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Un foco potencial de conflicto puede ser la situación en Transnistria, la región separatista de Moldavia

La situación en la región es herencia del proceso de disgregación de la Unión Soviética. Geográficamente, lo que ahora es Transnistria es la parte de la ex República Socialista Soviética de Moldavia que se encuentra al este del río Dnipro
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08 de marzo de 2023 a las 05:00

El próximo conflicto en la antigua Unión Soviética puede estar gestándose en Tansnistria, la región separatista no reconocida de Moldavia, según afirma Anatol Lieven, director del Programa Eurasia en el Quincy Institute, una institución estadounidense de análisis estratégico y política exterior.

En Transnistria hay desde 1990 una pequeña “fuerza de paz” rusa de unos 1.500 efectivos que está aislada de Rusia por la guerra de Ucrania e imposibilitada de acceder a un recambio de sus efectivos ya que desde el verano de 2022 el gobierno moldavo bloqueó la rotación de nuevas fuerzas de paz rusas. Incluso el primer ministro moldavo, Dorin Recean, pidió la expulsión de las fuerzas rusas.

Si fuerzas ucranianas o moldavas atacan la guarnición rusa o la bloquean económicamente, la posición de las mismas sería insostenible y deberían rendirse rápidamente, lo que abriría otro frente de conflicto armado en la región. 

Según Lieven, los peligros de la cuestión de Transnistria fueron expuestos por los atentados con bomba en su capital, Tiraspol, por las acusaciones de Rusia de que Ucrania está planeando una acción militar contra sus tropas y por las acusaciones de los gobiernos de Ucrania y Moldavia de un complot ruso para iniciar un golpe de Estado por elementos prorrusos en la propia Moldavia.

La situación en la región es herencia del proceso de disgregación de la Unión Soviética. Geográficamente, lo que ahora es Transnistria es la parte de la ex República Socialista Soviética de Moldavia que se encuentra al este del río Dnipro. Es una franja angosta de unos 4.000 kilómetros cuadrados, con apenas 65 kilómetros en su parte más ancha. Sus 475.000 habitantes son aproximadamente 29% rusos, 28% moldavos de habla romaní y 23% ucranianos. El resto incluye búlgaros y otras nacionalidades que se establecieron allí desde la época del imperio ruso.

Cuando el Imperio Ruso se derrumbó en la Primera Guerra Mundial, Rumania se apoderó de Besarabia, pero lo que ahora es Transnistria cayó bajo el dominio soviético y se convirtió en parte de una "región autónoma de Moldavia" dentro de Ucrania.

En 1940, como resultado del Pacto Molotov-Ribbentrop, Stalin recuperó Moldavia y unió la mayor parte de la región autónoma de Moldavia para crear la República Socialista Soviética de Moldavia, con una gran mayoría moldava de habla rumana. Sin embargo, Transnistria siguió siendo étnicamente distinta y también difería socioeconómicamente del resto de Moldavia. Estaba más industrializado y esto a su vez atrajo la migración laboral de Rusia y Ucrania. Como en otras partes de las regiones industrializadas de la Unión Soviética, la mayoría de la población hablaba ruso.

Cuando la Unión Soviética comenzó a colapsar en 1990-91, Transnistria vio crecer la agitación por la separación de Moldavia y un regreso al estatus separado que había existido antes de 1940.

El resultado fue un breve conflicto en la primera mitad de 1992 entre Moldavia y los separatistas de Transnistria (respaldados por elementos del antiguo ejército soviético) que se saldó con unos 700 muertos y terminó con la intervención de las fuerzas de paz rusas. Desde entonces, se mantuvo una tregua con muy poca violencia y un comercio considerable entre ambos territorios.

Transnistria no fue reconocida oficialmente por ningún otro estado (incluida Rusia), pero sobrevivió gracias a una combinación de comercio semilegal y subsidios rusos (incluido el gas gratuito que paradójicamente continúa fluyendo a través de Ucrania). Rusia usó el tema como una forma de bloquear los movimientos moldavos hacia la membresía en la Unión Europea y la OTAN.

Los propios gobiernos moldavos oscilaron entre partidos pro-rusos y pro-occidentales; en parte, quizás porque los moldavos están divididos en sus sentimientos acerca de la vecina Rumanía, donde sospechan que mucha gente siente en privado que Moldavia realmente debería volver a ser parte de Rumanía.

Al comienzo de la invasión rusa de Ucrania, las fuerzas rusas intentaron atravesar el sur de Ucrania, lo que, de haber tenido éxito, les habría permitido conectarse con Transnistria. Sin embargo, fueron derrotadas en los alrededores de la ciudad de Voznesensk. A principios de noviembre de 2022, Rusia se retiró de la ciudad de Jerson, su única cabeza de puente al oeste del río Dnipro.

Salvo un colapso total (y altamente improbable) del ejército ucraniano, ahora parece imposible que Rusia refuerce Transnistria.

Lieven afirma que, a primera vista, pareciera improbable que Rusia desee precipitar una nueva crisis en una región que no puede defender. Tampoco la pequeña fuerza rusa “de paz” está en posición de amenazar a Ucrania desde el oeste. No hizo ningún movimiento para hacerlo hasta ahora, incluso al comienzo de la guerra cuando las fuerzas rusas en el sur parecían estar haciendo rápidos avances.

Por otro lado, es posible que elementos tanto en Moldavia como en Ucrania vean una oportunidad de resolver el problema de Transnistria por la fuerza, imponiendo así una derrota humillante a Rusia y abriendo el camino para que Moldavia avance hacia su membresía en la OTAN.

Tales situaciones podrían conducir a escaladas rusas en otros lugares y una victoria moldava y/o ucraniana en Transnistria también sería un ejemplo que a los georgianos les resultaría imposible no imitar cuando se trata de sus propias regiones separatistas de Abjasia y Osetia del Sur, que también cuentan con el respaldo de Rusia y no son reconocidas por el resto del mundo.

La diferencia es que Abjasia y Osetia del Sur se encuentran en una posición estratégica muy diferente a la de Transnistria. Están en la frontera de Rusia y pueden ser fácilmente reforzadas por Moscú. La última vez que Georgia intentó reconquistar Osetia del Sur por la fuerza, en agosto de 2008, el resultado fue un desastre militar para las fuerzas de Tiflis.

El ejército ruso podría haber capturado fácilmente la capital georgiana y derrocar al gobierno georgiano, pero la intervención personal del entonces presidente francés, Nicholas Sarkozy, convenció a Putin de que no lo hiciera. Dado el drástico deterioro de las relaciones franco-rusas durante el año pasado, es muy poco probable que una intervención del presidente Emmanuel Macron tenga el mismo efecto hoy.

En el caso de un conflicto en Georgia, los Estados Unidos se enfrentaría a una elección muy desagradable y peligrosa, entre quedarse quieto y ver cómo aplastan a un socio, o enviar tropas estadounidenses para luchar contra Rusia, algo que la administración Biden decidió evitar en Ucrania, y hasta ahora lo viene logrando, por lo menos directamente.

Para Lieven, en el caso de Transnistria la solución parece ser que sean fuerzas neutrales de las Naciones Unidas quienes reemplacen las fuerzas rusas, algo a lo que Rusia se resistió en el pasado, pero que ahora podría ser persuadida de aceptar, dada la extrema vulnerabilidad de sus propias fuerzas en la región. El esfuerzo diplomático podría dirigirse en el sentido de alentar a Moldavia y Transnistria a formar una confederación, en la que Transnistria disfrutaría de plena autonomía.

La condición de la partida de las fuerzas rusas podría ser un tratado de neutralidad, inspirado en el que fue establecido para que las fuerzas soviéticas y occidentales abandonaran Austria en 1955. La membresía de la OTAN y de la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (dominado por Rusia) estaría prohibida, dejando el camino para una futura solicitud de adhesión a la Unión Europea. 

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