“Si mi vecino fuma marihuana, prefiero que acceda a la droga por la vía legal”: regulación de marihuana redujo el estigma sobre consumidores, según estudio

Los uruguayos —sin importar su sexo, su formación y, curiosamente, su ideología— prefieren que sus vecinos adquieran el cannabis por la vía legal y que estén registrados, de ser posible, en las farmacias. Tanto es así que los consumidores inscriptos en el registro oficial “tienen una probabilidad 12,6 puntos porcentuales mayor de ser elegidos como vecinos que aquellos que no se han registrado” y supera los 36 puntos porcentuales si se adquiere por las farmacias reguladas, concluye la investigación liderada por Rosario Queirolo, Belén Sotto y Eliana Álvarez, de la Universidad Católica, y por Lorena Repetto de la Universidad de la República.

“Ser usuario legal disminuye la probabilidad de estigmatización”, así como también la reduce la frecuencia con la que se consume marihuana, revela el experimento que incluyó 2.181 encuestas cara a cara.

A los encuestados les presentaban dos perfiles de vecinos, ambos consumidores de cannabis, en el que iban cambiando, de manera aleatoria, los atributos. Y si bien los resultados mostraron cierta preferencia de que el consumo de su vecino sea esporádico en lugar de frecuente, o que la vecina consumidora sea mujer —posiblemente vinculado a que penda sobre ella menos estima de peligrosidad, dice el estudio—, hubo un dato que fue más concluyente que cualquiera: el acceso legal a la droga es lo que genera más aceptación social.

Incluso los encuestados que estaban en contra de la regulación del mercado de cannabis, manifestaron esa preferencia de un vecino que consuma por las vía legales que aquel que no. ¿Por qué? La literatura científica sugiere que los ciudadanos prefieren que se cumpla con una política aunque no la aprueben frente al incumplimiento. Este estudio lo confirma.

A la inversa, puede ocurrir que aquellos ciudadanos que estén a favor de la política púbica de regulación del mercado, prefieran que el acceso no se haga a través de registros y burocracia, uno de los cuestionamientos que más recibió la legalización uruguaya y sobre el que insistió el actual presidente Luis Lacalle Pou.

Más de 87.000 adultos uruguayos están registrados para acceder a la marihuana de una manera legal. Esa popularización —y el hecho de que el fenómeno sea más visible— va quitando el estigma, dice Queirolo.

El cumplimiento de las reglas y la peligrosidad o no que pueda merodear a mi vecino son los elementos que más subyacen sobre las preferencias. Por ejemplo: cuando el vecino accede a la marihuana por la vía ilegal, los uruguayos prefieren que se lo haya dado un amigo o conocido antes de que tengan que acudir a una boca de venta de drogas.

“Es posible que, al preferir un vecino que consume cannabis a través de un mecanismo legal, las personas no solo recompensen la legalidad, sino que también eviten estar cerca de alguien involucrado/a en actividades ilegales. No podemos separar estos mecanismos altamente interconectados, pero ambos funcionan en la misma dirección”, dijeron las autoras en una reciente publicación en el blog Razones y Personas. Y agregaron: “En los regímenes prohibicionistas, los usuarios de drogas no tienen otra opción para consumir que conectarse con la ilegalidad, mientras que la regulación da la posibilidad de evitar estos contactos”.

Cuando Uruguay comenzó la regulación de la marihuana, el principal argumento era que el acceso legal le quitaría poder al narcotráfico. De hecho, la propuesta formó parte de un paquete de medidas de seguridad tras el asesinato de un planchero de La Pasiva.

Diez años después, y pese a que los estudios de la Junta Nacional de Drogas estiman que cuatro de cada diez consumidores de cannabis lo hace dentro del mercado regulado, los académicos insisten con que los beneficios de la regulación no pasan por “derrotar al narco”, sino por brindarle a los consumidores un producto más controlado y de “mejor calidad”, no tener que lidiar con las bocas de drogas, buscar alternativas a “las décadas de prohibicionismo”, y ahora el nuevo experimento incorpora la dimensión del descenso del estigma que puede alentar a que más personas hablen abiertamente de su consumo y pidan ayuda.

Las autoras concluyen: “La experiencia uruguaya indica que la legalidad aumenta la aceptación social y, por consiguiente, reduce el estigma hacia los consumidores. Esto es positivo en sí mismo y, por los posibles efectos que pueda generar. Por ejemplo, puede ser que, ante un consumo problemático, los usuarios recurran más abiertamente a un tratamiento. Estos hallazgos también son relevantes para la discusión internacional sobre la descriminalización del uso de drogas en general”.