Rubén Rada
Nicolás Tabárez

Nicolás Tabárez

Periodista de cultura y espectáculos

Espectáculos y Cultura > VOTÁ AL FINAL DE LA NOTA

¿Qué músico o banda uruguaya merece una serie o película sobre su vida?

El estreno de la serie sobre Fito Páez invita a pensar en ficciones sobre artistas locales
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30 de abril de 2023 a las 09:10

Hay momentos en que uno desea que Uruguay tuviera una industria audiovisual que produzca ficción –series y películas— de forma más regular. Que se produzcan todo el tiempo los tipos de contenidos que semana tras semana consumimos importados. Por ejemplo, cuando se estrena una serie como El amor después del amor, la ficción de Netflix que cuenta a lo largo de ocho episodios el primer tramo de la vida y la carrera del argentino Fito Páez.

Ahí, cuando uno mira como se adapta la biografía de estas figuras de la música internacional, es tentador imaginar algo similar pero traído a las ricas historias de vida y a las trayectorias artísticas de las primeras figuras de la canción uruguaya.

Historias que en muchos casos incluyen exilios, encuentros con íconos culturales de todo el mundo, adicciones, éxitos, tragedias personales, canciones populares como para tirar para arriba, y muchos episodios llenos de esa cualidad pintoresca que tiene la existencia uruguaya.

Así como podríamos zambullirnos en la historia nacional o en las epopeyas deportivas criollas para crear adaptaciones (que además, seguramente serían muy taquilleras, aunque los presupuestos suelen estar muy por encima de lo que se acostumbra a nivel local), la música uruguaya tiene en su repertorio un puñado de biografía de bandas y músicos que se merecen llegar a la pantalla.

Este es un repaso por algunas de ellas y por los argumentos por los que tendrían que ser puestas en escena. Vote por su favorita al final de la nota, o proponga que músico o banda nacional amerita su propia biopic.

Rubén Rada

Zapatito, Aros Rada, el Negro, Rubenrá, Richie Silver. Rubén Rada vivió mil vidas a lo largo de una carrera que lo convirtió en una de las figuras señeras de la música popular uruguaya. Cantó jazz, boleros, candombe, rock, pop, samba, salsa. Vivió y trabajó en Argentina, Perú, Venezuela, México y Estados Unidos. Logró éxitos monumentales como Las manzanas, que compuso dando una vuelta manzana por el centro de Montevideo, y pasó apuros tanto en su infancia como de adulto, donde tuvo que trabajar para otros artistas o cantar en cruceros para sostener a su familia. Se cruzó con figuras icónicas de la música latinoamericana, fue protagonista de eventos clave de la música uruguaya como el surgimiento del candombe beat, y además es todo un personaje, muy divertido y protagonista de situaciones memorables. Necesariamente, la historia de su vida deberá tener un importante componente de comedia, para retratar justamente a un hombre que también sufrió el racismo (a veces sutil) que hay en Uruguay y que no siempre encontró lugar en su propia tierra.

Los Shakers

Mientras los Beatles se comían el mundo, cuatro muchachos montevideanos se comían Sudamérica. Parece ya de pique, una película, y bien podría serlo: un grupo que apela a los sonidos de la banda más famosa del mundo, sin conocer el inglés, y procedente de una ciudad que no suele disparar fenómenos pop, se transforma en una sensación regional y vive una vida de rockstars entre Buenos Aires y Montevideo, para luego descubrir que fueron estafados en sus contratos, y hasta terminar rechazando lo hecho en ese momento, como hicieron los hermanos Hugo y Osvaldo Fattoruso. En la línea de películas como That thing you do!, una posible ficción sobre los Shakers debería tener un claro tono de comedia (los músicos protagonizaron algunas situaciones delirantes en su estadía en Buenos Aires, acompañados muchas veces por Rada), y la historia tiene un toque agridulce en su final, que solo la hace más atractiva de ser contada.

Jaime Roos

Ateniéndonos al modelo tradicional de la biopic de músico, la de Jaime Roos podría empezar con el consagratorio show del estadio Centenario de 2021, y de ahí hacer un flashback a su infancia en Durazno y Convención, con esa vecina que lloraba cada noche al recordar los horrores vividos en el Holocausto, el tablado de la vuelta al que se escapó una noche y quedó impactado por una murga, o la llegada, una noche lluviosa, de un cadete de la Onda con una guitarra que le mandaba su padre desde Rivera, el primer instrumento que tuvo. Con sus años en Europa viviendo de okupa y tocando en bares turbios de Madrid, Paris y Ámsterdam para sobrevivir, su transformación al volver a Uruguay en un ícono popular, las mil noches de bohemia (con todo lo que ello implica, incluyendo algunos roces con la muerte), y los logros artísticos que marcan su trayectoria de más de cincuenta años, hay mucho material para varias temporadas.

Eduardo Mateo

Acá hay que hacer las cosas bien. Mateo fue un personaje tan peculiar, que es obligación que se trasluzca en la ficción. Sus salidas, sus experimentos lisérgicos y su costado más divagante son ideal para reproducirse de una forma arriesgada, sí, pero poderosa a través de lo visual, en un encare más conceptual que cronológico de su figura. E incluso si se busca algo más lineal, su condición de genio y personaje “maldito” también son carne para un relato sobre un personaje tan creativo como marginal en su momento, un artista reconocido como uno de los autores más adelantados y originales de este país, pero que al mismo tiempo vivía pidiendo dinero y a costa de sus amigos, que le prestaban plata o guitarras sabiendo que nunca iban a volver a recuperarlas, que murió joven, y dejó una obra llena de canciones únicas, algunas tiernas y otras estrafalarias.

Alfredo Zitarrosa

Esqueleto de guion: atravesado por los eventos del 31 de marzo de 1984, el día que don Alfredo volvió a Uruguay luego de su exilio, y que dijo que fue el momento más importante de su vida, el relato va continuamente al pasado para recrear su infancia entre Montevideo y el campo, clave en su carrera musical, a sus inicios como cantante casi por accidente, y a una vida atada tanto a las preocupaciones sociales de su tierra como a su ausencia forzada de ella, que incluso lo fue deteriorando espiritualmente. Un talante obsesivo y perfeccionista para sus canciones que siempre es buen material para historias de este tipo, y un vínculo con la identidad nacional que también es una temática interesante para retratar.

Carlos Gardel

Si abrazamos la teoría de que era uruguayo, es una figura que sin dudas merecería una biografía ficcionada (y resulta curioso que en Argentina no se haya hecho algo ya). Fue una estrella en toda regla a nivel internacional, un ícono cultural que aún sigue teniendo vigencia, y protagonista de una vida breve, con final trágico y abrupto, con orígenes opacos y misteriosos, una crianza humilde atravesada por un vínculo estrecho con su madre, y algunos aspectos turbios de su biografía, como una relación con Isabel del Valle, con quien inició su vínculo cuando ella tenía 13 años. Desde los aspectos más escabrosos hasta las luces de una trayectoria de alcance mundial, la vida del Zorzal Criollo tiene méritos para llegar a la pantalla.

Amalia de la Vega

La figura que no quería serlo: así se puede resumir a Amalia de la Vega, que con su canto se convirtió en una figura ilustrísima y de primera línea del folclore uruguayo, que dejó una huella que después seguiría, por ejemplo, Alfredo Zitarrosa, que fue toda una estrella de la canción, pero que una vez que se bajaba del escenario no quería saber nada con la farándula y la popularidad. Esa timidez y retraimiento fue un contrapunto con su celebridad que genera una suerte de doble vida, un hilo conductor particular y distintivo para historias que suelen enfocarse en lo más pintoresco y escandaloso.

Karibe con K

El formato boy band, antes que se tuviera noción de tal cosa, traído a la música tropical uruguaya. Una historia encantadora para un guionista: un veterano productor musical y brillante estratega comercial forma un grupo de jóvenes, les asigna una estética, vestuarios y coreografías, y los convierte en un fenómeno masivo, con hordas de fans persiguiendo a los integrantes, una plétora de excesos a disposición, un ciclo sin fin de boliches, fiestas y espectáculos y hasta una trascendencia regional. Gran material para crear una historia sobre ídolos populares, que durante algunos años vivieron una vida de esas que parecía que solo ocurrían afuera.

Osiris Rodríguez Castillos

Aunque su figura hoy está algo oculta, lo cierto es que Osiris fue un pilar clave del folclore uruguayo moderno. Y su vida es la de un personaje complejo e interesantísimo: una juventud que incluye coqueteos con el crimen, una vida prácticamente nómade, recorriendo Uruguay y sus países vecinos para investigar la música regional y en base a esa investigación de campo, crear su propia obra con la que “derrotar” una invasión musical folclórica argentina que se veía en las décadas de 1950 y 1960. Una decisión de resistir los embates y la censura de la dictadura por muchos prejuicios que pudiera causarle que sin embargo, lo llevó a irse a Madrid en 1981, y una vida que terminó con muchos proyectos fallidos y emprendimientos frustrados. Además, una personalidad complicada, una forma intensa de vivir los vínculos, múltiples parejas y unos cuantos enemigos en el camino. No se puede pedir más.

Canciones para no dormir la siesta 

Un grupo de músicos y artistas ilustres se unen para conformar una banda destinada al público infantil. Hasta ahí, algo bastante normal. Pero en realidad, era también un camino para pasar mensajes y eludir la censura que imponía la dictadura cívico militar que gobernó en Uruguay entre 1973 y 1985. Aplicando condimentos de comedia y hasta del cine de espías, la historia de la banda que tuvo en sus filas a Horacio Buscaglia, Nancy Guguich, Gonzalo Moreira y Jorge Bonaldi, entre otros, puede ser contada, enfocándose en la forma de resistencia que encontraron a un control estatal férreo.

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