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Un “trilema” global sin solución a la vista

La tensión geopolítica que ralentiza el comercio mundial y un casi seguro nuevo aumento de las tasas de interés dificultan la ya compleja meta de frenar la inflación, garantizar la estabilidad financiera e impulsar el crecimiento

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07 de abril de 2023 a las 05:03

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Las persistentes tensiones geopolíticas ralentizan el comercio mundial, la Reserva Federal de Estados Unido (Fed) avisa que volverá a subir sus tasas de interés y el sistema bancario mundial continúa bajo estrés tras los colapsos del Silicon Valley Bank, el Signature Bank y Credit Suisse. Para peor, el endurecimiento de la política monetaria por parte de los bancos centrales apenas consigue morigerar la inflación a escala global.

¿Una nueva tormenta perfecta? No, por ahora. Al menos esa es la lectura del economista que anticipó la crisis financiera global de 2008. Según Nouriel Roubini, conocido como “doctor boom”, una nueva sucesión de cisnes blancos desfila por el horizonte económico desde hace al menos un año. El hombre, está claro, no cree en los cisnes negros. Su análisis agrega que los bancos centrales “no deben caer en el autoengaño”.

“No deben suponer que la contracción crediticia que se avecina acabará con la inflación al frenar la demanda”, escribió Roubini esta semana en la prestigiosa publicación Project Syndicate. La razón: los persistentes los problemas en las cadenas globales de suministros y una oferta laboral limitada. “Inyectar liquidez y subir las tasas no puede impedir este bucle de fatalidad sistémica. Deberíamos estar preparando para una próxima crisis estanflacionaria”, advierte “doctor boom”.

Roubini apunta que el rumbo actual eleva el riesgo de un aterrizaje duro. Léase: recesión y más desocupación. “Un desconcertante acto de equilibrio que presenta el riesgo adicional de una grave inestabilidad financiera”, apunta el economista nacido Turquía, titular de la consultora RGE Monitor y profesor en la Universidad de Nueva York. Un panorama que parece confirmar las declaraciones de los funcionarios de la Fed y las proyecciones del Fondo Monetario Internacional (FMI) y la Organización Mundial del Comercio (OMC).

Inflación, empleo y fragilidad bancaria

Cuánto más se endurecerá la Fed se sabrá dentro de un mes. Más exactamente el 3 de mayo, cuando finalice la próxima reunión del Comité de Política Monetaria del organismo. Por lo pronto, todo indica que sus tasas de referencia volverán a subir. Así lo dejó entrever la presidenta de la Fed de Cleveland, Loretta Mester. La funcionaria afirmó en declaraciones a Bloomberg Televisión que la entidad impulsará “un poco más al alza” sus tasas “por un tiempo”.

“Ciertamente, estamos focalizados en la inflación y asegurando que baje al 2% anual con el paso del tiempo”, dijo Mester con relación al declarado objetivo del organismo, un nivel inflacionario que el consenso considera neutro. La funcionaria, que este año no posee derecho a voto en las reuniones de la Fed, se mostró algo optimista. “Para llegar a la meta habrá que esperar hasta 2025”, indicó en el contexto del fuerte proceso de ajuste monetario que comenzó en marzo del año pasado y que llevó las tasas a un rango de entre el 4,75% y 5%, luego del último incremento de un cuarto de punto efectuado el mes pasado.

En lo inmediato, las proyecciones de los 18 funcionarios que participaron de la última votación de la Fed indican que las tasas llegarán a un rango base del 5,1% para fin de año. Una mala noticia para empresas y hogares. También para las economías dependientes de la inversión extranjera. Un paso más que, acompañado de las actuales inyecciones de liquidez para sostener a los bancos en problemas, se dirige en la dirección incorrecta, según la óptica de Roubini.

“Doctor boom” no se anda con vueltas. Con relación al sistema bancario estadounidense indica que sólo las “pérdidas no realizadas” por la caída de sus activos mantiene a muchas entidades a flote. Un artilugio habilitado por los reguladores que les permite evitar los precios de mercado. La fragilidad se explica por el aumento de las tasas, que reduce el valor de los bonos seguros, como los del Tesoro de los Estados Unidos, y otros activos en poder de los bancos.

“A juzgar por la calidad de su capital, la mayoría se encuentran técnicamente cerca de la insolvencia, y cientos ya son completamente insolventes”, dice Roubini. La situación impacta en la economía real. A medida que la inflación aumentó el rendimiento de los bonos en 2022, el indicador S&P 500, el más representativo de Wall Street, perdió un 15%. Un dato más. A fines de 2022, las “pérdidas no realizadas” treparon a unos US$ 620 mil millones. El 28% del capital total del sistema bancario, calculado en unos US$ $2,2 billones.

¿Qué hará la Fed? Habrá que esperar. Diversos representantes del organismo dijeron desde la última reunión monetaria que tendrán en cuenta los datos económicos que se van publicando, tanto de inflación como de empleo, monitoreo que también puso en foco los movimientos en el sector bancario luego de las tensiones registradas en las últimas semanas.

En síntesis: frenar la inflación, impulsar el crecimiento y garantizar la estabilidad financiera, “un trilema” sin respuesta a la vista, según Roubini.

El comercio mundial suma dudas

Según la Organización Mundial del Comercio (OMC), el intercambio global se desacelerará este año a un 1,7%, luego de una expansión del 2,7% en 2022. Las razones: “la guerra en Ucrania, la persistencia de una alta inflación, el ajuste monetario y la incertidumbre en el mercado financiero”, según el reporte Perspectivas y Estadísticas del Intercambio Global de la OMC.

La proyección para este año implica una leve mejora de cara a la anterior estimación, que señalaba un avance del 1% durante 2023. El cambio, según los analistas de la organización con sede en Ginebra, se debe en gran parte al levantamiento de las medidas sanitarias en China en diciembre pasado, lo que “permitirá liberar una demanda de consumo contenida, que a su vez impulsará el intercambio internacional”.

La OMC también revisó, pero en este caso a la baja, el crecimiento del comercio del año pasado, que finalmente quedó en el 2,7% en lugar del 3,5% inicialmente estimado debido a una “caída más fuerte de lo esperado en el cuarto trimestre”. Un traspié que los analistas explican por los mismos motivos que siguen empañando la recuperación: inflación y ajuste monetario, a los que se sumaron los elevados precios de las commodities y los brotes de Covid-19, que afectaron la producción y el intercambio de China con el resto del mundo.

De todas formas, el número terminó siendo mejor que las peores estimaciones lanzadas cuando se inició la guerra entre Rusia y Ucrania. De cara a lo que vendrá, la OMC calcula que el Producto Bruto Interno (PBI) global se expandirá un 2,4% este año. De ser así, será un magro resultado. Tanto la cifra de expansión económica como la del crecimiento del intercambio se ubicarían por debajo del promedio de los últimos 12 años, del 2,7% y 2,6%, respectivamente.

Para 2024, la OMC maneja proyecciones de crecimiento del 3,2% para el intercambio y 2,6% para el PBI. “El intercambio continúa siendo una fuerza para la resiliencia en la economía global, pero seguirá bajo presión debido a factores externos”, evaluó la directora general de la OMC, Ngozi Okonjo-Iweala. Según la tradicional postura del organismo, ante los vientos en contra, los gobiernos deberían evitar “la fragmentación en el intercambio” y abstenerse “de introducir obstáculos en el comercio mundial”.

Pese al moderado optimismo de la OMC con relación al año próximo, el reporte advierte que las proyecciones son “más inciertas de lo usual”. Los “sustanciales riesgos” a la baja mandan. Riesgos que incluyen “tensiones geopolíticas” y “shocks en la oferta de alimentos”, además de “la posibilidad de efectos no previstos por el ajuste monetario”, una referencia, en este último caso, a las debilidades que exhibe el sistema financiero mundial.

“Las subas en las tasas de interés en las economías avanzadas también develaron debilidades en los sistemas bancarios que podrían implicar una inestabilidad financiera mayor si no se toman acciones. Los gobiernos y los reguladores deben mantenerse alertas a estos y otros riesgos financieros en los próximos meses”, agregó el economista en jefe de la OMC, Ralph Ossa.

Por lo pronto, por el lado de las exportaciones, el reporte estima para 2023 que las regiones con menor dinamismo serán África, con una caída del 1,4%, y Sudamérica, con un crecimiento de apenas el 0,3%, luego que de verificar una expansión de 1,9% de 2022. Norteamérica, con una mejora del 3,3% sería la región con mayor dinamismo. Por el lado de las importaciones, sus mayores impulsores serían los países del Commonwealth (+14,9%), África (+5,6%) y Medio Oriente (+5,5%); mientras que caerán tanto en Sudamérica (-1,6%), como en Europa (-0,6%) y Norteamérica (-0,1%).

Sobre llovido, mojado

La fragmentación en la economía y las finanzas que disparó las tensiones geopolíticas podría restarle un 1% al crecimiento global durante el próximo lustro. Así lo asegura el Fondo Monetario Internacional (FMI) en un nuevo capítulo de sus habituales Informe sobre Estabilidad Financiera Global (GFSR, por sus siglas en inglés) y Perspectivas Económicas Mundiales (WEO).

Ambos reportes, que incluirán las nuevas proyecciones de crecimiento de los países miembro, serán publicados en forma completa la semana próxima, en el marco de las tradicionales reuniones anuales del FMI y el Banco Mundial (BM). Los informes hacen eje en que las tensiones geopolíticas consolidan bloques aislados e impactan en la estabilidad global al afectar la inversión transfronteriza, los sistemas internacionales de pago y los precios de los activos.

En ese sentido, el informe destaca que las grandes empresas “cada vez más trasladan sus procesos de producción a países con preferencias políticas alineadas” para que sus “cadenas de valor sean menos vulnerables a las tensiones geopolíticas”. Sin embargo, la relocalización necesita crédito, en un contexto en el que “el aumento de las tasas incrementa el costo de financiamiento de los bancos, reduciendo sus retornos y su disponibilidad de crédito para el sector privado”, señalan los economistas del FMI.

“Un mundo fragmentado será probablemente uno más pobre”, sostiene el análisis. La posibilidad de que la fragmentación le reste un 1% al crecimiento global en los próximos cinco años se basa en escenario modelado que divide a los países en dos bloques: uno liderado por China y el otro por los Estados Unidos; dejando a algunos países, como India, Indonesia y los latinoamericanos como no-alineados. En ese escenario, el FMI estima que la pérdida treparía al 2% a largo plazo.

En el caso de los no-alineados, el organismo señala que los costos y las ganancias de tal posición son “difíciles de prever” por la incertidumbre que genera en las inversiones las presiones de Beijing y Washington, y los posibles cambios repentinos en los alineamientos.

En particular, el FMI destaca el riesgo de la posible imposición de restricciones financieras y un aumento de la fuga de capitales. “Las tensiones geopolíticas no solo se trasladan a los bancos mediante los canales financieros, sino también a la economía real a través de las disrupciones que pueden causar en las cadenas de suministro y en los mercados de las commodities”, estiman los analistas del organismo.

“Estas presiones podrían disminuir la capacidad de toma de riesgo de los bancos, impulsándolos a disminuir el crédito, lo cual termina impactando aún más en el crecimiento económico”, agrega el informe. Un impacto global, pero “desproporcionalmente mayor” para los países emergentes y en desarrollo.

Nuevamente, el FMI afirma que frente a los riesgos que suponen las subas de las tasas, los reguladores y las entidades financieras “deberán mantenerse alertas ante un potencial recrudecimiento de las tensiones geopolíticas y comprometerse a identificar, cuantificar, manejar y mitigar esas amenazas” manteniendo “un nivel adecuado de reservas monetarias” y vigilando la liquidez y la solvencia de los bancos, en especial el caso de las economías “dependientes del financiamiento externo”.

La alerta, aunque sobria, coincide con la lanzada por Roubini. Si bien el economista analiza centralmente la banca estadounidense, su advertencia se puede trasladar a otros escenarios. “Hoy sabemos que los depositantes no son tan complacientes. La fuga actual y aparentemente persistente de depósitos, probablemente esté impulsada tanto por la búsqueda de mayores retornos como por la preocupación sobre la seguridad de sus depósitos”, dice en su artículo.

Al menos en mediano plazo, y luego de no haber existido como factor durante los últimos 15 años, desde que las tasas de interés de corto plazo cayeran a casi cero tras la crisis financiera global de 2008, la sensibilidad de los depósitos a las tasas de interés volvió a escena, dice “doctor boom”. Una advertencia que no habla de buenos tiempos por venir.

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