Sanguinetti, la historia con los Lacalle y la “llave” de un eventual gobierno de coalición

El expresidente se muestra como el hombre a quien los nacionalistas necesitan y con quien deberán negociar si ganan la Presidencia

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19 de enero de 2019 a las 10:11

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La cámara de televisión se prendió para que el periodista lo presentara en vivo. Se vio cómo una mujer lo saludaba efusivamente. Cuando Julio María Sanguinetti empezó a hablar con el movilero, el salón entero lo aplaudió. En esos segundos, la mujer se acercó al periodista y le dijo algo que no se llega a escuchar por la ovación y agregó: “Pregúntale por eso”. El expresidente habló unos segundos frente a la cámara y el periodista lo interrumpió: “Pero la gente quiere saber: ¿usted va a ser candidato?”

“Está tan claro que voy a hacer algo mucho más importante. Que el Partido Colorado sea decisivo. Acá no hay cambio si el Partido Colorado no crece y no genera una decisión electoral. No va a haber gobierno blanco, colorado o independiente. Ninguno tiene 45% Tenemos que armar una coalición. Es lo que sabemos hacer los colorados. Estoy en eso”, le respondió Sanguinetti al periodista Celso Cuadro. 

Esta escena, que se vio en en vivo en horario central en canal 12, el 5 de octubre pasado, sumada a otros indicios posteriores (como la actitud tomada por el expresidente en una charla que dio con Luis Lacalle Pou, organizada por Búsqueda) empezó a consolidar una idea entre los blancos: Sanguinetti podrá ser candidato o no, pero lo que seguro quiere es transformarse en el hombre con el que tendrán que negociar todo si llegan a ganar la elección de noviembre de este año.

La idea les genera ilusión, pero también muchas incertidumbre. Y el pasado juega un rol importante.

En el caso de Jorge Larrañaga, la relación con Sanguinetti es muy buena y no hay un pasado complicado. Luis Lacalle Pou también tiene buen vínculo personal con el expresidente, pero los herreristas no se olvidan de los 90.

 

"Sanguinetti, el peor enemigo del nacionalismo"

Hoy uno ve a Luis Alberto Lacalle Herrera y a Sanguinetti en foros, conferencias, eventos y parecen mejores amigos. Pero la historia compartida tiene episodios muy duros. Esos resquemores no se borran fácilmente en filas herreristas.

Los reproches del lacallismo al dos veces presidente colorado son varios. Sienten que Sanguinetti le puso muchas trabas al gobierno de Lacalle (1990-1995). Los blancos no tenían mayorías propias y necesitaban de los votos colorados para gobernar. La primera gran “traición” que consideran recibieron de Sanguinetti fue la Ley de Empresas Públicas. En el Poder Ejecutivo los ministros que representaban al Foro Batllista apoyaban la iniciativa, pero cuando la iniciativa llegó al Parlamento el sector se alió con la izquierda y votó en contra de algunos artículos. Más tarde, incluso, Sanguinetti apoyó el referéndum.

El otro gran tema que los blancos nunca terminaron de tragar es la reforma de la seguridad social. Según el relato herrerista, Lacalle propuso cuatro veces hacer la reforma durante su gobierno, y en las cuatro oportunidades Sanguinetti se opuso. Luego él ganó las elecciones y llevó adelante la reforma que derivó en la creación de las AFAP.

El libro Lacalle: con alma y vida de Atilio Garrido es una visión oficial sobre la vida del expresidente, en el que se pueden leer muchas opiniones del nieto de Herrera sobre Sanguinetti. Según el relato de Garrido, cuando Lacalle terminó la Presidencia el “enfrentamiento” entre ambos era “irreconciliable”.

En esa oportunidad, 1995, Alberto Volonté asumió el liderazgo partidario y aseguró a Sanguinetti la gobernabilidad que necesitaba. Luego de dos meses de negociaciones “heladas”, Lacalle resolvió que habría ministros herreristas en el gobierno colorado, pero la relación con Sanguinetti seguía tensa.

Luego, lo que Lacalle denominó “la embestida baguala” -una serie de denuncias que saltaron a lo largo de ese quinquenio contra el gobierno anterior, entre las que se cuenta la del Banco Pan de Azúcar y el Banco de Seguros- hizo aún más crítica esta compleja relación. Según el libro de Garrido, Lacalle creía que la mano de Sanguinetti había impulsado la difusión de varios de esos casos, sobre todo en las denuncias presentadas en la revista Tres, donde trabajaba el hijo del expresidente colorado.

En el texto se relatan varios episodios y el autor dice que en ellos se vio cómo “las fuerzas del mal” empezaron a “zurcir la trama del ardid para destruir” al expresidente blanco.

“Un episodio menor, si se quiere anecdótico, adquiere enorme importancia analizado a la luz de los acontecimientos posteriores”, escribió Garrido. Se trató de la mudanza de los Lacalle de Suárez y Reyes a su casa de la calle Murillo en Carrasco. “Cuando los dueños de casa comenzaron a ordenar el mobiliario advirtieron que entre las cosas que les pertenecían se habían incluído, por error, dos sillas, una alfombra y una lámpara que en el inventario eran propiedad de la Residencia Presidencial. El propio Lacalle encomendó a Freddy Kuster, su fiel asistente, la devolución, redactando una carta para el Secretario de la Presidencia, Elías Bluth, con un pequeño texto” en el que daba cuenta de lo sucedido, dice el libro. “Al día siguiente Julita (Pou) recibe una llamada telefónica. Del otro lado de la línea hablaba el director de La República”, Federico Fasano, que le leyó la carta que Lacalle, 24 horas antes, le había enviado a Bluth”, escribió Garrido.

A partir de allí siguieron decenas de denuncias, algunas en las Justicia y otras en los medios. Varios años después, durante el gobierno de Jorge Batlle, las diferencias volvieron a encresparse. El nuevo disputante interno de Lacalle Herrera en el directorio blanco era Jorge Larrañaga y también entonces apareció Sanguinetti. El expresidente se reunió con Larrañaga, dijo estar preocupado por las diferencias entre los blancos y eso volvió a enfurecer a los lacallistas.

En una edición del 27 de julio de 2001 del semanario Patria, órgano oficial del herrerismo, se consideró a Sanguinetti como “el peor enemigo del Partido Nacional” y se consideró “improcedente” que se metiera en la interna blanca.

La llave

Pasó mucha agua bajo el puente, pero 17 años después de ese episodio, Sanguinetti volvió a hacer una de sus jugadas de ajedrez político. El 28 de mayo de 2018 hizo la primera movida de una serie de varias, que ahora lo consolidaron como la figura “sorpresa” de la campaña electoral

En ese momento el diálogo entre Larrañaga y Luis Lacalle Pou, el nuevo líder nacionalista e hijo del expresidente blanco, estaba muy trancado. Sanguinetti había intentado acercarlos en diálogos privados sin éxito y los convocó a una reunión en conjunto. En la foto salió con los dos y logró su objetivo. Además, plantó “la semilla” de un bloque opositor, como él mismo señaló.

Con el correr de los meses y el portazo que le dio Ernesto Talvi, Sanguinetti empezó a hacer campaña, a salir al interior y dejó correr la especulación de que puede ser candidato. Con todo ello empezó a crecer en las encuestas. Tanto él como el Partido Colorado.

Pero tal vez la frutilla de la torta fue otra jugada política que pudo ejecutar durante una charla compartida con Lacalle Pou.

El semanario Búsqueda los invitó a ambos a “debatir” y allí Sanguinetti dejó muy claras sus intenciones. “Esta fue la charla entre un expresidente y un prepresidente”, dijo. Y agregó que si efectivamente gana y hay que armar un gobierno de coalición, van a tener que “ayudar entre todos al doctor Lacalle”.

Sanguinetti se mostró como alguien a quien un eventual presidente blanco podría consultar de forma permanente.

Pero el líder nacionalista pareció adivinar parte de la jugada y también quiso marcar un matiz: “No me gustaría tener uno que sea de consulta, debería ser un Ejecutivo con capacidad de resolver”.

El tiempo dirá. Primero habrá que ver en marzo si Sanguinetti es candidato o no. Y en caso de no serlo, deberá encontrar la estrategia para lograr mantener hasta octubre el liderazgo que hoy logró en el Partido Colorado. Luego habrá que ver si Lacalle Pou gana la interna blanca como hoy lo marcan toda las encuestas. Y en último lugar si efectivamente como ellos creen, blancos y colorados pueden desplazar del gobierno al Frente Amplio entre octubre y noviembre.

Así suceda todo eso o no, otro Lacalle y el mismo Sanguinetti jugarán sus cartas en una alianza que blancos y colorados necesitan zurcir, pero a la que el pasado le pesa mucho.

Antecedente de cooperación
Cuando Luis Alberto Lacalle ganó la elección de 1989, se puso inmediatamente a trabajar en el armado su gobierno. Sabía que necesitaba a los colorados y por tanto decidió sentarse a negociar un gabinete, a cambio de un plan de gobierno consensuado. Los herreristas sienten que lo primero que encontraron fueron trancas sanguinettistas.
Así se relata en el libro de Atilio Garrido. El autor recuerda cómo el 15 de febrero de 1990, cuando asumió el nuevo Parlamento, el Partido Colorado -a excepción de los pachequistas- no había definido aún si participaría del gobierno. El sí llegó seis días después, a poco menos de dos semanas de asumir el nuevo Poder Ejecutivo.
 
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