Prospectiva mundial 2022

Lo más urgente, a nivel de la alta geopolítica de las potencias, será ver qué sucede con las tensiones entre Estados Unidos y Rusia por el contencioso de Ucrania. Incontables versiones de prensa y columnas de opinión han expresado en las últimas semanas los temores de una invasión, y hasta de una guerra a gran escala.

El gobierno de Vladimir Putin, que en fechas recientes reforzó su presencia militar en la frontera con Ucrania, ha negado reiteradamente que esté planeando una invasión; y solo ha trazado su “línea roja” en la posibilidad de que el gobierno de Kiev se haga miembro de la OTAN.

Las versiones de prensa en Rusia y en Estados Unidos difieren en cuanto a las intenciones. Y en este momento es imposible saber exactamente lo que sucede en el terreno, cuánto han aumentado las tropas rusas en la frontera, o cuáles son los movimientos del ejército ucraniano del otro lado, quién lo provee de armamento, o si es verdad que planea un asalto sobre Crimea y la región del Donbass, como teme el Kremlin según informa hoy la prensa rusa.

Putin solo ha dicho que Rusia no puede tolerar la presencia de tropas de la OTAN en Ucrania y la instalación allí de sistemas de misiles avanzados que “en cinco minutos” pueden alcanzar Moscú. “¿Qué pasaría si Rusia pusiera misiles en México?”, se preguntó el líder ruso en una reciente intervención.

Los países de la OTAN parecen estar ahora firmes detrás de Washington en esta parada. El secretario general de la OTAN, el noruego Jens Stoltenberg, ha reiterado varias veces que el ingreso de Ucrania a la alianza es solo asunto de la OTAN y de Kyev.

Sin embargo, no está nada clara la postura que adoptará Alemania, el país que hasta hace apenas un par de meses marcaba el compás de Bruselas. El nuevo canciller federal, Olaf Scholz, se enfrenta ahora a los Verdes dentro de su propia coalición de gobierno y a la Unión Europea por mantener la política de “equidistancia” del gobierno Merkel y “dar prioridad a su relación con Moscú”, como tituló el martes el tabloide Bild y varios diarios en Alemania.

Si persisten las tensiones entre Washington y el Kremlin, o peor aun, si se recrudecen las hostilidades en el terreno y Alemania mantiene su línea equidistante sin decantarse por Washington y Bruselas, podría perder relevancia en Europa, y quién sabe si con ello no se reconfiguraría incluso todo el mapa geopolítico del viejo continente.

Pero al final del día, los únicos que pueden resolver este entuerto son Biden y Putin. Si estos dos se ponen de acuerdo, no habrá guerra, ni invasión, ni Ucrania en la OTAN, ni absolutamente nada. Digan lo que digan en Bruselas.

Ambos líderes se iban a reunir este lunes 10 de enero en Ginebra, o al menos, así lo habían anunciado. Pero al parecer los asesores de Biden cambiaron de opinión y, sin cancelarla abiertamente, le han bajado todo el perfil a la cumbre en los medios; y ya, casi seguro, no se hará.

La idea de Washington, ahora con Bruselas totalmente alineada, es que sean los europeos quienes lleven la voz cantante en contra de Moscú. En ese sentido, quieren que todo el protagonismo se lo lleve la reunión Rusia-OTAN, que tendrá lugar el 12 de enero y donde a buen seguro le cantarán las cuarenta al gobierno de Putin.

Además, a Putin le acaba de estallar ahora otro problema en sus fronteras: la situación en Kazajistán, donde se reportan varios muertos y heridos en los peores disturbios que jamás se hayan visto en esa ex república soviética.

Todo empezó con unas protestas por el aumento en los precios del combustible; y en las últimas horas, se han tornado en crudos hechos de violencia, cocinada en el resentimiento de tres décadas del gobierno personalista del expresidente Nursultán Nazarbayev y su sucesor y delfín, Kasim-Yomart Toakev, quien a poco de asumir la presidencia en 2019 le cambió el nombre a Astana, la capital del país, por el de Nursultán, como se llama hoy, en honor a su antecesor.

Así pues, un autócrata más aliado de Putin complicado con problemas internos en un país limítrofe, que se suma al bloqueado tirano bielorruso, Aleksandr Lukashenko, y a los problemas de marras de Ucrania.

El otro escenario a observar muy de cerca en este 2022 será la guerra fría entre Estados Unidos y China. Allí el principal contencioso esgrimido es el de Taiwán, la isla demócrata que Beijing considera parte indivisible de su territorio y que desde hace un par de décadas resiste por su independencia. Pero habrá innumerables motivos de tensión, en momentos que Washington busca frenar el ascenso de China y asegurar su dominio en el propio patio chino –eso que ahora los académicos llaman el “Indo-Pacífico” –.

En América Latina las próximas elecciones, primero en Colombia y luego, más importante aun, en Brasil, determinarán si la región completa el giro a la izquierda iniciado con el triunfo de Gabriel Boric en Chile, Luis Arce en Bolivia y antes –materia de discusión– por Alberto Fernández en Argentina. Al peruano Pedro Castillo no lo cuento ahí porque su gobierno ahora mismo se asemeja a una torre Jenga al momento de colocar la última pieza. Pero si gana Gustavo Petro en Colombia y luego Lula en Brasil, la región habrá dado en 2022 una vuelta de campana y consolidado el giro a la izquierda.

De todos modos, tanto de América Latina como de la relación China-EEUU, abundaré en mi próxima entrega de esta tribuna.