Morena fue abordada por los motochorros cuando iba a la escuela
Romina Manguel

Romina Manguel

Periodista de El Observador Argentina

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Un país en las sombras a días de las elecciones

Los candidatos suspendieron sus cierres de campañas en medio de un clima violento y apático. ¿Nadie es responsable y los responsables son todos?
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12 de agosto de 2023 a las 09:55

Hasta hace unas horas el país esperaba las PASO del domingo con una mezcla de apatía y enojo. Hacia afuera, ningún candidato terminaba de enamorar al electorado. Hacia adentro, ninguno de ellos lograba convertirse en líder y armador indiscutible de su espacio. 

El asesinato de una nena de once años, cuando iba camino a la escuela en el partido de Lanús el miércoles por la mañana, sólo enrareció un clima social que ya venía caldeado. 

Las imágenes saturaron los programas de televisión y los portales de noticias. El adjetivo desgarrador no alcanza para describir el hecho. Como perros sin soltar a su presa, los asesinos agarraron desprevenida a Morena y la golpearon contra el cordón de la vereda. Varias veces. No lograban zafarle la mochila. Sobrevivió lo suficiente como para decir que no podía respirar, y pedir que la llevaran con su mamá. Como lo que era, una nena de once años que esperaba pasar una jornada más en su colegio.

Los asesinos vivían en un barrio vulnerable. Morena también. 

Por primera vez desde que empezó la carrera por la presidencia, los candidatos de un lado y otro de la grieta parecieron ponerse de acuerdo y uno tras otro, en efecto dominó, suspendieron sus cierres de campaña.

Todos hicieron alusión al hecho. Ninguno dijo lo obvio: ya no había margen para escuchar lo poco que tenían para decir. Tampoco tenían ni tienen nada para aportar. A Morena le fallaron todos. Y asignarle responsabilidades al otro a dos días de las elecciones es un juego peligroso que algunos decidieron jugar igual. El resultado de la movida tan desagradable como audaz se va a conocer el domingo en las urnas.

A Morena la mataron a golpes en un país gobernado por un presidente que parece haberse jubilado antes de terminar su mandato. Alberto Fernández aparece cada tanto, rompe su silencio en ocasiones al menos llamativas como, por ejemplo, para saludar al aire a un periodista en el día de su cumpleaños. Alberto Fernández, la cabeza de la coalición de un gobierno peronista que nació fallida. ¿Es responsable su gestión del asesinato de una nena a las siete y media de la mañana en una zona denominada “caliente”? Ante la duda, silencio. 

El ministro de Seguridad y hombre todo terreno Aníbal Fernández excedió los límites de su propio cinismo cuando, consultado sobre el hecho, aseguró: “No tengo jurisdicción, no tengo por qué meterme en ese tema. La realidad es que nosotros no participamos y no puedo hablar de lo que no participo”. Más allá de la discusión de fondo acerca de la jurisdicción y las fuerzas federales que podrían haber estado y no estuvieron, sólo mostro descaro y lejanía. Se lavó las manos. Podría haber buscado alguna respuesta más cercana a una población todavía shockeada. Pero no.

El precandidato a gobernador de la provincia de Buenos Aires y hombre de Patricia Bullrich, Néstor Grindetti, fue -hasta que se lo ungió candidato- intendente de Lanús, el municipio donde ocurrió el hecho. Interrumpió rápidamente su campaña. Había sucedido lo peor en su distrito. Aseguró: “No alcanza con lo que pueda hacer el municipio respecto del problema de la inseguridad ya que pusimos mil cámaras, trece mil botones antipánico, triplicamos los móviles, pero venimos advirtiendo sobre la falta de coordinación entre las fuerzas federales provinciales y el municipio…”. Las cámaras estaban. La agonía de Morena Domínguez quedó registrada en tiempo real. Las imágenes sirvieron para dar con los motoasesinos, porque dejaron de ser sólo chorros cuando le pegaron en el estómago con tal fuerza que su cuerpo no lo pudo resistir y murió desangrada por una hemorragia interna. Las cámaras aportaron pruebas, pero nadie pudo prevenir lo que los monitores advertían a la nada: que una nena chiquita venía caminando sola y estaba por enfrentarse a una muerte violenta.

Un patrullero había pasado hacía un rato y la ambulancia se demoró en llegar porque la comunicación se trianguló en La Plata, a 55 kilómetros de donde ocurrió el hecho. Había un teléfono de emergencias local que los vecinos no conocían.

El gobernador Axel Kicillof, que va por la reelección y con ella, se juega la dignidad de un peronismo golpeado del que él parece ser uno de los pocos sobrevivientes, expuso las diferencias con su propio ministro de Seguridad. “Estas cosas se resuelven fácilmente en la Argentina", dijo Berni. El gobernador lo contradijo sin nombrarlo: “Nunca voy a hablar de estos temas con consignas facilistas”. Berni es parte de una de las carteras más sensibles del gabinete de Kicillof en la provincia de Buenos Aires. Y del mismo partido político, aunque por momentos no parezca. Como tampoco parecen estar alineados con el gobierno nacional cuando la provincia más grande, populosa y compleja del país le reclama al ministerio nacional fuerzas federales y este le responde con evasivas. Internas de la interna.

Patricia Bullrich, precandidata de la oposición, fue otra de las que rápidamente suspendió el acto de cierre sin pensarlo dos veces: el evento estaba programado nada más y nada menos que para el día jueves en el Microestadio de Lanús. Nadie ahí ni a kilómetros a la redonda quería ver ni escuchar candidatos, solo llorar y despedir con gritos feroces a una criatura. “No hay que liberar presos peligrosos. Hay que trabajar para defender a las víctimas”, dijo, y aseguró: “Necesitamos una Argentina donde los chicos no mueran cuando van al colegio”. No hacía falta decir que esa es la Argentina que ella propone, buscando hacer eje en el tema seguridad donde se siente tanto más cómoda que cuando habla de economía. Bullrich tuvo que hacer malabares. Hablar, pero hasta ahí. Acusar. Pero hasta ahí. No puede olvidar ni por un instante que el epicentro del desastre es justamente el lugar de donde proviene su candidato a gobernador. Y que las réplicas son imprevisibles.

El otro precandidato a presidente por parte de la oposición y jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, tuvo poco margen para expresarse públicamente sobre el crimen: suspendió las actividades y el cierre de campaña, expresó su conmoción y exigió que la Justicia caiga con todo el peso de la ley sobre los asesinos. “No tenemos por qué resignarnos al miedo eterno”, alcanzó a decir.

A las pocas horas, el escenario de la violencia dejó de ser Lanús y se trasladó rápidamente a la ciudad de Buenos Aires: manifestantes tercerizados que exigían ser atendidos por la ministra de Trabajo cortaron las vías del tren Roca y tiraron piedrazos en la estación de Constitución.

Cuando la situación pareció controlada, un llamado al SAME desde el corazón del centro porteño volvía torcer los acontecimientos convirtiendo por momentos el sueño presidencial de Larreta en una pesadilla. Una muerte en el Obelisco. Acusaciones de represión contra la Policía de la Ciudad en medio de una manifestación de grupos de izquierda. Facundo Molares falleció camino al Hospital Ramos Mejía en la tarde del jueves. Una causa abierta investiga el accionar de las fuerzas mientras la autopsia da cuenta de la ausencia de lesiones. La foto más temida, remembranzas de un 2001 violento.

La tarde del jueves fue para los medios un racconto de hechos de inseguridad en un país que se jactaba de haber bajado los índices de homicidio.

Vidrioso. Enrarecido. El clima se tornó oscuro. En medio de la previa de unas elecciones que despiertan más dudas que certezas: nadie puede ni quiere arriesgar nada. 

¿Y Sergio Massa? El candidato de la unidad del peronismo salió a dar un discurso confuso donde habló sobre los asesinatos de Morena, el del médico de Morón y la muerte en el Obelisco. Dijo que la seguridad debe ser una política de Estado y que lo que se discuten son dos modelos de país. ¿Cuáles? ¿Uno es este, del que él forma parte y bajo cuya gestión se sucedieron los hechos que enumera? Con la vicepresidenta ya en su residencia de El Calafate y el presidente ausente, Massa parece estar sólo. ¿Aparecerán el domingo los que prometieron su apoyo, desde gobernadores hasta centrales obreras?

Mientras, el único argumento que unifica a la dirigencia política es que la culpa la tiene la Justicia. Frente a esa certeza, cierta a medias, no hay ateos.

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