Un acuerdo y una diferencia entre Estados Unidos y la Unión Europea

En esta oportunidad, ambas partes acordaron rebajar las tarifas sobre sus respectivas producciones de ambos metales, en base a un sistema de cuotas y tarifas, que permitirá el comercio recíproco con menores aranceles hasta un cierto nivel de toneladas. Con un alcance de más largo plazo, ambas partes habrán de analizar cada año el volumen de las importaciones americanas de acero y aluminio desde la UE para encauzar de la mejor manera posible el comercio recíproco y asegurarse que la producción proveniente de economías que no son de mercado, en especial China, puedan beneficiarse de los espacios que resulten excedentes en el comercio entre ellos. 

El acuerdo es muy similar al que EEUU alcanzó con Canadá y México, que consintieron en rebajar sus ventas al mercado americano a cambio del levantamiento de las tarifas aplicadas hasta entonces

El tratado se venía siendo negociando desde el pasado mes de mayo y pudo ser alcanzado en vísperas de la entrada en vigencia de un aumento de las tarifas de la UE sobre las exportaciones americanas. Las autoridades europeas estaban bajo una fuerte presión de los productores de ambos metales para lograr la eliminación de las tarifas de EEUU. Ello porque los americanos les compraban unos 3.2 millones de toneladas anuales antes de a la imposición de las tarifas, nivel que desde entonces descendió en una tercera parte.

En adición, ambas partes también acordaron dar por terminadas las 232  disputas cruzadas que estaban en curso ante la Organización Mundial de Comercio. Un efecto lateral de ello será el impulso a la exportación a la UE de algunos otros rubros producidos en EEUU, como por ejemplo el de bebidas alcohólicas, que podría volver a los niveles previos a la disputa comercial iniciada en el 2018.

En contraposición a este principio de solución para una diferencia comercial de más de tres años, en este fin de año ha asomado un nuevo posible conflicto ahora entre EEUU y Alemania.

La causa principal de esta diferencia responde a la intención de Biden desde el inicio de su gobierno de fortalecer al movimiento sindical americano, no sólo por razones ideológicas, sino también para inducir un aumento de la inflación en los meses en que ella era inferior a la meta oficial del 2 % anual. No es de descartar, además, una motivación de orden proteccionista.

En este marco, el desencuentro podría plantearse en el ámbito de la industria automotriz.

La producción y la venta de vehículos eléctricos es una de las grandes transformaciones que avanza en el mundo para cuidar el medio ambiente. En la actualidad, China es el máximo productor de vehículos eléctricos del mundo, seguida por Alemania y Estados Unidos.

En la primera mitad del año que termina, la matrícula de los vehículos eléctricos fue del orden del 7 % del total en China y la Unión Europea, al tiempo que en Estados Unidos esta participación fue algo inferior al 3 %, como consecuencia de la reticencia con la que los consumidores americanos aún miran a esta nueva variante vehicular. En todo caso, los distintos gobiernos están instrumentando diversas medidas de estímulo a la demanda de estos vehículos, como subsidios o exoneraciones tributarias.

Por ahora el Senado se resiste a aprobar un proyecto de ley presentado por el Presidente Biden para impulsar un ambicioso programa de orden social y además combatir el daño al medio ambiente. Para el logro de este segundo gran objetivo, el proyecto prevé que cada uno de los nuevos automóviles impulsados a batería y los híbridos tendrán un crédito fiscal de US$ 12.500. De este total, US$ 4.500 sólo estarán disponibles para los autos producidos por una planta automotriz que tenga un sindicatos de sus trabajadores y US$ 500 más para aquellos que tengan una batería americana.

En conocimiento de este proyecto, las grandes fábricas alemanas instaladas en EEUU plantearon su objeción ante la diferencia en estos subsidios con respecto a los vehículos producidos por industrias americanas pero sin sindicatos de trabajadores. Es seguro que esta crítica también habrá de ser planteada por la UE con respecto a los vehículos importados. Por ello es que el reclamo es que el subsidio se aplique por igual para beneficio de todos los compradores de vehículos eléctricos.

Las fábricas de origen alemán produjeron más de 742.000 vehículos en EEUU el año pasado y emplean más de 60.000 trabajadores. Volkswagen, Audi y BMW son los mayores vendedores de autos eléctricos e híbridos pero Audi no tiene una planta en EEUU en tanto VW, BMW, Mercedes y Toyota  no tienen sindicatos. Para peor, el subsidio propuesto por Biden tampoco contemplaría a los vehículos eléctricos producidos por otras fábricas como por ejemplo Ford, que los arma en México. 

Hasta ahora el proyecto de ley que contiene estas disposiciones no tiene los votos necesarios en el Senado para ser aprobado. Pero dado el interés de Biden y del ala progresista de los demócratas, no es de descartar que con algún cambio, la iniciativa sea finalmente aprobada, con sus eventuales desencuentros con la industria automotriz.