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La política puede debilitar las economías del mundo

La lucha económica entre EEUU y China amenaza la estabilidad global.
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21 de octubre de 2018 a las 05:01

Martin Wolf
The Financial Times


Los mercados alcistas, se dice, escalan un muro de preocupación. Cuando el último individuo aprensivo se convierte en un optimista totalmente comprometido, el mercado no tiene a dónde ir sino a la baja. Eso pudiera ser lo que acaba de suceder: ya existía tanto optimismo en la evaluación de los precios de los activos financieros —sobre todo en EEUU— que una vez que regresó la preocupación, no tenían a dónde ir sino a la baja. ¿Hasta qué punto pueden los acontecimientos en desarrollo exacerbar las preocupaciones? Hasta un punto muy significativo, es la respuesta.

Como lo evidenciaron las reuniones anuales del Fondo Monetario Internacional (FMI) y del Banco Mundial, abundan los motivos de preocupación. Por encima de todo, ha surgido una lucha entre superpotencias viejas y nuevas. Esto puede cambiarlo todo. La buena noticia es que el informe “Perspectivas de la economía mundial” (WEO, por sus siglas en inglés) del FMI continúan pronosticando un sólido crecimiento económico, con un crecimiento de la producción mundial del 3,7% este año y el próximo, a paridad del poder adquisitivo (PPA), como en 2017.

La mala noticia es que esto representa una reducción de 0.2 puntos porcentuales en 2018 y 2019 en comparación con su pronóstico de abril. Más que nada, “el equilibrio de riesgos… se ha desplazado a la baja en un contexto de elevada incertidumbre política”. Con respeto a esa rebaja, el informe enfatiza sorpresas negativas en el crecimiento dentro de algunos países de altos ingresos para principios de 2018, guerras comerciales iniciadas por EEUU y problemas en economías de mercados emergentes (ME), las cuales se deben a debilidades específicas de los países, a condiciones financieras más estrictas, a tensiones geopolíticas y a precios del petróleo más elevados.

El Fondo subraya que el aumento en los precios del petróleo, en parte relacionado con la reimposición de sanciones a Irán, pudiera empeorar. Esto perjudicaría a los importadores de petróleo vulnerables. Además, con una tasa de crecimiento por encima del potencial, y con un bajo desempleo en numerosas economías de altos ingresos, particularmente en EEUU, la inflación pudiera sorprender al alza. Incluso sin esto, la “normalización” monetaria en los países de altos ingresos tiene mucho camino por recorrer.

Tal y como lo ha dicho Warren Buffett, “solo descubres quién está nadando desnudo cuando baja la marea”. Los más desnudos son aquellos con balances vulnerables: un alto apalancamiento y significativos vencimientos, liquidez y desajustes de divisas. Cuando la marea de condiciones financieras fáciles se retira, las dificultades financieras y económicas son inevitables. De hecho, ya han sucumbido varias economías emergentes, siendo Argentina y Turquía obvios ejemplos. Un gran descenso en el apetito por el riesgo, posiblemente provocado por guerras comerciales o por un acelerado endurecimiento monetario en los países de altos ingresos, pudiera desencadenar una fuga de capital más generalizada.

Un aumento en la aversión al riesgo afectaría más ampliamente a la estabilidad financiera y, por lo tanto, a la económica. Las valoraciones de los activos de riesgo son, en muchos casos, exageradas y la vulnerabilidad del balance general es pandémica, como lo evidencia el “Informe sobre la estabilidad financiera mundial” (GFSR, por sus siglas en inglés). Solo un pequeño cambio en las condiciones financieras globales logró perjudicar algunas economías emergentes. Pero, como lo señala el GFSR, la deuda agregada de los hogares, de las empresas no financieras y de los gobiernos en países “con sectores financieros de importancia sistémica actualmente es de US$ 167 billones, o más del 250% del producto interno bruto (PIB) agregado”, en comparación con el 210% en 2008. Un sinnúmero de deudores deben ser vulnerables a las crecientes tasas de interés.

El gobierno estadounidense no ha aliviado la situación al embarcarse en una expansión fiscal procíclica altamente irresponsable, en adición a lo que el FMI ha denominado una “dinámica de deuda ya insostenible”. Sin embargo, el exceso del sector privado tampoco es difícil de encontrar allí. En la eurozona, el apalancamiento en los sectores corporativo y gubernamental sigue siendo alto. La economía china también está extremadamente endeudada.

Mientras tanto, los precios de los activos importantes se mantienen elevados. En EEUU, la relación de precio/ganancias (P/E, por sus siglas en inglés) ajustada cíclicamente —desarrollada por el ganador del Premio Nobel Robert Shiller— continúa siendo más alta que en ningún otro momento en 137 años, excepto en 1929 y en los últimos años de la década de 1990 y principios de la de 2000. Esto es cierto incluso si se considera una media móvil de ocho años de ganancias reales, en lugar de la normal de 10 años, excluyendo así los años de la crisis. Esta situación representaba un accidente en potencia. La semana pasada, uno pequeño debidamente ocurrió.

La economía y los sistemas financieros mundiales son frágiles; nadie puede saber cuán frágiles hasta que realmente se pongan a prueba. Sin embargo, la fuente más importante de la fragilidad es política; un rezagado legado de la crisis financiera. En país tras país, los populistas y los nacionalistas están en el poder o cerca de él. Las características sobresalientes de estos políticos son la miopía y la ignorancia arraigada. Inevitablemente, ellos propagan incertidumbre. El gobierno italiano, por ejemplo, ha socavado la confianza de que Italia permanecerá en la eurozona, con peligrosos resultados.

El mayor cambio de todos se ha dado en EEUU. La semana pasada, el presidente Donald Trump rompió un establecido tabú al condenar el reciente ajuste por parte de la Reserva Federal. Bajo el mandato del Sr. Trump, EEUU también se ha embarcado en un asalto al sistema de resolución de disputas de la Organización Mundial del Comercio (OMC) y en una guerra comercial abierta con China.

Pero, por encima de todo, la administración estadounidense parece estar preparada para una nueva guerra fría con China. El Sr. Trump incluso habla de impedir que la economía china se vuelva más grande que la de EEUU. Incluso si continuara siendo una guerra fría, no una caliente, sería mucho más importante para EEUU que su rivalidad con la Unión Soviética: China es más populosa y su economía está mucho mejor administrada, es más dinámica y está más integrada a la del mundo.

Esta insensatez puede no importar tanto durante los buenos tiempos. ¿Pero qué ocurrirá durante la próxima crisis? ¿Cooperarán los legisladores como lo hicieron en 2008 y en 2009? Esta pregunta tiene peso dentro de los países, dentro de agrupaciones como la eurozona y a nivel mundial. La economía mundial abierta pudiera colapsar. Estos son tiempos peligrosos, más de lo que muchos actualmente reconocen. Las advertencias del FMI son oportunas, pero previsiblemente minimizadas. Nuestro mundo está siendo trastocado. La idea de que la economía continuará andando independientemente de lo que está sucediendo es una fantasía. 

 

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