Venezolanos en Uruguay

Opinión > TRIBUNA

¿Qué sienten los venezolanos ante la indolencia de la izquierda uruguaya?

Costó tomar iniciativa para escribir un artículo de estas características. Sin embargo, los hechos son tan apabullantes que exigen aclaraciones ante la opinión pública
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22 de febrero de 2024 a las 11:06

En el Uruguay democrático y republicano se ha instalado nuevamente la discusión sobre la condena a la acción autoritaria y delictiva del régimen venezolano. Es un debate que hace entrar en conflicto al arco político, porque no todas las organizaciones del sistema, a pesar de que a lo interno respetan las mismas reglas de juego, participan en el parlamento y esgrimen una defensa acérrima de las libertades, coinciden en llamar las cosas por su nombre y solidarizarse con miles de personas que han visto violados sus derechos fundamentales, en especial los presos y perseguidos políticos y sus familiares.

En el Uruguay no todos los partidos con representación legislativa y en competencia electoral (libre y sin verdugos) tienen la voluntad de poner su firma para condenar las atrocidades de un Estado que elimina la posibilidad de que su pueblo pueda elegir. No importa si a Uruguay han llegado más de 34 mil de esos ciudadanos a causa de la crisis humanitaria y la persecución. No importa si existe un vínculo histórico por los miles de exiliados uruguayos que se instalaron allá cuando era este el país asfixiado por la dictadura. No importa si el régimen venezolano aparece último en el principal índice de corrupción del mundo, el mismo que posiciona a Uruguay en un lugar de privilegio. No importa si la oficina de la ONU encargada de relatar las violaciones de DDHH, entonces liderada por una referente del progresismo latinoamericano, emitió cientos de folios de terror atestados de pruebas que demuestran cómo el Estado venezolano se ha convertido en una máquina de tortura, desaparición forzosa, violencia, proscripción y muerte.

Se ha dicho ligeramente “qué casualidad que cada vez que hay elecciones reaparece el tema de Venezuela”. Como si fuera un asunto programado en el calendario televisivo o como si los venezolanos estuvieran deseosos de aguarle la fiesta electoral a las democracias del mundo. ¿Tienen presidenciales en tu país? Dale, hablemos de nuestra miseria.

Luego se despacha el asunto con una expresión burda y discriminatoria que va en el siguiente tono: “de eso que se ocupen los venezolanos, mejor hablemos de cosas del Uruguay”. Como si en Uruguay no existiese una comunidad de venezolanos a los que les importara el tema, o el país estuviera ubicado fuera del globo terráqueo, o si la solidaridad democrática solo existiese para causas afines ideológicamente estableciendo una odiosa comparación entre ciudadanos de primera y ciudadanos de segunda.

Así, buena parte de la primera línea de dirigentes de la izquierda en Uruguay ha caricaturizado el asunto hasta convertirlo en un tema ruidoso en el que chocan por un lado partidos y candidatos que sí se han opuesto históricamente a las atrocidades del chavismo (los agrupados en la Coalición Republicana), y partidos y candidatos que han recurrido a la ambigüedad más extrema para no referirse al tema, minimizar su gravedad o invisibilizarla (Frente Amplio).

¿Dónde quedamos los venezolanos en todo esto?

Se puede pensar que, a estas alturas de 2024, la izquierda uruguaya no debería tener problemas en condenar la violación sistemática de los DDHH del régimen chavista. O que, tras el éxodo de ocho millones de venezolanos, y el quiebre económico del país, no le “deben” nada al chavismo. Y también se puede pensar que ahora que varios sectores de la izquierda democrática latinoamericana condenan el “proceso” chavista (Gabriel Boric es el mejor ejemplo regional), intervinieron al Partido Comunista de Venezuela, expulsaron a la misión de la ONU, mantienen a defensores de DDHH encarcelados y proscriben opositores, el vaso derramó la gota y llegó el momento de dar el giro. Pero no. No ha ocurrido.

¿La polémica es que al régimen de Maduro se le diga “dictadura”? ¿Con eso estamos? El problema no es el término que se utilice (dictadura, autoritarismo, autocracia…), sino el fondo. Y es ahí donde la izquierda uruguaya hace aguas. No alcanza con decir es una “dictadura” y ya, como ocurrió en la pasada campaña de 2019 donde el entonces candidato presidencial del FA, Daniel Martínez, cedió más para sacudirse a un enjambre de periodistas que por real convicción; sino de condenar realmente los abusos, solidarizarse con los sectores políticos agraviados, con los presos y perseguidos, exigir su liberación, estado de derecho y elecciones libres.

En ese sentido, el argumento de no entrometerse en la causa de los pueblos (esgrimido con recurrencia) es absurdo, porque con esa misma vara no se midió la movilización contra la destitución de Dilma Rousseff, la indignación contra la salida de Evo Morales, el homenaje a Lula da Silva en Montevideo o la protesta contra las reformas de Javier Milei.

Finalmente, ¿por qué no ocurre el cambio de posición? ¿Qué peso carga la izquierda uruguaya en sus hombros que la hace indolente ante una situación tan evidente? ¿Por qué su enojo con la nueva política exterior del Uruguay que sí ha criticado sin medias tintas los abusos del chavismo en todos los escenarios posibles?

En el libro de Pablo Cohen, “Diálogos en espejo” (Planeta, 2023), Gerardo Caetano y Ana Ribeiro reflexionan sobre esto. Dice Caetano: “quienes vivimos en dictadura tenemos dos grandes definiciones previas a cualquier otra. En primer lugar, la democracia, con todo lo que implica […] En segundo lugar, la no violencia.” Luego Ribeiro agrega que muchos dirigentes de izquierda “no pueden condenar esto, porque es como si les sacaras la columna vertebral. Esa condena a los regímenes supondría que se les viniera abajo una cosa muy grande.” Es dentro de ese cuadro donde se encuentra el debate sobre Venezuela. Pese al pasado, al presente, y al sufrimiento de un pueblo hermano, el dogma ha ganado. Y vale preguntarse: ¿es esta dirigencia dogmática la que puede cumplir promesas de futuro, innovación y progreso?

Miles de venezolanos ven con indignación día tras día cómo la izquierda trata el tema de una forma liviana. Cómo se omite el sufrimiento de millones y cómo todavía, a pesar de los pesares, hay demócratas (¿desleales?) que veinticinco años después siguen mirando hacia otro lado mientras gritan verdad y justicia.

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