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Reelección de Trump sería peligrosa para el mundo

La noción del Occidente como una alianza con fundamentos morales se evaporaría si el presidente gana

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13 de febrero de 2020 a las 15:13

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Por Martin Wolf

Con un solo acto, el presidente estadounidense Donald Trump quedó libre. Con la anticipada demostración de obvio partidismo, los republicanos del Senado (con la excepción de Mitt Romney) abandonaron su papel constitucionalmente obligatorio como jueces de su presunto abuso de poder. Los senadores les han deferido la decisión a los votantes en las elecciones presidenciales de noviembre. Trump contará con numerosas ventajas en esas elecciones: partidarios apasionados; un partido unido; el colegio electoral; y una economía saludable. Su reelección parece bastante probable.

La razón más obvia por la cual Trump pudiera ganar nuevamente es la economía. Incluso para sus estándares, el discurso del Estado de la Unión de la semana pasada fue un caso de exageración acumulada sobre hipérboles. Tal como lo ha señalado Joseph Stiglitz, el economista ganador del Premio Nobel, el desempeño de EEUU sigue siendo deficiente en comparación con los estándares de sus pares en importantes aspectos, en particular la expectativa de vida, las tasas de empleo y la desigualdad. Además, la producción, el empleo, el desempleo y los salarios reales son, en gran medida, tendencias continuas posteriores a la crisis. Dada la escala del estímulo fiscal, el cual ha generado enormes y duraderos déficits fiscales estructurales, éste no es un gran logro. Sin embargo, muchos estadounidenses sentirán que la economía está mejorando. Esto seguramente desempeñará un importante papel durante las próximas elecciones.

Si Trump gana, esta victoria bien pudiera ser aún más significativa que la primera. Que el pueblo estadounidense eligiera dos veces a un demagogo clásico no podría descartarse como un accidente. Esto representaría un momento decisivo.

La implicación más obvia de la victoria de Trump sería lo que significaría para la democracia liberal en EEUU. El presidente cree que está por encima de cualquier rendición de cuentas ante la ley o ante el Congreso con respecto a lo que haga mientras desempeña su cargo. Él sólo le rinde cuentas al electorado (o, más bien, a su electorado). Él también cree que los miembros designados de su administración, los servidores públicos y los funcionarios electos de su partido todos le deben su lealtad a él, no a una causa superior.

Los padres fundadores le temían a un hombre como éste. En el primero de los Documentos Federalistas, Alexander Hamilton escribió que "casi todos los hombres que han derrocado las libertades de las repúblicas empezaron su carrera cortejando servilmente al pueblo: se iniciaron como demagogos y acabaron en tiranos". En esto, él estaba siguiendo a Platón, quien escribió cómo un hombre que obtuviera el poder como protector del pueblo pudiera convertirse en "un lobo que es un tirano". En su discurso de despedida de 1796, George Washington argumentó que los "los desórdenes y miserias [del faccionalismo] predisponen el espíritu a buscar seguridad y descanso en el poder absoluto de un individuo". El faccionalismo ciertamente abunda en el EEUU de hoy.

EFE

No podemos saber cuán lejos querría llegar Trump o cuán lejos las instituciones de la república le permitirían hacerlo. Sin embargo, ¿hay algo que Trump pueda hacer, aparte de perder la lealtad de su base, que pudiera persuadir a Mitch McConnell, el líder de la mayoría del Senado, para que se volviera en su contra? No son las instituciones, sino las personas que les sirven, lo que más importa.

Incluso si la república sobreviviera la situación en gran medida ilesa (lo cual es optimista), la reelección de este hombre –un demagogo, un nacionalista, un mentiroso incontinente y un admirador de tiranos– tendría relevancia mundial.

Los déspotas ven a Trump como un ‘espíritu afín’. Los demócratas liberales se sentirían todavía más abandonados. La noción del Occidente como una alianza con algunos fundamentos morales se evaporaría. En el mejor de los casos, sería un bloque de países ricos buscando mantener su posición global. Como nacionalista, Trump continuaría despreciando y teniéndole antipatía a la Unión Europea (UE), tanto por ser un ideal como por ser una potencia económica compensadora en contra de EEUU.

David Helvey, el subsecretario de Defensa interino estadounidense, recientemente escribió acerca de la hostilidad de China y Rusia hacia el "orden basado en reglas". Este ideal, de hecho, importa. Desafortunadamente, su enemigo más poderoso en la actualidad es su propio país, porque siempre ha dependido de la visión y de la energía estadounidenses. Con su mercantilismo y su bilateralismo, Trump ha apuntado un misil intelectual y moral al sistema comercial global. Él incluso ve a su propio país como la mayor víctima de su propio orden. El problema, entonces, no es que Trump no crea en nada, sino más bien que lo que él cree está, a menudo, extremadamente equivocado.

AFP

En términos más generales, su ‘transaccionalismo’ a corto plazo, y su disposición a utilizar todos los instrumentos disponibles del poder estadounidense, crean un mundo inestable e impredecible no sólo para los gobiernos, sino también para las empresas. Esta incertidumbre también podría empeorar durante un segundo mandato. Es una incógnita si algún tipo de Estado de derecho internacional sobreviviría.

Existen monumentales retos prácticos que deben ser manejados. Uno es la compleja y tensa relación entre EEUU y China. Sin embargo, en este aspecto, Trump está lejos de ser el más extremista de los estadounidenses. Él tiene un rasgo de pragmatismo. A él le gusta hacer tratos, aunque sean mediocremente concebidos.

Quizás el asunto más importante (si se deja de lado evitar una guerra nuclear) es la gestión de los bienes comunes globales, sobre todo la atmósfera y los océanos. Las preocupaciones cruciales son el clima y la biodiversidad. Queda poco tiempo para actuar en contra de las amenazas a ambos. Una administración Trump renovada, hostil a estas causas y al concepto mismo de la cooperación global, imposibilitaría las acciones necesarias. A menudo, esta administración ni siquiera parece reconocer los bienes públicos como una categoría de retos dignos de preocupación.

Estamos viviendo un momento decisivo en la historia. El mundo necesita un liderazgo global excepcionalmente sabio y cooperativo. No lo estamos obteniendo. Y puede que sea una locura esperarlo. Pero la reelección de Trump pudiera definitivamente marcar un fracaso decisivo. Presta atención: el año 2020 es importante.

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