El regreso a las multitudes, uno de los dilemas de la vida post pandemia
Nicolás Tabárez

Nicolás Tabárez

Periodista de cultura y espectáculos

Estilo de vida > VIDA SOCIAL

¿Qué tan preparados estamos psicológicamente para volver a la "vieja normalidad"?

El impacto de la pandemia en la vida social y en el vínculo con el mundo una vez que el covid-19 quede atrás será duradero, aunque dependerá de cada persona
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03 de julio de 2021 a las 05:04

El delantero inglés Harry Kane entra corriendo al área, se inclina y toca con la cabeza el centro de su compañero. La pelota se mete en el arco de Alemania y confirma el triunfo de su equipo, que los clasifica a cuartos de final de la Eurocopa que en estos días se disputa en ese continente. En bares, pubs y plazas inglesas las multitudes se vuelven locas. Pintas de cerveza vuelan por el aire, saltos, gritos, abrazos, banderas flameantes. A esta altura de la pandemia, ver esas celebraciones a través de la pantalla parece surreal. Parece que fueran imágenes de hace dos o tres años. Pero no, son actuales.

Público en los estadios de la Eurocopa, Francia ensaya con espectáculos masivos, y España levanta la obligatoriedad de usar tapabocas en sus calles. Y por acá, en Uruguay, el anuncio de que vuelven los espectáculos, el deporte amateur, las consultas médicas presenciales. Pasaron dieciséis meses desde que la Organización Mundial de la Salud dijo que la epidemia de covid-19 era una pandemia. Dieciséis meses en los que se perdieron viajes, festejos, fiestas, la posibilidad de gritar un gol en una tribuna, de hacer pogo. Se perdieron trabajos, ingresos. Se perdieron padres, abuelos, hermanos, hijos, amigos, conocidos, desconocidos.

Con la amenaza de la variante Delta en el horizonte y la posibilidad de que todo vuelva atrás nuevamente, parece ser que de a poco, a lo lejos, asoma la dichosa luz al final del túnel. Que de a poco, gradualmente, la pandemia va soltando al mundo y dejando que todo vuelva a ser como antes. Quizás nos lavemos más las manos que antes, y en invierno los tapabocas se conviertan en parte del vestuario habitual de algunos, pero la idea que predomina ahora es la de regresar a la tan mentada “vieja normalidad”.

El tema, sin embargo, es si todos están preparados para hacerlo después de más de un año de bombardeo informativo que nos avisó que las aglomeraciones son un peligro, que el virus puede andar por acá o por allá, y que de a poco los hilos epidemiológicos se iban perdiendo. Algunos tendrán dudas al momento de meterse entre una multitud de desconocidos en un festival de música, un boliche, un estadio o un shopping. De entrar en una sala de cine o de teatro sin aforo. De incluso, salir a la calle.

La pandemia exacerbó miedos y temores y generó otros nuevos

Cecilia Cracco, doctora en Psicología y docente de la Universidad Católica del Uruguay, considera que la vuelta a la vida social y a los comportamientos prepandemia estará condicionada “por el nivel de incertidumbre que maneje cada uno". "Por un lado, vemos mejores situaciones a nivel mundial, pero al mismo tiempo retrocesos en países que ya estaban más adelantados. Esas dos situaciones generan una dificultad al momento de pensar en la vuelta y en relajarse con los cuidados”, explica.

Según ella, “quizás si el día de mañana hay una información contundente de que todo terminó sea más fácil, pero falta bastante para eso. Por ahora, algunos tomaron la postura de que la pandemia no los afecte y mantienen un comportamiento similar al que tenían antes, con ciertas limitaciones, mientras que otros, aún cuando hay señales y apertura de actividades, aún mantienen la inseguridad. Es difícil dar una respuesta clara mientras esto siga, pero seguro que algunas personas van a volver de una a la vida que tenían antes, y otras pensarán que aún hay riesgo”, explicó.

El sociólogo estadounidense Nicholas Christakis publicó a fines de 2020 el libro Apollo’s Arrow: The Profound and Enduring Impact of Coronavirus on the Way We Live (La flecha de Apolo: el impacto profundo y duradero del coronavirus en nuestro modo de vida), en el que estima que se acercan unos “nuevos años locos”, tiempos de excesos, de rechazo a la religión y de derroches como respuesta a estos tiempos. Aunque, aclara, para eso todavía falta.

Christakis estima, de acuerdo a su comparación con situaciones anteriores de pandemia y epidemia, que recién se verá ese giro dentro de dos o tres años, mientras el mundo se recupera del impacto económico, sanitario y social del covid-19. “En 2024 todas las tendencias generadas por la pandemia se habrán revertido y la gente buscará interacciones sociales de forma intensa”, señaló este sociólogo de la universidad de Yale en una entrevista con el diario británico The Guardian.

“Si la historia sirve de guía, tendremos un par de años para recuperarnos del shock. La economía no va a volver de inmediato: la gente no va a salir de pronto a los restaurantes y los aeropuertos. Creo que desde 2024 tendremos una suerte de periodo post-pandemia. Y en 10 años la sociedad habrá vuelto mayormente a la normalidad, aunque habrá algunos impactos duraderos en varios frentes, incluidas las cuestiones como el teletrabajo”, vaticinó el estadounidense.

Mientras tanto, de acuerdo con estudios que han comenzado a publicarse a nivel mundial (en Uruguay aún se están elaborando), se ve un incremento en síntomas de ansiedad vinculados al contacto social, y a la preocupación por el contagio de enfermedades, más allá del covid-19. Hasta comienzos de 2020, la idea de que por circular por el mundo podíamos contraer una enfermedad no era central al comportamiento social. Ahora lo es. Y esa noción, así como pensar en volver a la “vieja normalidad”, ya genera también preocupación y trastornos en personas que antes no los tenían, en anticipación a esa potencial vuelta a un comportamiento que ahora se mira con recelo.

Eso también genera una dualidad de sensaciones para algunos. Por un lado, las ganas de volver a las actividades sociales, a los espectáculos públicos o a una vida con mayor circulación. Por otro, el temor generado por el período pandémico, y que se intensifica de acuerdo a si las personas son más introvertidas o extrovertidas. “Asumimos que todos deseamos volver, pero va a ser más difícil de lo que parece”, considera Cracco. “Ya generamos una forma distinta de actuar, entonces hay que volver a hacer el cambio, y eso no es fácil. Para las personas con fobia social, la pandemia fue un periodo más amigable. Ya nos adaptamos a la distancia, entonces puede pasar que nos cueste volver a cambiar, ya sea porque le encontramos beneficios a estas nuevas situaciones, por ejemplo en lo laboral, o porque nos cuesta hacer el cambio”.

Público en los estadios: una imagen que regresa luego de más de un año

María Cecilia Rodríguez, psicoanalista e integrante de APU (Asociación Psicoanalítica del Uruguay) explica que el ser humano “es contradictorio por naturaleza” desde la perspectiva del psicoanálisis, por lo que esta dualidad no es llamativa.

“Lo veo mucho en particular con adolescentes, sobre todo los más jóvenes, que estaban empezando a andar solos, a ir solos al liceo, y ahora no pueden andar en ómnibus y les cuesta salir. No es algo que le pase a todos, pero hay casos. En situaciones como esta las contradicciones se amplían, porque aparecen temores que no están solamente atados a la situación puntual, porque también entra en juego el miedo a crecer, o a andar solo por la calle, o el miedo de que el mundo es peligroso”, considera.

Por otra parte, Cracco señala que, así como al comienzo de la emergencia sanitaria el corte en las actividades fue de golpe y con un mensaje claro en el fondo (“quédate en casa”), ahora hay un escenario de actividades que se habilitan y vuelven a prohibirse, con idas y vueltas ensombrecidas por la posibilidad de que todo vuelva atrás si aparece otra variante más peligrosa y los contagios vuelven a dispararse.

El costo

Desde que comenzó la pandemia, la cantidad de información al respecto ha sido avasallante. Y también cambiante, a medida que se iba conociendo más sobre la enfermedad, el mundo comenzaba a adaptarse al nuevo escenario, y ahora, con la vuelta gradual de las actividades. Muchas veces, las voces informativas plantean mensajes opuestos, lo que tampoco ayuda a pensar en un regreso a la vida social anterior al covid.

Para Cracco, se genera un “mecanismo de desconfiar de todo lo que nos dicen, ante esa cantidad de información abrumadora". "

Hay una necesidad de tener las cosas más claras, porque de lo contrario se genera inseguridad, esa duda de '¿estoy haciendo lo correcto?'. Lo vemos mucho con la vuelta de los adolescentes a clase, con los padres que sienten preocupación sobre si los están poniendo en riesgo, tanto a ellos como a otros, o si están siendo demasiado restrictivos. Toda esta situación de incertidumbre genera un costo asociado, y al no tener todo claro ese costo sube”, dice.

El escenario de vuelta a la actividad luego de la pandemia será diferente para cada persona

Rodríguez, por su parte, señala que se observa que algunos niños y adolescentes jóvenes plantean una resistencia a volver a las clases presenciales. “Vos pensás que necesitan volver, pero algunos prefieren seguir desde sus casas. Son momentos clave de la vida, como el del paso al liceo, que lo han vivido en esta situación particular y no se imaginan en un grupo. Hay un deseo de quedarse en casa que tiene otros temores atrás, sobre todo en aquellos que son más inhibidos”.

A eso se suma el factor tiempo. Después de dieciséis meses, hay un desgaste que se empieza a notar, y eso hace aún más difícil pensar en la velocidad de la vuelta, señala Cracco.

Sin embargo, la psicóloga establece que a lo largo de la pandemia se ha logrado en general mantener los vínculos sociales importantes, aún con las restricciones establecidas. “Quizás con el tiempo veamos alguna pérdida de habilidades sociales, sobre todo en los más pequeños, que perfectamente pueden haber pasado un tercio de su vida en pandemia, con la noción de que el contacto es peligroso o habituados a las restricciones, pero creo que es prematuro en pensar en algo así para el resto”.

Ella también nota que la pandemia generó que se revalorice el contacto humano, más allá de lo que se puede lograr a través de la tecnología. “Vemos que hay un deseo de volver a la interacción cara a cara, a lo físico, sobre todo entre los adolescentes y los adultos jóvenes, lo que es una buena noticia, porque significa que no nos acostumbramos a la interacción a distancia. Aunque si vimos que los adultos mayores, sobre todo, acusaron un poco más de soledad. Se perdieron ciertas situaciones de interacción social que se daban en espacios que no son tan significativos, como cuando salís a hacer compras o incluso en el trabajo, en la interacción con aquellos que no son compañeros tan cercanos. Los adultos mayores, a los que se les dijo que eran la población más vulnerable, y por lo tanto, la que menos tenía que salir e interactuar con otros, y que encima no tienen instancias de trabajo, fue más difícil. Es un tema a atender porque en Uruguay hay mucha población de esa edad”.

El futuro, por lo tanto, apunta a ser contradictorio y no tan sencillo de predecir en cuanto a la forma de la vuelta, por más que empecemos a ver abrazos de gol y abran ciertos eventos. “Todavía no es posible imaginar una pospandemia”, considera Rodríguez. “Hay fantasmas en el sentido analítico, un término que refiere a fantasías colectivas con base real. El fantasma de la enfermedad y de la muerte estuvo muy presente en 2021, mucho más cercano que en 2020 donde por ahí se veía más en otros países. Estos fantasmas potencian temores y angustias sociales, y se establece la idea del encierro protector, algo muy relativo porque hay casos de violencia doméstica o de situaciones socioeconómicas que no garantizan al hogar como un refugio”.

La analista concluye así: “tenemos una gran capacidad de adaptación, y vamos a volver a una vida previa, pero no va a ser igual que la de antes”.

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