Javier Milei hoy frente a empresarios israelíes durante su primera gran gira internacional
Luis Majul

Luis Majul

Periodista y director de El Observador 107.9 y El Observador Argentina

Política > POR LUIS MAJUL

Tras la caída de la Ley Ómnibus, Milei cree que la oposición lo quiere voltear en abril

Más allá de la ley ómnibus, el presidente cree que empezaron a caerse las caretas de los “kirchneristas descafeinados”
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07 de febrero de 2024 a las 14:10

El presidente Javier Milei no parece triste ni apesadumbrado por la caída de la aprobación de la cada vez más deshilachada ley de Reforma de Estado. Dice que lo venía venir. Sostiene que esto no le impedirá seguir con las reformas de corto plazo que tienen un objetivo central: bajar la inflación y llegar al déficit cero lo más rápido posible.

Milei sigue con obsesión casi enfermiza la variación de precios. Hora por hora. Día por día. Y, por ahora, se muestra optimista: parece que la inflación mayorista de la última semana de enero registró una suba de “apenas” el 5 por ciento. Y eso lo hace pensar que la tendencia a la baja podría continuar.

También es optimista con respecto a al superávit comercial y la limpieza del Banco Central. Por un lado, espera que ingresen a las arcas del Estado unos 30 mil millones de dólares. Por el otro, entiende que, si el ritmo de la desaceleración de la inflación se mantiene, no tendrá necesidad de volver a devaluar, más allá de las pequeñas correcciones del tipo de cambio.

¿Se puede transformar lo que para algunos es una evidente derrota parlamentaria en un triunfo político espectacular? “No”, dice el presidente. Porque admite que, de acuerdo a su visión, la demora en implementar los cambios estructurales que se acaban de caer, va retrasar el futuro nivel de crecimiento de la economía argentina.

Lo coloca en los siguientes términos: “Si se hubiera aprobado La ley de Bases completa, y el DNU, tal como lo presentamos, la Argentina, una vez que empezara a despegar, hubiera crecido al 10 por ciento mensual. Sin estas herramientas, creceremos a un ritmo no del 10, sino del 3 por ciento, pero creceremos igual”.

Aunque el Presidente no lo diga, está preocupado por que en muchas áreas del gabinete, y entre los que hablan con los parlamentarios, no hay gestión. O hay mala gestión.

Hay quiénes hablan del síndrome Marcos Peña. O lo que le achacaban a Marcos Peña, durante el gobierno de Macri. Consideran imperdonable que hayan ignorado que si la aprobación general volvía a comisión, se caía el proyecto completo. Eso no tiene que ver con las posturas ideológicas. Es lisa y llanamente impericia.

Otros, dentro del gobierno, consideran una enormidad escrachar a los diputados que votaron en contra de las iniciativas oficiales. Milei no. Según su visión, la buena noticia de lo que muchos consideran un fracaso es que “se empezaron a caer las caretas”.

Para que se entienda bien: Milei cree que, ahora, la mayoría de sus votantes van a entender quiénes se ubican del lado del cambio y quiénes no. Que van a conocer, con nombre y apellido, la identidad de los diputados a quienes denomina “kirchneristas descafeinados”.

El presidente afirma que, por acción u omisión, ellos están jugando a favor de quiénes aspiran a voltearlo, para que no llegue hasta abril. “Que ellos digan lo que quieran. Pero la realidad, tarde o temprano, se va a seguir imponiendo. Las tres cuartas partes del DNU siguen vigentes y apenas presentamos un cuarto de las reformas estructurales en las que estamos trabajando. Si al final del día la inflación termina bajando, los que resisten el cambio se van a volver más irrelevantes todavía”, sostiene.

Milei no diferencia entre los que considera corruptos, y entongados con los negocios públicos y privados, y quienes no estarían, según él, completamente entongados, pero los toleran. Por acción u omisión. Tampoco se muestra demasiado sorprendido. Acusa: “Hacen cuarenta años que viven del Estado. ¿Quién puede ser tan ingenuo de pensar que van a soltar el queso, solo porque haya sido elegido un presidente que no es cómplice de sus negocios?”.

Entre su enojo y su optimismo, quedan los meses de febrero, marzo y abril. Entiende que en los próximos noventa días se juega el éxito o el fracaso de apabullante gobierno.
 

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