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Se acabó la era del dinero fácil, pero los líderes mundiales aún no lo han reconocido

Los gobiernos derrochadores serán castigados si no abandonan las políticas poco ortodoxas

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08 de diciembre de 2022 a las 15:15

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Por Ruchir Sharma

Aunque los inversionistas mundiales reconocen cada vez más que ya se acabó la era del dinero fácil, muchos líderes mundiales aún no, y los mercados los están castigando por el derroche en la nueva era de la política monetaria restrictiva.

En la década de 2010, cuando las tasas de interés alcanzaron mínimos históricos, los mercados castigaron a muy pocos despilfarradores — Grecia, Turquía y Argentina, sobre todo — por su extrema irresponsabilidad fiscal o monetaria. Ahora que la inflación ha vuelto, las tasas están subiendo y los niveles de deuda se han elevado en todo el mundo, los inversionistas se están enfocando en una lista cada vez mayor de países.

Los mercados han forzado un cambio de política, o al menos de tono, este año en países que van desde el Reino Unido hasta Brasil, Chile, Colombia, Ghana, Egipto, Pakistán, e incluso la desafiantemente populista Hungría. Lo que estos países compartían era una deuda relativamente elevada y unos dobles déficits cada vez más amplios —tanto públicos como externos— combinados con políticas poco ortodoxas que probablemente agraven aún más estas cargas. Pero la política monetaria restrictiva ha llegado para quedarse. La lista de países objetivos se ampliará. Es probable que ningún país quede inmune, ni siquiera EEUU, que tiene uno de los dobles déficits más altos del mundo desarrollado.

El nuevo estado de ánimo se describe a menudo como el regreso de los “vigilantes del mercado de bonos”, como si se limitara a los inversionistas de bonos y a los “fundamentalistas del mercado”. Pero la restricción monetaria se está apoderando de todos los mercados de activos, incluyendo los de acciones y divisas, castigando a los gobiernos de derecha e izquierda y planteando una cuestión práctica sobre si los países pueden pagar sus facturas sin dinero fácil.

La primera ministra conservadora del Reino Unido, Liz Truss, se vio obligada a abandonar el cargo en octubre, después de que los mercados reaccionaran a sus recortes fiscales no financiados con una venta masiva de la libra. Su sucesor desechó su programa. Poco después, los planes de gasto del aguerrido izquierdista Luiz Inácio Lula da Silva, presidente entrante de Brasil, desencadenaron una liquidación en los mercados.

Cuando Lula les atribuyó esta reacción a los “especuladores” y no a la “gente seria”, los mercados hicieron subir las tasas de interés reales de Brasil, que ya estaban entre las más altas del mundo. Los ayudantes de Lula se apresuraron a aclarar y minimizar sus comentarios. Sus colegas socialistas, en ascenso en toda América Latina, también son objetivos.

El primer presidente de izquierda de Colombia, Gustavo Petro, llegó prometiendo educación superior gratuita, un empleo público para cada desempleado y desligar la economía del petróleo. Los inversionistas, escépticos de que Petro pueda pagar los nuevos beneficios con menos ingresos petroleros, se deshicieron del peso colombiano, obligando a su ministro de finanzas a asegurarles a los mercados que “él no hará locuras”.

Gabriel Boric se convirtió en presidente de Chile, promoviendo una nueva constitución repleta de lo que muchos consideraban promesas “utópicas”, como la gratuidad de la sanidad, la educación y la vivienda. Los inversionistas huyeron y el peso chileno cayó un 30% en apenas seis semanas, inflamando la oposición a la constitución, que los votantes rechazaron por abrumadora mayoría en un referéndum en septiembre. Boric se vio obligado a dirigir su gabinete radical hacia una postura más centrista.

En la última década, las bajas tasas de interés hicieron que los préstamos fueran tan fáciles y los incumplimientos soberanos tan raros que muchos gobiernos se atrevieron a vivir por encima de sus posibilidades. Ahora, conforme aumentan los costos de los préstamos y suben las tasas de incumplimiento, se les impone el cambio, empezando por las naciones menos desarrolladas que son más vulnerables a los acreedores extranjeros.

Una de esas naciones es Egipto, gobernado por Abdelfatah El-Sisi. Mientras los mercados presionaban a Egipto para que devaluara su moneda y redujera su doble déficit para asegurarse la ayuda del Fondo Monetario Internacional (FMI), las autoridades nacionales se resistieron durante meses. Cuando finalmente cedieron, la devaluación fue masiva, más del 20%. También Ghana se resistió a recibir ayuda del FMI y a sus condiciones de disciplina financiera por considerarlas insultantes para esta “orgullosa nación”. Pero mientras los mercados vapuleaban el cedi ghanés, alimentando las peticiones de dimisión del presidente Nana Akufo-Addo, él cedió y le pidió ayuda al FMI.

Desde Pakistán hasta Hungría, los mercados han obligado a los bancos centrales que pensaban que podían salirse con la suya con tasas reales bajas a volver a la ortodoxia económica, y a reanudar la subida de tasas. Hungría impuso una subida de tasas de emergencia y los ayudantes del primer ministro derechista Viktor Orbán, que construyó su base desafiando a Europa, prometieron recortes de gastos y subidas de impuestos para poder calificar para la ayuda financiera de la Unión Europea (UE).

Los mercados recompensarán la disciplina. Entre los castigados por ellos en la década de 2010, Argentina y Turquía se aferraron a políticas poco ortodoxas, y todavía enfrentan costos por intereses muy elevados. Grecia realizó reformas ortodoxas y vuelve a ser un prestatario con buena reputación a nivel mundial.

Pero ahora la disciplina tiene un significado más estricto. Ya sea que EEUU acumule billones en pasivos para Medicare y la seguridad social o que Europa se dedique a subvencionar la energía, no es aconsejable que incluso las superpotencias pidan préstamos como si el dinero fuera todavía gratis. En la nueva era de la política monetaria restrictiva, los mercados pueden volverse rápidamente contra los despilfarradores, por muy ricos que sean.

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