Xi Jinping y Donald Trump en noviembre de 2017

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Trump se embarca en conversaciones comerciales para presionar a China

La Casa Blanca envió una notificación al Congreso para hacerle saber que comenzaría conversaciones comerciales con Japón, la Unión Europea y Reino Unido
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22 de octubre de 2018 a las 05:02

Alan Rappeport y Keith Bradsher
The New York Times Service

Poco después de cerrar acuerdos comerciales con Corea del Sur, Canadá y México, el presidente Donald Trump se está embarcando en un nuevo plan: la remodelación a su gusto del Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica por medio de una ráfaga de acuerdos comerciales bilaterales.

Trump, quien sacó a Estados Unidos del pacto comercial con otros once países al cual ha llamado una “violación de nuestro país”, busca forjar relaciones comerciales más profundas con varias de las naciones de la alianza, así como con la Unión Europea y el Reino Unido.

Sin embargo, mientras que el Acuerdo Transpacífico tenía como objetivo alentar a China para que hiciera los ajustes económicos y estructurales exhaustivos que algún día le otorgarían un lugar en el pacto comercial, Trump considera que estos nuevos acuerdos bilaterales son una manera de contener las crecientes ambiciones económicas, geopolíticas y territoriales de Pekín.

Esta semana, la Casa Blanca envió una notificación formal al Congreso para hacerle saber que comenzaría conversaciones comerciales con Japón, la Unión Europea y el Reino Unido. Además, el gobierno estadounidense también tiene puesta la mira en acuerdos de libre comercio con Filipinas y Vietnam, como parte de su esfuerzo por limitar a China mediante convenios en su patio trasero.

La iniciativa llega en medio de las crecientes tensiones económicas y de seguridad nacional entre Estados Unidos y China, y antes de una posible reunión entre Trump y el presidente de China, Xi Jinping, a celebrarse en noviembre. El gobierno estadounidense ya impuso tres rondas de aranceles a un total de 250.000 millones de dólares al año en productos chinos por una disputa de propiedad intelectual; aplicó aranceles adicionales al acero, el aluminio y las lavadoras de China; endureció las restricciones de seguridad nacional relacionadas con las inversiones chinas en sectores delicados de la economía estadounidense; y reforzó la ayuda internacional con el objetivo de compensar la creciente influencia de China en los países en vías de desarrollo.

En el verano, Trump amenazó a Europa con imponerle un “castigo tremendo” en la forma de aranceles a los autos, para después retractarse antes de las negociaciones. El mes pasado, durante las conversaciones con Canadá, Trump amenazó en repetidas ocasiones con tasar los autos canadienses, incluso sugirió que los aranceles podían ser mejores que un acuerdo.

 

China va a la delantera con su propio plan para que haya comercio un tanto más libre en Asia por medio de la Asociación Económica Integral Regional, la cual reducirá los aranceles relacionados con el comercio dentro de Asia, y esto servirá para vincular a los mercados asiáticos más de cerca con China. No obstante, el pacto respaldado por China está adoptando la forma de un acuerdo comercial bastante limitado. A diferencia del Acuerdo Transpacífico o de los acuerdos bilaterales de libre comercio que concibió el gobierno de Trump, este pacto no impondrá estándares mínimos de mano de obra ni restricciones a las empresas propiedad del Estado.

El gobierno de Trump considera que las concesiones que obtuvo en el Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC), el cual remplaza el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, en temas como la mano de obra, la manufactura y otros son una plantilla para sus acuerdos comerciales futuros, en particular con Asia.

Entre las estipulaciones más importantes que quiere reproducir la Casa Blanca en sus próximos acuerdos se encuentra poner límites a los acuerdos independientes que los socios comerciales pueden realizar con China. El nuevo pacto con México y Canadá limita de forma drástica la capacidad de estos países para firmar acuerdos de libre comercio con una economía ajena al mercado… una disposición que tiene como objetivo evidente a Pekín. Si Estados Unidos logra negociar acuerdos que contengan un lenguaje similar con los vecinos de China, podría ser un desafío particular para los esfuerzos de Pekín por tener lazos más cercanos con otras naciones asiáticas.

A inicios de este mes, un funcionario de la embajada de China en Canadá dijo que la disposición era un “comportamiento deshonesto” que socava la soberanía nacional.

El gobierno estadounidense también quiere tener la capacidad de renegociar acuerdos comerciales de forma más frecuente para que Estados Unidos pueda garantizar que los términos comerciales le sigan siendo favorables. El T-MEC tiene un plazo fijo de 16 años, es decir, Estados Unidos podría pedir otra ronda de concesiones comerciales cuando expire. El énfasis en esta renegociación en parte proviene de la experiencia estadounidense con China, país que ingresó a la Organización Mundial del Comercio en términos diseñados para países en vías de desarrollo. Desde entonces se ha convertido en el principal fabricante del mundo, pero aún cumple con disposiciones que le permiten mantener barreras altas a las importaciones.

El T-MEC también evita que las empresas que son propiedad del Estado —de las cuales China tiene muchas— se beneficien de los aranceles bajos. Además, contiene una prohibición en torno a la manipulación de la moneda, una medida que el gobierno de Trump quiere meter a presión en otros acuerdos comerciales.

En repetidas ocasiones, Trump ha acusado a varios socios comerciales, entre ellos Europa y China, de haber debilitado a propósito su moneda para abaratar las exportaciones. En abril, el Departamento del Tesoro agregó a China, Alemania, Japón, Corea del Sur, Suiza e India a su lista de seguimiento de países que podrían manipular sus monedas. Sin embargo, de forma oficial, Estados Unidos no ha llamado manipulador a ningún otro país desde que le colocó la etiqueta a China en 1994, y no se espera que lo haga cuando el Departamento del Tesoro publique su informe bianual esta semana.

“Creo que tal vez es mucho más difícil obtener los mismos beneficios estratégicos y arquitectónicos de una serie de acuerdos bilaterales de los que se podrían obtener con acuerdos regionales de mayor envergadura, y por supuesto que no en el mismo periodo”, señaló Michael Froman, representante comercial de Estados Unidos en el segundo mandato de Obama.

La semana pasada, en las reuniones anuales del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional, Steven Mnuchin, secretario del Tesoro, señaló que Estados Unidos deseaba que el acuerdo con México y Canadá fuera un modelo para acuerdos futuros. Durante una entrevista con CNBC, cuando habló de la estipulación sobre las monedas en el acuerdo, Mnuchin comentó: “Eso será importante en las siguientes negociaciones comerciales”.

Aún falta ver si el gobierno de Trump puede garantizar esas disposiciones en acuerdos comerciales futuros. No obstante, Trump, envalentonado por las recientes “victorias” comerciales que consiguió gracias a la amenaza de aranceles sobre los automóviles, se está preparando para poner a prueba su estrategia de aporrear a sus socios comerciales hasta someterlos, pero con economías más formidables.

En el verano, Trump amenazó a Europa con imponerle un “castigo tremendo” en la forma de aranceles a los autos, para después retractarse antes de las negociaciones. El mes pasado, durante las conversaciones con Canadá, Trump amenazó en repetidas ocasiones con tasar los autos canadienses, incluso sugirió que los aranceles podían ser mejores que un acuerdo.

La preferencia que ha demostrado el gobierno estadounidense por cerrar acuerdos bilaterales ha provocado críticas de algunos exfuncionarios del comercio, quienes advierten que es probable que ese tipo de acuerdos sean más reducidos y promuevan menos inversiones y cooperación a largo plazo que el extenso bloque comercial que concibió el gobierno de Obama con el Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica.

“Creo que tal vez es mucho más difícil obtener los mismos beneficios estratégicos y arquitectónicos de una serie de acuerdos bilaterales de los que se podrían obtener con acuerdos regionales de mayor envergadura, y por supuesto que no en el mismo periodo”, señaló Michael Froman, representante comercial de Estados Unidos en el segundo mandato de Obama.

Además, el deseo del gobierno de Trump por alcanzar un acuerdo comercial con Filipinas también podría ser polémico. Desde que ganó las elecciones hace dos años, el presidente Rodrigo Duterte se ha convertido en un paria de los derechos humanos por haber autorizado asesinatos extrajudiciales como parte de una medida enérgica en contra de la epidemia que sufre el país respecto de las metanfetaminas y otras drogas.

Abrir negociaciones con Filipinas podría ser especialmente problemático mientras Estados Unidos lucha por mantener sus relaciones económicas y diplomáticas con Arabia Saudita, después de que este mes desapareció en Turquía un periodista disidente saudita. El gobierno de Trump ya está bajo fuego por haber dado prioridad a las relaciones financieras en lugar de preocuparse por el periodista, Jamal Khashoggi, quien, según los turcos, fue asesinado a manos de los sauditas.

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