Rock en quechua

La banda peruana Uchpa fue uno de mis grandes hallazgos musicales de 2017; el problema es que sacaron su primer disco en 1993

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30 de diciembre de 2017 a las 05:00

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El lector tiene en sus manos el último diario de 2017, y en la cornisa final de las horas del año llega el recuerdo de lo que termina, aún cercano al alba de lo que empieza, en el siempre cercano capricho del reloj.

Al pasar raya con una carbonilla gruesa sobre la piedra se plantea la pregunta: ¿cómo resumir más de 360 días en un texto? Se vuelve inevitable la síntesis, el embudo, la cifra que puede condensar los 12 meses. En tren de elegir, más vale jugarse por una particular creación musical, tan genuina que merece una explicación de casi 700 palabras.

A finales de noviembre pasado tuve la suerte de viajar a Perú. Había estado en ese país hace unos años pero no había recorrido algunos de los departamentos andinos que visité en esta oportunidad. Los lectores de esta columna lo saben.

En Ayacucho, de la mano del intransferible Willy Del Pozo, se desarrolló la primera feria del libro de la ciudad, con Uruguay como país invitado. Llegamos cuando la feria ya había transcurrido su primera mitad, y dentro de los eventos perdidos estuvo un recital en vivo de Uchpa, una de las bandas más originales del Perú.

Uchpa significa "ceniza" en quechua, idioma que predomina en toda la sierra peruana y auténtica lingua franca, a grandes rasgos geográficos, entre Santiago del Estero y Quito.

Los integrantes de Uchpa, con Fredy Ortiz a la cabeza, hicieron de las cenizas del legado inca y precolombino en Perú la base de una mística fusionada y demoledora: una banda de hard rock, blues y baladas clásicas con guitarras eléctricas, bajo y batería estándar, y con letras gritadas, escupidas o apenas susurradas en quechua. El resultado es un espectáculo digno del oído más curioso y exigente.
Es tan fácil ignorar lo que no se conoce. Me topé de frente con los Uchpa por la llegada fortuita a una ciudad mágica como Ayacucho, 24 años después de que cuatro muchachos de provincia, imbuidos de amor al rock y al heavy metal, pero con las raíces lingüísticas a flor de piel, lanzaran su primer disco.

Quizás buena parte de la afición rockera uruguaya también ignore la existencia de Uchpa, y entonces el hecho amerite esta columna. De todos modos, confieso sentir un poco de vergüenza.

Mientras en la década de 1990 nos deleitábamos con bandas "alternativas" (¿alguien siquiera se acuerda hoy de la palabra?) que luego mutaron su denominación a "indie"; mientras en el codo del nuevo milenio aparecieron bandas de territorios exóticos (desde Bosnia Herzegovina a la gélida Islandia) que pronto se volvieron "trendy" (término no muy agradable), nadie, y me incluyo, estaba mirando a
fenómenos que sucedían en los países de la región. Entiendo que la distancia entre Uruguay y Perú no es menor, pero la distancia cultural, lamentablemente, es mucho, mucho mayor.

Nadie supo ver que en medio de los Andes una banda de rock estaba sacudiendo los parámetros del género. Su trascendencia excede a Perú. La revolución de las comunicaciones hoy permite otras formas de cercanía. Invito a los lectores a que se asomen a la ventana que abre Uchpa desde cada uno de sus discos.

Entre sus músicos incluyen instrumentos clásicos de la sierra, como el violín y los cuernos de ganado, así como también un "bailarín de tijeras", que realiza coreografías típicas andinas con su traje particular y sus movimientos estilizados.

Por un lado, me lamento de no haber podido ver a Uchpa en vivo, pero por otro agradezco la chance de enterarme de que existían. Lo mismo sucede en otras regiones de la fascinante América del Sur, tan vecina en el mapa y tan alejada de las expectativas culturales del Río de la Plata.

Quizás un poco de aquel antiguo virreinato nos vendría bien. Más allá de los millones de postales turísticas de Machu Pichu y el salar de Uyuni, existe un continente que late y golpea en cada uno de los sentidos.

Basta una canción de Uchpa para darse cuenta.
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