Diego Battiste

Sistema B: “La pandemia es un llamador al que no podemos dar la espalda”

El movimiento Sistema B considera que la crisis por coronavirus abre los ojos sobre la importancia de que las compañías sean más humanas

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16 de agosto de 2020 a las 08:46

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Bebo Gold, graduado en Marketing de la Universidad ORT, iba y venía de su trabajo todos los días y en su tiempo libre se ocupaba de ayudar a los demás, hasta que un día se preguntó: “¿por qué no ayudar también desde mi trabajo?, ¿por qué tenemos que ser de una manera en la vida profesional y de otra forma en la vida personal?”.
Así descubrió su afinidad con el Sistema B, un movimiento mundial cuyo propósito es que las empresas se focalicen no solo en la ganancia, sino también en el impacto social y ambiental como parte del corp business.

“Cuando con el Sistema B empecé a promover el bien social, el bien ambiental, el bien común, se me borró la línea divisoria entre lo personal y lo profesional. Sentí que era yo mismo, en mi totalidad, y decidí que era donde me quería quedar. Esas conversaciones sobre cómo impactar positivamente en los demás y en el entorno son las que tengo hoy en día con los empresarios”, explicó a Café & Negocios.

Desde mayo de 2019, Gold (50) es el director ejecutivo de Sistema B, organización a la que ingresó en 2017. Reporta a un directorio en Uruguay y a una dirección ejecutiva del Sistema B Internacional, ubicada en Chile.

Su principal función es generar más empresas B en el país y acelerar las iniciativas a través de talleres, charlas, alianzas con la academia, discusiones sobre economía circular y otros temas con la ONU, gobiernos y demás integrantes del ecosistema.

Son 10 las compañías uruguayas certificadas como B: Gemma (consultora de sustentabilidad y comunicaciones), 3 Vectores (dedicada al diseño sustentable), 4D lab (experiencias de aprendizaje de inglés), La Cristina (agroquímicos y pastoreo racional, primer campo certificado B del mundo), Liatin Impulso Creativo (pantallas de comunicación de contenidos sobre responsabilidad social en los ómnibus y algunos locales), Neto Innovación Social (agencia de comunicación y eventos responsables, en la que Gold es inversionista), Verde Agua (productores y procesadores de vegetales y legumbres, hidroponía), Werba (reciclaje de materiales no ferrosos), Youhub (cowork que trabaja en temas de equidad) y Ecologito (granja avícola ecológica).

¿Cómo está el Sistema B en Uruguay en esta pandemia?
Estamos trabajando a full. Venimos inspirando y conversando con el sector público, el privado, la academia y la organización civil, tratando de atraerlos a que generen cambios.
Estos son momentos de reflexionar cómo las empresas pueden ayudar a solucionar temas sociales, ambientales y económicos.
Esta pandemia nos ha traído un mensaje de encaminar nuestra forma de relacionarnos y nuestra forma de hacer negocios. Es un llamador al que no podemos darle la espalda

También fuimos invitados por el Grupo Young Presidents’ Organization (YPO) en la campaña “Nos cuidamos entre todos” y fuimos un aliado estratégico en el proceso.
Esa campaña juntó más de US$ 5,5 millones de muchas empresas que, en forma solidaria, colaboraron durante la crisis sanitaria.

¿Alguna empresa del ecosistema B ha quebrado en la pandemia?
No tengo reporte de ninguna que haya cerrado. La mayoría son pymes y algunas grandes empresas. Han sido impactadas como el resto del mercado. Pero todas están funcionando y trabajando, buscando otros caminos en lo virtual, otras formas de seguir adelante, como todas.
Hace ya varios años que el número de empresas B certificadas en Uruguay no crece, ¿a qué se debe?

Es cierto, es un debe que tenemos. En la región, el movimiento creció muchísimo, en Uruguay no fue así. En parte, hay una falta de concientización o de prioridades en las empresas, y la falta de gestión de nosotros en el Sistema B también influye.
Digo esto porque asumí mi cargo actual hace algo más de un año y antes no había una dirección en la organización para dedicarle más tiempo a promover el sistema. También la pandemia atrasó los procesos de certificación, porque las empresas han tenido más presiones de otras áreas. Por esa razón en el primer semestre del año pusimos a funcionar un consejo empresarial que ayuda en ese sentido, ya que suma empresas grandes del país que dan impulso al movimiento.

¿Quiénes integran y cómo funciona ese consejo?
Está integrado por 25 personas que representan a 23 empresas, más una representante de la ONU, Viginia Suárez, y la organización civil ANDA con su presidenta Elisa Facio. El consejo es multisectorial. Están Banco Itaú, HSBC, Fucac, SURA, Ta-Ta, Mercado Libre, Avon, Softys (Ipusa), Salus, Danone, Movie, Guyer & Regules, Price Waterhouse, Ferrere, entre otros.

Son miembros que se comprometen con la visión de una nueva economía y la ponen a disposición de sus empresas y quieren ser ejemplo para que el resto del mercado también pueda hacerlo.

¿Por qué las empresas que integran el consejo no están certificadas? ¿No es un requisito?
No pretendemos que se certifiquen, sí que tengan el compromiso de adherirse a los Objetivos de Desarrollo Sostenible que promueve la ONU y midan el impacto de sus empresas en el camino de la certificación.

Lo importante no es que se certifiquen, pero sí que se midan, que sepan cómo están paradas con relación a estos temas de impacto y que sigan un camino en ese sentido.

Diego Battiste


¿Cómo es el proceso de certificación?
Hay que darse de alta en el programa que aparece en nuestra web, el cual lleva al interesado a responder una herramienta de evaluación que consiste en 200 preguntas sobre cinco ejes transversales a toda la compañía: el impacto ambiental, lo social, la relación con la comunidad, los trabajadores y la gobernanza.
Cuando la gente comienza a responder las preguntas, se va dando cuenta de qué está haciendo o dejando de hacer su empresa. Son preguntas disparadoras de reflexión. El proceso no es solo de evaluación, sino también de gestión, porque la herramienta ayuda a hacer cambios en la empresa. Y a medida que se responde, se obtiene un puntaje.

Cuando se llega a los 80 puntos, se pide una llamada con la certificadora B Lab y desde allí se sigue el proceso hasta llegar al momento de la certificación. Uno de los últimos pasos es cambiar los estatutos de la compañía, en los que se comprometen con el modelo de impacto. La certificación se otorga por tres años, y luego las empresas se recertifican cada tres años.

¿Qué pasa habitualmente con las empresas que hacen ese recorrido?
Es común que digan que hacen muchas de las cosas que indican las preguntas, pero no lo tienen registrado. Por ejemplo, promueven la responsabilidad social, pero no lo sistematizan bien. También suele ocurrir que la responsabilidad social no sea parte del core-business.

¿Podría poner algún ejemplo de avance en el mercado local?
Es un poco lo que está pasando con Salus, o con la compañía de cosméticos Avon, que fue comprada por Natura, donde gran porcentaje de sus envases ya no son de plástico virgen.
Muchas embotelladoras están intentando que, de a poco, el envase plástico no sea virgen y promueven a quienes están en la cadena de recolección del material

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