Pedro Pascal y Bella Ramsey protagonizan The last of us

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The Last of Us: la "maldición" que rompió la serie y el cambio en las adaptaciones de videojuegos

El éxito de la serie de HBO, que adapta uno de los videojuegos más aclamados de la historia, puede cambiar la suerte de los entretenimientos electrónicos que pasan a la pantalla
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20 de enero de 2023 a las 05:04

El pasado domingo 15 de enero se estrenó en HBO la serie The Last of Us. Una de las narrativas mediáticas que acompañó su debut en la pantalla fue el de que esta adaptación de un videojuego homónimo de 2013, que está considerado como uno de los mejores de la historia del medio, no solo estaba a la altura del material original sino que también es la encargada de romper una “maldición” que hasta ahora había aquejado a Hollywood: la de las fallidas adaptaciones de videojuegos.

La afirmación no es del todo cierta, ya que en los últimos tiempos hubo algunas series que había revertido lo que sí era una tendencia irrefutable: el cine y las series no le encontraban la vuelta a esas adaptaciones. En el correr de los últimos años Netflix estrenó Castlevania, Arcane (sobre el juego League of Legends) y Dragon Age: absolution, que fueron bien recibidas y celebradas por conocedores y neófitos, pero con la particularidad de que son animaciones, que ha tenido mejor suerte que las adaptaciones con personas de carne y hueso. Sin ir más lejos, Pokémon empezó como un videojuego y luego, gracias a su serie animada, se convirtió en una franquicia mundial hiperredituable, además de tener en la película Detective Pikachu a otra adaptación exitosa.

Los videojuegos recorrieron en cuestión de décadas el camino entre Pac-Man y The Last of Us. De entretenimientos adictivos pixelados y simples, donde la exigencia o lo lineal de sus conceptos eran suficientes para tragar más fichas o quedarse un rato más frente al televisor o el monitor, a entretenimientos adictivos con mundos inmersivos, historias complejísimas al punto de generar mitologías propias, y un nivel de espectáculo visual capaz de rivalizar y hasta superar a cualquier taquillazo de Hollywood.

No es raro entonces que los entretenimientos electrónicos hayan sido una fuente tentadora de material para el cine y la televisión. A lo largo de las décadas la literatura (incluyendo el éxito de las adaptaciones de los cómics de superhéroes en los últimos quince años), las biografías de figuras célebres y los hechos reales han sido fuentes inagotables para el audiovisual, pero aunque parezca contraintuitivo, hasta hace muy poco el salto de los videojuegos a este otro formato había sido fallido.

Siempre hay algo intransferible en el paso de un medio a otro. El gran diferencial de los videojuegos es la capacidad interactiva, el involucramiento del jugador que avanza a su ritmo, que toma decisiones, que con sus acciones mueve la narrativa y surca el relato. En el cine o en una serie hay que sentarse y quedarse quietito mientras se mira la historia que los creadores nos quieren contar. Ese puede ser un factor que impide el salto, pero si vamos al caso, la literatura permite imaginar a gusto lo que se lee en la página y las adaptaciones quitan esa posibilidad.

Por otra parte, el prejuicio también puede haber jugado su partido. Durante un buen tiempo, los videojuegos eran tratados como algo menor, como un divertimento infantil o adolescente que podía ser un buen material para llevar a la pantalla y capitalizar aprovechando la fuerza del material base.

El tiempo pasó, el medio maduró y creció, y hoy no solo está aceptado como un soporte válido, sino que también es una industria que factura incluso más que el cine. Y también hay una generación que se crio jugando, que los tiene incorporados a su menú de consumo cultural, y los respeta al momento de trasladarlos a una serie o a un filme, manteniendo sus temáticas y espíritus intactos, como no era el caso en adaptaciones previas.

Ese aspecto también se refleja en quienes están involucrados en este tipo de proyectos. Las primeras adaptaciones aparecieron a mediados de los años 90, con adefesios como la película de Mario Bros, la del juego de peleas Street Fighter o las de su competidor Mortal Kombat, que llegó a alcanzar un cierto estatus de culto. Todas dirigidas y en varios casos protagonizadas por personas que no quedaron en la historia dorada del cine, precisamente.

Los nuevos proyectos, como The Last of Us, tienen detrás a figuras con algo más de reputación. La novedad de HBO está comandada por Craig Mazin, responsable de la serie Chernobyl, acompañado por Neil Druckmann, el creador del juego original. Los creadores de la serie Westworld, JJ Abrams y Michael Bay son otros nombres que están vinculados a futuras adaptaciones que están en carpeta para los próximos años, tanto en cine como en televisión o streaming.

Y después también una cuestión no menor: la retroalimentación de clichés, tonos y géneros que hay entre el cine y los videojuegos. Todo el arte se nutre de influencias de su propio formato y también de otros, y desde que transcendieron la complejidad narrativa de “nave espacial que le dispara a marcianitos” o “círculo amarillo junta puntitos mientras es perseguido por fantasmas de colores”, el cine fue una inspiración más o menos obvia para el entretenimiento electrónico.

Hay videojuegos que son westerns, hay de guerra, hay históricos, ciencia ficción, fantasía, aventuras a lo Indiana Jones, espionaje, terror, hasta comedia y misterio. Hay homenajes, copias y parodias de películas, series o libros. Y cuando son adaptados, terminan generando un pastiche que ya se ha visto mil veces antes, y mejor hecho.

Sin ir más lejos, la historia que propone The Last of Us es una que se ha visto mucho: un mundo postapocalíptico descarrilado por una catástrofe mundial que convierte a la mayoría de la humanidad en algo parecido a zombies –aquí lo provoca un hongo mutado por el calentamiento global– y a un par de sobrevivientes que tienen que cruzar un mundo devastado y lleno de personas que dejan salir sus peores instintos y comportamientos.

La misión de sus responsables será la de transitar ese camino ya conocido (The Walking Dead es la referencia más obvia y una de las más cercanas en tiempo y éxito), dándole un sabor propio. La escala y ambición de la producción, el destacado trabajo de su elenco y la tensión, la humanidad y la acción que se vieron en el primer capítulo son señales que generan optimismo de cara a lo que venga.

La estética de los videojuegos está presente en la serie

The Last of us no es la única responsable, pero la tendencia está empezando a cambiar, y hay otros proyectos de adaptación interesantes en el horizonte: Fallout, otra historia postapocalíptica, en este caso sobre un mundo posterior a una guerra nuclear donde los habitantes de refugios subterráneos establecidos por el gobierno estadounidense salen al mundo después de décadas bajo tierra; Mass effect, una saga de acción espacial ambientada en el siglo XXII; Netflix prepara una serie de Assassin’s Creed (que ya tuvo una película, bastante mediocre), una serie de juegos ambientada en distintos períodos históricos, desde la antigua Grecia hasta el Renacimiento italiano sobre el enfrentamiento entre dos sociedades secretas por el destino de la humanidad; y el magistral Disco Elysium, una inclasificable aventura detectivesca protagonizada por un policía amnésico que debe resolver un asesinato en una ciudad devastada por una guerra civil reciente y gobernada por potencias extranjeras.

Aunque aún parece temprano para confirmar si la tendencia se mantendrá y se convertirá en la nueva normalidad después de décadas de dolores de parto, hay razones para creer que los videojuegos serán una nueva fuente de material constante y de calidad para el audiovisual, sobre todo para las series.

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