Miguel Arregui

Para atraer argentinos, ahora hay que pasar del powerpoint al excel

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16 de julio de 2020 a las 17:15

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El gobierno tienta a los argentinos a trasladar su inversión y consumo a un país amigable, pero las decisiones de negocios siempre derivan a lo mismo: la frialdad de los números. 

Del enamoramiento a la realidad

Termina de pasar el powerpoint con la presentación sobre ventajas para invertir o vivir en Uruguay, y los porteños hacen vuelta carnero para aplaudir y se tientan con una convivencia amigable, ajena al comportamiento neurótico del homus-argento.

Exageran elogios, como exageran todo.

Admiran a los políticos uruguayos, y  exaltan una virtud para cada presidente: por nivel intelectual, por los consejos de sabiduría popular, por la oratoria emotiva y sustancial, por austeridad, por actitud de diálogo, por seriedad y amabilidad. A cada presidente le encuentran algo fantástico.

Aman Punta del Este, se encantan con Colonia, disfrutan de la rambla de Montevideo.

La presentación del Uruguay como destino, les resulta deleitable.

“¿Ché, y si nossss mudamos al Uruguay?”, preguntan en voz alta.

Luego de eso es cuando se razona seriamente, cuando entran a jugar otras cuestiones, no solo por arraigo familiar o vínculos afectivos; sino de números.

Ahí es cuando se pasa del powerpoint al excel.

Los números no tienen sentimientos ni signos de exclamación, sino que van acompañados de positivos o negativos, multiplican o dividen, suman o restan. Y cuando se pasa raya, ahí está la frialdad del número.

Para atraer inversiones se precisa un ámbito de condiciones de rentabilidad, de competitividad en cuanto a reglas y costos de servicios propicios para el negocio.

No alcanza con tener la puerta abierta, para que entre gente tiene que haber “algo” que determine que la decisión tiene sentido.

El powerpoint genera emociones; el excel determina lo racional de los números.

Qué se necesita

¿Uruguay quiere ser lo que ya ha sido, un imán para gente que sale de su país en busca de mejor suerte? El país se formó con corrientes inmigrantes y se dieron flujos en distintas épocas, a veces por factores de expulsión de hambre, otras por exilios políticos. Así llegaron europeos escapando de la guerra, y argentinos huyendo del peronismo.

Luego se frenaron las olas migratorias, a tono con una tendencia de declive económico desde mitad de los ´50, y el sendero cambió de flecha.

Eran los uruguayos, hijos de inmigrantes, que emigraban hacia Venezuela, Australia …

Los que buscan trabajo se van hacia lugares que consideran que encontraran algo adecuado a sus pretensiones. Y los que quieren invertir, no se confunden con la belleza del paisaje, quieren renta.

La idea del gobierno de atraer inversores y consumidores  está vinculada al desarrollo de ventajas comparativas. Parte del supuesto de que Uruguay es un país lindo para vivir, y que si vienen muchas familias de alto patrimonio, eso puede dar un empuje al consumo interno. Y si además arman negocios, eso genera empleo, dinamiza la economía …

Hay una primera línea de incentivos que se dan con un país políticamente estable, economía con cierto orden, respeto a reglas de juego y otros factores así, en los que se podrá mostrar un panorama mucho mejor al de Argentina. Pero se precisa más.

Si se quiere traer trabajadores, hay que tener trabajo para ofrecer.

Si se quiere traer turistas, hay que tener atractivos turísticos, disfrutables y competitivos.

Si se quiere traer compradores, hay que tener productos que combinen calidad y precio para vender.

Si se quiere traer inversores, hay que tener una plaza competitiva para generar renta.

El gobierno podrá dar incentivos a la inversión pero si no hay rentabilidad a la vista, los ratones no se acercan al queso.

Uruguay tiene un mercado chico y para exportar al mundo quedó atado a un Mercosur cerrado, y eso quita atractivos en términos absolutos (acotado potencial de ventas) y relativos (otros países similares tienen acuerdos para exportar sin aranceles y trabas, que los dejan en ventaja).

Cada año, el Banco Mundial publica el informe “Doing Business” sobre las regulaciones que mejoran o restringen la actividad empresarial, y en ese ranking Uruguay está en el puesto 101, entre 190 países del mundo, lo que indica que no sólo se trata de país chico, sino que en materia de políticas y regulaciones hay mucho para hacer.

Los empresarios argentinos tienen factores de expulsión con la nueva versión de un peronismo-kirchnerista que tira el fardo sobre algunos sectores de negocios, en forma selectiva, como siempre es para la liturgia de un movimiento político que se fascina por hacer el bien con unos y el mal con otros. Ese juego de amigos-aliados y enemigos-castigados complica mucho a la inversión.

Esta vez el hastío es más fuerte, porque el inversor no peronista asume que la suerte de su país está ligada a esa vertiente populista, sin chance de cambio duradero. Lo máximo que logró Macri fue completar su mandato, y Cristina volvió por la corona.

Entonces hay un empujón más para salir de Kirchnerlandia, aunque eso no asegura nada sobre Uruguay.

Las facilidades para “residencia fiscal” no alcanzan para que un argentino adhiera y zafe de tributar en su país por el sólo hecho de hacerlo, porque no es sencillo el divorcio con la oficina argentina de impuestos (AFIP), salvo que la persona y su familia asuman una decisión en serio de trasladar su centro de interés grupal o de negocio.

Agentes jurídicos, inmobiliarios, rurales, empresarios, todos dicen que reciben consultas o expresiones de interés a diario, de argentinos que ven Uruguay con deseos de cambiar de aire, pero para que todo eso se concrete en algo sustancial, hay que pasar del deseo a los hechos.

La inversión privada llegó al punto más alto en 2013 y a partir de entonces comenzó a bajar. ¿Eso fue por capricho o maldad de los inversores? Eso fue porque el "excel” no da números atractivos.

Este año está la histórica inversión de UPM2, que para concretarse requirió una zona franca y otros incentivos. Sin esos beneficios, no había tercera planta.
El interés de los argentinos se hace notorio, pero ahora habrá que ver si el flujo de inmigración argenta se concreta en volumen relevante. Luego de haber sido convocados por un powerpoint que les encantó, su decisión dependerá –como siempre- de lo que arroje el excel.

Además...

¿Cuántos años dedicarán al trabajo los europeos?

En 2019, la duración media prevista de la vida laboral de la población de 15 años o más residente en la Unión Europea era de 35,9 años. Esta era 3,6 años más larga que en el 2000. Así lo asegura Eurostat, en el pronóstico que ha realizado sobre el tiempo que una persona puede esperar estar activa en el mercado laboral europeo.

En los distintos Estados miembros, la duración de la vida laboral de la población oscila entre 32 años en Italia y 42 años en Suecia.

Los datos también incluyen varios países fuera de la UE y sus cifras son diversas. La esperanza de vida laboral en Turquía, por ejemplo, es de 29,3 años. En Islandia, sin embargo, un joven de 15 años trabajaría durante mucho más tiempo, 45,8 años en total. En otros lugares, la duración del trabajo se estima en 42,6 años en Suiza y 39,8 años en Noruega.

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