Pancho Perrier

Residencia para ricos y chanchos que vuelan

La fuga constante de capitales y de talentos desde Argentina es el fruto de 70 años de disparates

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17 de enero de 2020 a las 14:27

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Durante décadas los recurrentes desastres argentinos han despertado el interés de autoridades uruguayas por pescar residentes calificados. Así, el sábado pasado el presidente electo Luis Lacalle Pou dijo a algunos empresarios que pretendía flexibilizar ciertas normas para atraer moradores de alto poder adquisitivo, no sólo argentinos.

Ha sido una de las noticias más ruidosas del verano en las dos orillas del Río de la Plata, junto a la del chancho que bajó de un helicóptero en José Ignacio.

Las políticas para atraer una inmigración “selectiva” –por origen, por formación profesional, o por inversión de capital– son moneda corriente.

Desde siempre el Estado uruguayo trató de controlar la calidad de la inmigración, con un sostenido fracaso. Gabriel Terra prohibió en 1932 el ingreso de “indeseables”, como “vagos” y “maleantes” con condena en sus países de origen, y también de gitanos, negros y asiáticos.

Félix Luna señaló en su magnífica biografía novelada Soy Roca que Domingo Faustino Sarmiento rezongaba con los inmigrantes que arribaban a Argentina en la década de 1880. “No le gustaban los rusos, turcos e italianos del sur que llegaban, en lugar de los sajones que había pronosticado en sus libros”.

No es nada fácil atraer una inmigración calificada por riqueza, pues ellos tienen un mundo para elegir.

AFP

Según el censo de 2011, sólo el 2,34% de los habitantes de Uruguay, unas 77.003 personas, había nacido en el extranjero, el nivel más bajo de su historia. La mayor parte provenía de Argentina (34,8% del total), Brasil (16,7%), España (16,5%) e Italia (7,2%). Muchos eran hijos de uruguayos. El flujo reciente de venezolanos, cubanos o dominicanos apenas compensa la permanente emigración de jóvenes locales de alta educación relativa. Uruguay como país de inmigrantes es un mito muerto.

Uruguay tiene la presión fiscal más alta de América Latina (35,4% del PBI), aunque ahora fue superado por Argentina, al menos en ciertas circunstancias.

El ajuste que impuesto el nuevo gobierno argentino, que continúa el duro ajuste que inició Mauricio Macri, traiciona el espíritu de una amnistía anterior que hizo que muchos nacionales declararon sus bienes en el exterior, desde cuentas bancarias o viviendas, inclusive en Uruguay. Ahora deberán pagar por ellos un severísimo impuesto al patrimonio (“Bienes Personales”).

Un límite para la atracción de personas y capitales son ciertas normas de transparencia. En 2013 entró en vigencia el acuerdo de intercambio de información tributaria entre Uruguay y Argentina, firmado bajo presión de la OCDE, que había colocado a Uruguay en una “lista gris”.

“En vez de traer 100 mil cagadores argentinos preocupémonos de que los nuestros inviertan acá”, cuestionó el expresidente José Mujica el miércoles en El Observador. “Tenemos unos US$ 24 mil millones desparramados por el mundo. ¿Por qué no intentamos que una parte de esa plata venga para el país?”.

En realidad, según el Banco Internacional de Pagos, los uruguayos tienen unos 7.000 millones de dólares depositados en el exterior, entre otros activos. De hecho, cualquiera que compre papeles en Wall Street, Frankfort o Sao Paulo tiene dinero afuera, aunque lo administre desde Montevideo. El Estado uruguayo no grava los activos en el exterior, aunque los intereses y rentas deben pagar 12% de IRPF. (Los extranjeros que se radican en Uruguay son exonerados de pagarlo durante seis años).

Marcelo Umpiérrez

Podría abrirse el capital de las empresas públicas para inversores uruguayos, como ha propuesto el propio Mujica. Algunos parques eólicos de propiedad mixta, que captaron a inversores locales, son un ejemplo auspicioso. De todas maneras, quien tiene ahorros prefiere diversificar los riesgos, y no los repatriará, al menos no a todos, por invocaciones patrióticas.

Otro límite para atraer inmigrantes selectos es que Uruguay, siendo relativamente confiable, no es gran cosa. Solo una pequeña porción de la fuga de capitales desde Argentina se queda al otro lado del Río. La mayor parte continúa rumbo a Estados Unidos, Suiza, España y otros sitios.

Estados Unidos concede la green card a uruguayos, paso previo a la ciudadanía, por una inversión de medio millón de dólares, o poco más. Y los argentinos y los europeos obtienen allí la visa de residencia por cinco años con sólo 100 mil dólares y llenar ciertos requisitos. Esa es una de las razones por las que Miami se ha convertido en una capital alterna de toda América Latina.

La historia de Argentina está signada por periódicas oleadas de fugas de capitales. Esa cultura se instaló hace 70 años, durante los primeros gobiernos de Juan Domingo Perón, que se caracterizaron por el experimentalismo económico y los controles administrativos.

Ese “primer” peronismo infló el presupuesto más allá de las posibilidades del país y, cuando se quedó sin dinero, lo financió con billetes nuevos, provocando un incendio inflacionario. Las medidas de control, como es habitual, no sirvieron para nada, salvo para ahondar las distorsiones, embromar más a los lentos y favorecer a los vivos.

En los 32 años transcurridos entre 1914, cuando empezó la Primera Guerra Mundial, y 1946, cuando Perón asumió el gobierno, el peso “moneda nacional” se había depreciado 73% ante el dólar. Luego, en sólo nueve años de peronismo, entre 1946 y 1955, la moneda argentina se devaluó 770%.

Fue el principio de una práctica recurrente que dura hasta hoy, y que ha ido hundiendo al país, en términos relativos, ante el resto del mundo.

Desde entonces los argentinos tratan de ser más rápidos que sus gobiernos, lo que no es fácil.

Eva Duarte, Luis Batlle, Juan Domingo Perón y Matilde Ibáñez el 27 de febrero de 1948, en el Río de la Plata, frente a Carmelo. Las relaciones bilaterales se deteriorarían muy rápidamente.

Desde el derrocamiento de Perón en 1955 hasta ahora, la moneda argentina (a la que le han quitado 13 ceros en cuatro reformas diferentes) se depreció 24.047.619.047.619 veces ante el dólar estadounidense. (En el mismo período al peso uruguayo, al que se le quitaron tres ceros en 1975 y otros tres en 1993, se devaluó “solo” 9.375.000 veces ante el dólar, que, dicho sea de paso, es una moneda muy mediocre).

El robo del salario y del ahorro de los argentinos mediante inflación fue completado con ocasionales expropiaciones o retenciones de depósitos que se devolvieron devaluados, como el Plan Bonex de 1989, cuando la inflación anual superaba el 3.000%, o el “corralito” de diciembre de 2001, en medio de desastres sin cuento.

La economía de Argentina, un modelo cerrado y estancado, está hoy en el mismo punto que en 2008: once años pedaleando frenéticamente en el mismo lugar.

El mundo conoce muchos procesos de autodestrucción, sobre todo en América Latina, incluido Uruguay; pero raras veces con el fervor y la persistencia que han caracterizado a Argentina.

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