por la pérdida de empleos. Las personas y las empresas capaces de trabajar en línea, continúan trabajando. Los que no pueden hacerlo, no lo hacen.

Los costos tampoco se comparten equitativamente a nivel mundial. Numerosos países emergentes y en desarrollo se están viendo afectados por el colapso de la demanda externa; por la caída de los precios de las materias primas; y por una fuga de capital sin precedentes, a la vez que tienen que gestionar la pandemia con sistemas de salud extremadamente inadecuados. El confinamiento es particularmente brutal en países con estados benefactores limitados o inexistentes y con un gran número de personas que subsisten con ganancias diarias de una frágil economía informal.

Es correcto preguntar si tal estrago económico puede justificarse. Entre los países de altos ingresos, Suecia ha adoptado el enfoque menos restrictivo. Una comparación con Noruega deja en claro la concesión: el desempleo también ha aumentado en Suecia, pero mucho menos que en su país vecino; sin embargo, el número de muertes también es mayor en Suecia. Deberíamos estar agradecidos por el experimento sueco. Podemos aprender de él, de una manera u otra.

Sin embargo, mi opinión, en consonancia con la de los expertos en salud y la de los principales economistas, es que el confinamiento es necesario para evitar el colapso de los sistemas de salud y para controlar la enfermedad. Pero tiene que ser breve. Es imposible mantener a las personas encerradas indefinidamente sin que ocasione un enorme sufrimiento personal, así como daños sociales y económicos. Esto es obviamente cierto en los casos en el que los gobiernos no pueden ofrecer las costosas medidas de protección social que son viables en los países de altos ingresos.

El confinamiento debe ser un breve respiro antes de pasar a lo que un grupo de expertos alemanes llama una "estrategia adaptada al riesgo". Durante el confinamiento, los gobiernos deben hacer lo que sea necesario para evitar tener que recurrir nuevamente a intervenciones tan severas. No tienen mucho tiempo para hacerlo: unos meses, no más. De lo contrario, puede que no tengan más remedio que imitar a Suecia.

Hacer que el confinamiento produzca resultados, para permitirnos vivir sin él, es el primer paso esencial. El segundo paso es minimizar el daño económico. En este caso la atención debe concentrarse en la actualidad, no en la elevada deuda pública y en otras cargas del futuro. Basta a cada día su propio mal. Como en la guerra, uno debe sobrevivir el presente para que haya un futuro que valga la pena tener.

Al considerar lo que se debe hacer para gestionar el devastador impacto económico, más allá de la reapertura de las economías tan rápidamente como sea razonablemente segura, existen tres consideraciones esenciales.

La primera es proteger a los débiles, tanto dentro de los países como entre ellos. Una enfermedad amenaza a todos. Cómo se responde representa una medida de nuestros estándares éticos. Es esencial garantizar la seguridad económica básica para todos si no pueden trabajar. Un ingreso básico universal temporal es una opción obvia. De manera similar y crucial, deben encontrarse formas de apoyar las economías vulnerables. Existe un sinnúmero de radicales posibilidades. Una es una nueva y significativa emisión de derechos especiales de giro (DEG) del Fondo Monetario Internacional (FMI), con los países de altos ingresos donando su participación a un fideicomiso para beneficiar a los países en desarrollo más vulnerables. También crucial será detener los pagos del servicio de la deuda mientras dure la crisis.

La segunda consideración es no ocasionar daño. La herida más profunda vendría de destruir el sistema comercial por completo. Eso dificultaría mucho más restaurar la prosperidad mundial después de que la crisis haya terminado.

La tercera es abandonar las costumbres y los principios desgastados. Los gobiernos ya han renunciado a las antiguas reglas fiscales, y con razón. Los bancos centrales también deben hacer lo que sea necesario. Esto significa proporcionar financiación monetaria a los gobiernos. Los bancos centrales están actuando como si lo que están haciendo es reversible, por lo que no se puede considerar como financiamiento monetario. Si eso los ayuda a actuar, está bien, incluso si, probablemente, no sea cierto. En la eurozona se habla mucho de los eurobonos. Pero el apoyo que importa tendrá que venir del Banco Central Europeo (BCE). No existe otra alternativa. A nadie debería importarle. Existen formas de gestionar las consecuencias. Incluso el "dinero helicóptero" pudiera justificarse completamente durante una crisis tan profunda.

Opciones más dolorosas que éstas surgirán. Los aspirantes a tiranos utilizarán esta emergencia para fortalecer su control. Al mismo tiempo, algunas libertades tendrán que abandonarse, temporalmente. Gestionar unas concesiones tan dolorosas depende de altos niveles de confianza y de confiabilidad, unas características difícilmente prominentes en las actuales democracias. Pero la prueba está llevándose a cabo en este momento. Los gobiernos que no puedan enfrentarse a estos retos corren el riesgo de colapsar. Los sistemas políticos que produzcan tales gobiernos corren el riesgo de perder su legitimidad. Tenemos que dar los siguientes pasos correctamente. Todo depende de que lo hagamos.

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