Russian President Vladimir Putin toasts with attendees after a ceremony to bestow state awards on military personnel who fought in Syria, at the Kremlin in Moscow on December 28, 2017. / AFP / POOL / Kirill KUDRYAVTSEV

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Un mundo a la deriva, pero...

El ritmo de las interacciones económicas, comerciales y sociales avasalla las estructuras clásicas
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05 de enero de 2018 a las 05:00
Por Ignacio Bartesaghi*

Un nuevo año comienza y salen a escena múltiples estudios y artículos sobre las perspectivas para el 2018. Un breve repaso de lo ocurrido durante el año pasado, explica claramente las razones que llevan a los analistas internacionales a verse imposibilitados de hacer prospectiva.

En enero de 2017 asumió la presidencia de Estados Unidos Donald Trump. Se trata del hecho de mayor relevancia internacional, no solo por los efectos directos de sus políticas, sino especialmente por los indirectos.

La administración Trump lidera una batalla contra los organismos internacionales y la agenda global atacando a la ONU, la OTAN, la OMC y retirándose del Acuerdo de París sobre el cambio climático. A su vez, considera que los acuerdos comerciales existentes son contrarios a los intereses de Estados Unidos, visión que lo llevó a retirarse del Acuerdo Transpacífico (TPP), renegociar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (Nafta) y mostrarse poco interesado en el Foro de Cooperación
Económica de Asia Pacífico (APEC).

Si bien con un componente elevado de retórica, Estados Unidos mantiene relaciones diplomáticas delicadas con Rusia, China y las potencias europeas. En diplomacia innova en Corea del Norte y Medio Oriente, lo que puede generar impactos impredecibles. El presidente norteamericano no se olvidó de América Latina, especialmente arremetiendo contra México y revisando la política seguida por Obama con Cuba.

Frente a este escenario de aislacionismo estadounidense, cabría preguntarse cómo ha reaccionado la comunidad internacional. El hecho más notorio es el papel jugado por la Unión Europea, un enorme actor en lo económico y comercial, pero mucho más pequeño en el plano político. Este hecho encuentra explicación en las propias características de la organización, pero también en los hechos acontecidos recientemente.

Más allá de que el bloque logra recuperarse de la crisis económica de 2008, aún sigue sin encontrar salida a la crisis internacional con Rusia por la anexión de la Península de Crimea, continúa enfrentando una crisis migratoria y persisten los ataques terroristas en sus principales ciudades. A este contexto se le agrega nada menos que la histórica salida de Reino Unido de la Unión -hoy en plena negociación-, el movimiento independentista en Cataluña y la compleja situación con Polonia. Si bien las elecciones en Francia dieron un respiro al liderazgo europeo, las elecciones en Alemania afectaron a Angela Merkel, sostén indiscutido de la estabilidad de la organización y de su proyección internacional.

Frente a la ausencia del liderazgo europeo, el vacío aumenta. En ese sentido, Rusia expande su presencia en Asia Central y mantiene una relación de equilibrios con China, país que a través de un renovado liderazgo de Xi Jinping busca posicionarse como la nueva potencia internacional y aumenta su presencia económica, comercial y política en todas las regiones del mundo.

Otros países que parecen mostrar una actitud menos firme frente a los asuntos internacionales, llevan adelante políticas regionales más silenciosas acompañadas de reformas internas que podrían ubicarlos en posiciones de privilegio en el convulsionado escenario mundial. Este es el caso de la India, Japón, Corea del Sur, Indonesia, Irán y el rol que jugará Nigeria en el todavía olvidado continente africano.

América Latina por su parte, está ausente de liderazgos especialmente en sus dos principales economías Brasil y México, pero también en las potencias medias como Colombia, Chile y Perú. La única excepción podría ser la de Argentina, que desde la asunción de Macri y tras un abrupto cambio de modelo económico y de sus relaciones exteriores, logró cierto reconocimiento internacional.

Parte de los países latinoamericanos siguen salpicados por endémicos casos de corrupción, no logran controlar la violencia desatada por el narcotráfico y enfrentan crisis políticas de renovación. A este panorama se le debe adicionar el quiebre democrático en Venezuela, país que atraviesa dificultades políticas, sociales y económicas de dimensiones inesperadas, lo que transcurre frente a la ineptitud de los organismos políticos regionales como la OEA, la Celac y la Unasur.

El relato de lo acontecido durante el año 2017 nos lleva a concluir que el mundo está de cierta forma a la deriva, pero debe reconocerse que otros acontecimientos permiten un análisis un poco más esperanzador. Sin desconocer la importancia de los Estados en la resolución de muchos de los hechos anteriormente mencionados, es claro que al impulso de los avances tecnológicos, el mundo alcanzó un nivel de conectividad inédito, lo que permite una interacción económica, comercial y cultural jamás registrada.

Esta nueva realidad, que de cierta forma empodera a la sociedad global y le otorga mayores oportunidades, también impone nuevos desafíos para las estructuras clásicas del siglo pasado. Gran parte de las políticas públicas de hoy, los organismos internacionales y las instituciones en general, no logran acompasar los tiempos de una sociedad del conocimiento que exige otros ritmos. La falta de reacción y lo que es peor la inflexibilidad frente a los nuevos acontecimientos mundiales, derivan en quiebres y en vacíos jurídicos que irremediablemente son ocupados por los actores más fuertes.
Es muy probable que durante el año 2018 terminen de tomar forma ciertos conflictos en curso, algunos de los cuales pueden tener impacto global y deriven en reconfiguraciones del orden imperante. Ahora, el ritmo de las interacciones económicas, comerciales y sociales seguirá su rumbo y lo hará de forma cada vez más acelerada. Este fenómeno avasalla las estructuras clásicas de las relaciones internacionales e impone nuevas definiciones.

*Decano de la Facultad de Ciencias Empresariales de la Universidad Católica del Uruguay y director del Departamento de Negocios Internacionales e Integración de la misma Universidad. Doctor en Relaciones Internacionales e integrante del Sistema Nacional de Investigadores. Twitter: @i_bartesaghi

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