En zonas más pobres es más frecuente encontrarse niveles elevados de plomo en sangre.

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Plombemia: estudio de científicos uruguayos demuestra que los parques protegen a los niños del metal que “roba la inteligencia”

Un estudio uruguayo muestra que la cercanía a espacios verdes ayuda a reducir el efecto neurotóxico del plomo
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15 de noviembre de 2022 a las 05:04

Hay un metal que “roba la inteligencia” e “incentiva las rabietas” de los niños. Un metal que es neurotóxico —por eso se prohibió su adhesión en combustibles, pinturas y juguetes—, pero que sigue camuflado en las casas de cientos de uruguayos. Por eso un equipo de científicos locales y estadounidenses estudió qué factores presentes en los barrios podría apaciguar ese efecto tóxico del plomo y los resultados sorprendieron hasta a los propios investigadores.

Cuando la contaminación con plomo es muy elevada —léase mayor de dos microgramos por cada decilitro de sangre—, el daño es tal que no basta con vivir cerca de una zona verde, de un parque o una plaza como para contrarrestar su efecto. Pero en bajas concentraciones —menos de dos microgramos— la cercanía a un espacio verde hace la diferencia. Cuanto más cerca se está de ese terreno arbolado de esparcimiento, mayores son las chances de que se reduzcan los problemas de comportamiento a causa de la plombemia (plomo en sangre).

“Entre aquellos que viven a menos de 250 metros de un parque, una plaza u otro terreno arbolado que permita la interacción social las chances de tener una rabieta o problemas de conductas se reducen entre 20% y 45%”, dijo a El Observador Gabriel Barg, investigador del departamento de Neurociencias de la Universidad Católica de Uruguay.

Barg —junto a otros cinco investigadores de la Universidad de la República y de Buffalo— estudiaron a 455 niños de entre seis y nueve años que habitan en los barrios del cinturón periférico de Montevideo. Les solicitaron a los maestros y adultos referentes que indicaran el nivel de problemas de conducta de esos escolares estudiados —en base a escalas científicas—, hicieron análisis de sangre para medir la concentración de plomo y midieron las distancias a espacios verdes.

Los investigadores partieron de la base de que el plomo es un neurotóxico que, según estudios en Uruguay, por cada microgramo en sangre hace caer 0,13 puntos en las pruebas de vocabulario. De ahí que le digan el “roba inteligencia”. En Estados Unidos, por ejemplo, se estima que fue el causante de la reducción de 800 millones de puntos de coeficiente intelectual acumulados en Estados Unidos desde la década de 1940. Y también se comprobó que, al afectar parte del cerebro, influye negativamente en el comportamiento: más rabietas, más problemas de concentración y niveles de violencia.

Entonces se preguntaron: ¿en qué medida el follaje de los árboles “captura” parte de la contaminación por plomo y mejora en los resultados cognitivos y comportamentales de los escolares?

Cuando estudiaron ese “follaje” de los árboles en base a la información de la Intendencia de Montevideo no encontraron resultados significativos. Pero cuando se fueron a fijar en la cercanía a espacios verdes de esparcimiento (como el parque o la plaza) sí notaron ese “efecto protector”.

“Eso nos hace suponer, como hipótesis, que esos espacios verdes son protectores no solo por la ‘captura’ de partículas de plomo suspendidas en el ambiente, sino porque logran la interacción entre los niños, permiten la actividad física y ese tipo de hábitos son estimulantes cerebrales”, explicó Barg. En definitiva, ante la contaminación de cualquier neurotóxico “siempre la estimulación en el hogar y el vecindario ayudan positivamente… salvo que la contaminación sea demasiado elevada”.

La conclusión a la que llega el equipo de investigación adquiere importancia en un momento en que los químicos vienen advirtiendo por nuevos neurotóxicos: desde retardantes de llamas que se usan en los muebles para la prevención en caso de incendio, el robo de cables con cobre o la chatarra electrónica.

En este sentido, el estudio uruguayo-estadounidense concluye que “datos confirman la importancia de los espacios verdes como espacios para promover la salud mental infantil, ofreciendo insumos para intervenciones urbanas que generen factores protectores de los efectos comportamentales de la contaminación con plomo, y probablemente también para otros problemas que afectan el desarrollo de los niños”.

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