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Un debate a favor de los electores

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04 de octubre de 2019 a las 05:00

Los candidatos presidenciales Daniel Martínez (Frente Amplio) y Luis Lacalle Pou (Partido Nacional) fueron los protagonistas del primer debate por televisión luego de 25 años de ausencia y, por ese gesto, la historia reconocerá el papel de ambos en haber recuperado un instrumento de comunicación política que siempre fortalece a la democracia.

No obstante, nos parece que el debate, organizado por los canales privados, los medios públicos, la revista semanal Búsqueda y la Asociación de la Prensa Uruguaya (APU), pudo haber sido más plural y, por otra parte, favorecer la calidad de la información.

Más ajustado a las elecciones en primera vuelta, hubiese sido que se sumaran al debate los candidatos Ernesto Talvi (Partido Colorado) y Guido Manini Ríos (Cabildo Abierto). En los comicios del domingo 27 la competencia es por la Presidencia, pero también se renueva el Poder Legislativo.

La puesta en escena del debate –exposición, réplica y contraréplica, un mensaje final de cada uno de los candidatos y sin ninguna pregunta de los moderadores ni del público– es la más previsible de todas y la que más se presta a montar una imagen artificial de los polemistas.

El formato del debate tiene que estimular la discusión de opiniones y no encorsetarla que lo único que logra es fomentar intervenciones apegadas a un discurso de guión.

Martínez y Lacalle Pou alternaron sus presentaciones divididas en cuatro ejes temáticos (economía; seguridad humana y convivencia; desarrollo humano; y el futuro con énfasis en el medio ambiente, la ciencia y tecnología y la innovación). Hubo cuatro moderadores –todos periodistas– que intervenían en pareja para presentar cada módulo y solo controlar que los candidatos respetaran las reglas de juego establecidas.

Quizás por las altas expectativas que había en torno a un debate de candidatos que no ocurría desde hace un cuarto de siglo, se esperaba una contienda de más sustancia.

Pero la estrategia de comunicación de ambos líderes impidió una discusión a fondo. Por el lado de Martínez, hubo variaciones en torno a los dos modelos de gobierno en pugna y la idea de las mejoras económicas y sociales que en su opinión dejaron las administraciones del Frente Amplio en 15 años; y Lacalle Pou, por su lado, enfatizando en la falta de credibilidad del partido de su oponente por una variedad de promesas incumplidas.

El electorado que siguió el debate solo recibió pinceladas de ambos presidenciables –o expresiones de deseo– sobre temas relevantes como el papel del Estado, el déficit fiscal, el mercado de trabajo y la reforma de la educación. Llamó la atención que no hubo ninguna intervención sobre inserción internacional y política exterior –algo tan importante para el desarrollo del país– ni sobre Venezuela.

Quizás fue en seguridad pública donde se notó un contrapunto más profundo en relación a los otros temas de debate, así como en algunas ideas planteadas al abordar el cambio climático.

La característica del debate fue funcional a los dos postulantes y ello explica las sonrisas de satisfacción en los dos bandos.

Es deseable que en futuros debates se plantee un formato más dinámico, que empuje a la espontaneidad de los candidatos. Y, lo más importante, que tenga en cuenta a los electores.

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