Diego Battiste

Un signo de los tiempos: la creación del Ministerio de Ambiente

La creación del Ministerio de Ambiente es una innovación institucional muy importante; el país ha demorado demasiado en desarrollar una conciencia verde

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11 de julio de 2020 a las 05:04

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Esta semana el parlamento aprobó la Ley de Urgente Consideración. El presidente Luis Lacalle Pou logró, de este modo, un objetivo tempranamente anunciado y cuidadosamente planificado. El gobierno fue inflexible en la forma (no desglosó el proyecto como algunos reclamamos) pero flexible en los contenidos (tal como se había anticipado). Las propuestas del Poder Ejecutivo fueron negociadas, primero, con los legisladores de la coalición y, luego, con los de la oposición. La disposición al diálogo dentro del Parlamento, el contexto de desmovilización social generado por la crisis de la pandemia, los altos niveles de aprobación de la gestión del gobierno, y el sentido de responsabilidad política que tuvo, en general, la oposición, hicieron posible que la tensión social no superara nunca niveles críticos. El sistema político superó la prueba. De todos modos, como argumenté en otras oportunidades, habrá que seguir discutiendo respecto a las consecuencias que podría tener la reiteración del uso de las leyes “ómnibus” de urgente consideración en la calidad de la democracia uruguaya.

Me quiero detener, hoy, en un aspecto concreto de su extenso articulado. Me refiero a la creación del Ministerio de Ambiente (artículos 291-304). Se trata de una innovación institucional muy importante. Para reflexionar sobre su significado político conviene empezar por repasar dos antecedentes. Hace 15 años, y también en el marco de una Ley de Urgente Consideración (pero de 19 artículos), el parlamento aprobó la propuesta de creación del Ministerio de Desarrollo Social (Mides) enviada por el presidente Tabaré Vázquez. Hace treinta años, en mayo de 1990, se votó la ley de creación del Ministerio de Vivienda, Ordenamiento Territorial y Medio Ambiente (Mvotma), propuesta por el presidente Luis Alberto Lacalle Herrera.

Camilo dos Santos

Tanto Lacalle Herrera como Vázquez lograron, de este modo, dar señales claras respecto a sus agendas y, al mismo tiempo, distribuir mejor los cargos entre sus socios políticos. La creación del Mvotma en 1990 permitió reforzar el perfil social del gobierno, dar un primer impulso a los temas medioambientales (una preocupación personal del presidente) e incluir entre los ministros a Raúl Lago, representando al sector colorado liderado por Jorge Batlle. La creación del Mides en 2005 fue una señal de la absoluta prioridad otorgada por Vázquez y el Frente Amplio a la atención de la emergencia social generada por la crisis del 2002. También permitió incluir en el gabinete ministerial a Marina Arismendi, persona de confianza del presidente electo, pero en representación del Partido Comunista. Dicho sea de paso, estos gestos anunciaron lo que el tiempo confirmaría: que ambos gobiernos, separados por quince años y por ideologías diferentes, lograrían altas tasas de innovación.

Lacalle Pou recorrió un camino parecido. La creación del Ministerio de Ambiente responde, en primer lugar, a sus propias convicciones y creencias. Me gusta decir que en Uruguay no gobiernan las personas sino los partidos. De todos modos, siempre los presidentes disponen de recursos institucionales y políticos para dejar su impronta personal. Para Lacalle Pou el desafío del desarrollo sustentable es tan importante como lo fue, por ejemplo, el combate al tabaquismo para Vázquez o la liberalización de la economía para Lacalle Herrera. Hay que recordar, por poner un solo ejemplo, la oposición del actual presidente al proyecto de minería a cielo abierto de Aratirí. Dicho sea de paso, como la fortuna siempre juega su propio partido, la creación del nuevo cargo ministerial le permite al presidente resolver fácilmente el problema generado por la renuncia de Ernesto Talvi. Lacalle Pou pudo designar al embajador Francisco Bustillo, una persona de su máxima confianza, en la Cancillería, concediendo a Ciudadanos, el sector liderado por el ministro saliente, la titularidad de la nueva cartera.

La creación del Ministerio de Ambiente es una excelente noticia para el Uruguay. Este país ha demorado demasiado en desarrollar una conciencia “verde”. La dimensión ambiental del desarrollo aparece cada vez más en los discursos políticos y en las plataformas electorales de los partidos, pero todavía muy poco en las decisiones cotidianas y en las políticas públicas. La ciudadanía tiene un comportamiento espasmódico. Se alarma cuando hay señales de crisis: cuando el agua de las canillas sale turbia, cuando aparecen las cianobacterias, cuando se habla de minería a cielo abierto, o cuando proliferan las fábricas de celulosa… Pero, en tiempos normales, demanda (demandamos) mucho menos de lo necesario. Las nuevas generaciones, en buena medida gracias al énfasis que se viene poniendo en los establecimientos educativos públicos y privados, parecen estar más interesados en la protección del ambiente que sus padres y abuelos.

Desde luego, una cosa es decidir crear un ministerio y otra, muy distinta, hacerlo funcionar a la altura de las necesidades y expectativas. La construcción institucional es siempre un proceso lento, generalmente acumulativo, inevitablemente plagado de dificultades. Más difícil, todavía, en tiempos de ajuste como los que nos tocan vivir, y de recortes presupuestales como los que se anuncian. Para terminar, dejo planteada una pregunta adicional relacionada con el tan viejo como recurrente problema de los recursos humanos. ¿Disponemos, como país, de la masa crítica de especialistas en políticas de medio ambiente que necesitamos para que el nuevo ministerio cumpla sus cometidos? 

Adolfo Garcé es doctor
en Ciencia Política, docente e investigador en el Instituto de Ciencia Política, Facultad
de Ciencias Sociales,
Universidad de la República

adolfogarce@gmail.com

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