Experto dice que gratuidad de la Udelar es regresiva.

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¿Universidad para privilegiados? La decisión en Estados Unidos que reabre el debate en Uruguay

Experto dice que la gratuidad de la Udelar es regresiva y la sociedad acaba financiando la educación de los más pudientes
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20 de julio de 2023 a las 05:02

Julissa Reynoso, la exembajadora de Estados Unidos en Uruguay y que ahora representa a su país ante España, estudió en la elite de Harvard gracias a las becas de discriminación positiva que acaba de anular la Corte Suprema estadounidense. Ella, hija de una maestra y un obrero de fábrica dominicanos, se crió en el Bronx neoyorquino donde los filtros para llegar a la universidad eran tan habituales como las protestas de hip-hop que dominaban las calles.

Por eso ahora que la Corte Suprema puso fin a esas “afirmaciones positivas”, bajo el pretexto de que al favorecer estudiantes de determinada raza se termina perjudicando a los otros, Reynoso dijo a El País de Madrid: “Es una gran decepción, pero no podemos permitir que la decisión sea un revés permanente para el país. Necesitamos mantener una puerta abierta a las oportunidades, recordar que la diversidad es nuestra fuerza”.

La investigadora uruguaya Pilar Manzi, quien está estudiando su doctorado en Estados Unidos, advirtió en un artículo que la medida de la Corte Suprema tendrá efectos en la composición de la matrícula universitaria: ya había pasado en California cuando ese Estado suprimió la afirmación positiva y se redujo en un 40% la representación de afros y latinos en las prestigiosas UCLA y Berkeley.

Tras la medida, sin embargo, surge la duda: ¿ahora los que llegarán a las universidades estadounidenses son solo los que tienen el mérito?

Manzi explica que los privilegios siguen estando detrás de quienes ingresan a la universidad. En Estados Unidos existe la admisión por “legado”, como le llaman a los cupos destinados a hijos de quienes cursaron en esa universidad o que tienen familiares donantes. En Harvard, por ejemplo, el 7% de los ingresos son por afirmaciones positivas a los afros y el 14% por “legado”. Se estima que “casi tres cuartos de los admitidos bajo esta categoría hubiesen sido rechazados si hubiesen sido considerados simplemente como aplicantes de raza blanca”, cuenta Manzi en Razones y Personas.

En Uruguay no existe un filtro tácito de ingreso a la universidad, pero, ¿hay selección previa?

Los datos no dejan dudas. En la edad escolar, casi la totalidad de los niños afrodescendientes y blancos asisten a la educación. Pero entre los 18 y 25 años solo lo hace el 41% de los afros y el 47% de los blancos. Así lo demuestra la última Encuesta Continua de Hogares.

Tanto es así que entre los estudiantes de la Universidad de la República solo el 5% son afros, bastante menos que los afros estimados en el país y en esas edades teóricas.

Sucede que en Uruguay “en la educación secundaria se pierde un montón de gente, sobre todo de los niveles socioeconómicos más bajos”. Entonces, de quienes llegan a la universidad, “son de clases más privilegiadas” por más que la universidad sea pública y gratuita.

En ese sentido, explica el sociólogo Pablo Menese, “el lugar de origen te explica buena parte del partido: por recursos o disposición”. Como ejemplo cita que los deberes escolares son “regresivos”: porque hacerlos no depende tanto del mérito o capacidad del niño, sino de que sus padres comprendan la tarea, los orienten, les den su tiempo.

Esos privilegios suelen mantenerse de generación en generación. Como parte de su tesis de maestría, Joana Urraburu analizó la movilidad educativa en Uruguay. En ella comprobó que de los hijos de universitarios, siete de cada diez llegó a la universidad. Sin embargo, entre padres que apenas tengas Primaria completa, solo el 13% alcanzó estudios terciarios. Por lo que concluyó: “No se puede hablar de independencia del origen. Los resultados indican que Uruguay es un país de movilidad alta o media en relación a América Latina, mientras que la movilidad es menor que en países desarrollados”.

Al final de la enseñanza obligatoria, solo uno de cada diez jóvenes de los sectores más pobres sobrevive y se gradúa. Ese único sobreviviente puede que reciba alguna ayuda de becas para estudiar en la universidad gratuita, “pero no lo suficiente como para dedicarse por completo”, cuestiona Menese. Al respecto, dice: “la gratuidad de la universidad termina siendo regresiva, la sociedad toda, ricos y pobres, financian la educación de unos privilegiados”.

La gratuidad de la universidad “levanta una restricción, pero acaba financiando a quienes tal vez no lo necesitan. Sin embargo, aquel más pobre tendrá que seguir trabajando en la feria por la mañana y estudiando en la noche”.

El sociólogo Tabaré Fernández coincide en que puede existir esa regresividad, pero admite que la respuesta puede ser engañosa: “No existen estudios que demuestren qué hubiese pasado con quienes ingresaron si no existiese la gratuidad”.

Refiere a que las chances de estudiar en una universidad gratuita puede ser un incentivo en sí mismo. Por ejemplo: se sabe que el avance en una carrera universitaria mejora el salario promedio, a diferencia de lo que ocurre al término del bachillerato en que el mercado no hace la diferencia.

Manzi insiste con que “la decisión de la Corte Suprema en Estados Unidos va a limitar las posibilidades de que estudiantes de contextos vulnerables compartan aula con los más privilegiados; se aumenta el aislamiento social por clase. Esto puede tener consecuencias en por lo menos dos sentidos, ambos indeseables: reforzar las diferencias en la preferencias de política entre políticos y votantes, y minimizar las oportunidades de movilidad social”.

En Uruguay, sin decisión de la Corte Suprema, esa segregación existe de base y se da incluso antes de llegar a la universidad. “Al respecto la transformación educativa no hace énfasis, no lo discute, porque está por fuera de la discusión de base en el país”, concluye Menese.

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