Talvi versus Andrade: ellos debaten, ganamos todos

Los dos precandidatos a la presidencia estarán frente a frente este jueves en un programa especial de Todas las voces

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11 de junio de 2019 a las 18:36

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La noticia doméstica de esta semana es que, finalmente, dos precandidatos a la presidencia sostendrán un debate en la televisión abierta. Los que, por fin, se atrevieron a dar este paso son Óscar Andrade (Partido Comunista – Frente Amplio) y Ernesto Talvi (Ciudadanos – Partido Colorado). El programa que logró el milagro fue Todas las voces, que conduce el periodista Daniel Castro en canal 4. Que un debate sea noticia no deja de tener un lado deplorable. Lo que debería ser la norma sigue siendo, en Uruguay –la mejor democracia de América Latina–, todavía una rarísima excepción. La “lógica” imperante entre la abrumadora mayoría de precandidatos sigue siendo el estar a favor de los debates en teoría, pero rehuirlos, siempre con una buena excusa, en la práctica. Primero el cálculo miope, de corto plazo. Luego, bien lejos, el respeto básico, axiomático, que la ciudadanía se merece.

Andrade y Talvi aceptaron debatir. Andrade ya lo había hecho, en un programa de radio, con Mario Bergara, otro de los precandidatos frenteamplistas a la presidencia. Talvi, en cambio, hace unos meses había rechazado la oportunidad de confrontar ideas con Bergara (el único que nunca ha dicho que no) argumentando que solamente debatiría con el que se impusiera en las encuestas del Frente Amplio. Nunca entendí ese argumento. Por eso, pienso que el cambio de criterio debe ser destacado. No es posible conocer a ciencia cierta cuáles son las motivaciones últimas que orientan los comportamientos políticos. En cambio, sí podemos especular sobre bases un poco más sólidas acerca de las posibles consecuencias de sus conductas. Desde mi punto de vista, la decisión que acaba de adoptar el ascendente precandidato colorado es perfectamente funcional a su estrategia electoral.

Es notorio que el apoyo a la candidatura de Talvi ha venido creciendo entre los electores colorados. Derrotar nada más ni nada menos que a Julio María Sanguinetti, una verdadera leyenda de la política uruguaya, ha dejado de parecer imposible. Dicho sea de paso, el crecimiento de Talvi entre los colorados tiene algunos puntos de contacto con el de Juan Sartori entre los blancos. Pese a sus enormes diferencias (solvencia técnica y responsabilidad de un lado, ligereza y propensión a la demagogia del otro), ambos son caras absolutamente nuevas en las ofertas electorales de sus respectivos partidos. Observado con un poco de perspectiva, este despegue de los nuevos, de los outsiders, no es tan difícil de explicar cuando se lo coloca en el contexto de los numerosos síntomas de fatiga política que viene mostrando la ciudadanía.

El debate con Andrade, en ese contexto, representa para Talvi una excelente oportunidad. Si elige la estrategia adecuada puede consolidar la tendencia alcista que muestran las encuestas. Si se equivoca puede pagarlo caro. Por eso, en términos del análisis político pasa a ser especialmente interesante prestar atención a la dinámica discursiva de este debate. ¿Qué hará Talvi? Imagino dos posibilidades. La primera de ellas sería, para decirlo en nuestra jerga, utilizar este escenario para “correrse a la izquierda”. Si eligiera esta opción, en lugar de privilegiar la confrontación, el precandidato colorado buscaría poner énfasis en su preocupación por la equidad y la fractura social. Téngase en cuenta que la búsqueda del esquivo elector “centrista” es una auténtica obsesión en los dirigentes de los partidos fundacionales. Hay antecedentes: Sanguinetti pactando con Hugo Batalla en 1994, Jorge Larrañaga mateando con José Mujica en 2008, Luis Lacalle Pou “por la positiva” en 2014.

Pero Talvi podría elegir la estrategia opuesta, es decir, la de subrayar las diferencias, construyendo una “frontera” (Chantal Mouffe dixit). Si llegara a optar por este camino el jueves de noche lo veríamos convertido en “fiscal” de la Era Progresista: veríamos a un Talvi confrontativo, “por la negativa”. Cuenta la leyenda, y es posible que sea cierto, que Sanguinetti logró obtener la ventaja que precisaba para ganar la elección de 1994 porque, a último momento, en un recordado debate con Tabaré Vázquez, no vaciló en dejar en segundo plano el discurso centrista que había construido pacientemente desde que contribuyó a derogar cinco artículos de la ley de empresas públicas (1992), para priorizar la confrontación con Vázquez “corriéndose a la derecha”.

Ya veremos qué estrategia elige Talvi. En todo caso, este debate es también una excelente oportunidad para su antagonista. Hace algunas semanas escribí que Carolina Cosse podía llegar a verse beneficiada por una corrida de votantes cuya primera preferencia es Andrade pero que, tomando nota del escenario de polarización instalado entre Daniel Martínez y Carolina Cosse, optarían a último momento por apoyar a la ex ministra (su segunda preferencia). Sin embargo, a esta altura podría pasar lo opuesto. Cosse sigue sin lograr avanzar. Ella sostiene que su candidatura se ha “invisibilizado” porque es mujer (aunque no es cierto, no deja de ser un buen recurso retórico). En todo caso, los frenteamplistas de izquierda, los más movilizados, siguen con atención los movimientos de Andrade. Si tiene un buen resultado en su confrontación con Talvi puede terminar captando una parte importante de los votos de los electores de izquierda que Cosse no termina de fidelizar.

El cambio de postura de Talvi en relación a los debates ha tenido otra consecuencia políticamente relevante. De inmediato, Julio María Sanguinetti movió una pieza en el tablero: desafió a debatir a Daniel Martínez, el favorito en la carrera por la nominación en el Frente Amplio. Desde el punto de vista del líder colorado la jugada es perfectamente lógica. Retando al que encabeza las preferencias de los frenteamplistas contribuye a reforzar una noción instalada hace tiempo en el debate público: el precandidato colorado favorito es él (y no Talvi). Como sea, el desafiante ganó algunos puntos. El desafiado los perdió.

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