Leonardo Carreño.

Víctor Diogo: "En la selección de hoy, como que participás y no tenés obligación de ganar"

Ganó el Sudamericano juvenil de 1977, la Copa América de 1983 y la Copa de Oro con Uruguay; logró todo con Peñarol y tiene una mirada crítica del fútbol actual; una charla de dos horas con un hombre lleno de títulos

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03 de mayo de 2020 a las 05:02

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Ganó todo con Peñarol, fue campeón sudamericano juvenil y de mayores con Uruguay anotándole un gol antológico a Brasil en la final de ida. Se coronó también de la Copa de Oro y jugó el Mundial de 1986. Víctor Diogo es un referente riquísimo de un fútbol que necesita volver a vivir.

¿Cómo llegó a Peñarol?

Vine de Treinta y Tres a Las Acacias con Lasarte, el presidente de Unión Barrio Artigas. No había Tercera, había Cuarta. Fue en 1974. Quedé elegido, pero me fui para mis pagos. No quería quedarme porque iba a extrañar. Eran otros tiempos. Me tiró más el pueblo y me volví de noche. Ahí me empezaron a aconsejar que tenía que aprovechar porque hay oportunidades que se dan una sola vez. Y un año después, me vine a Peñarol y empecé a jugar en Cuarta. Peñarol me compró por algunas pelotas y un dinero que le quedó al club. Así era en aquella época. Hoy se lo contás a un contratista y se te ríe. Ha pasado a ser más importante la parte material que la humana muchas veces.

Tiraba mucho la familia y Treinta y Tres.

En mi casa no había ni luz, ni agua, teníamos una huerta orgánica y teníamos que hacer un pozo de dos metros y medio para lo sanitario y otro para regar. Hacía alguna changa y estuve a punto de ir a cosechar arroz, pero fue justo cuando me vine para Montevideo. Allá vivía con mi madre, mi padrastro y mis tres hermanos. A mi papá lo perdí cuando yo tenía cinco años. En mis pagos aprendí a correr solo porque hay un gran campo municipal, está el río, la laguna, nadaba una cuadra y media de la laguna, y caminaba mucho. Cuando no había pan, había canillas en las esquinas. Me llenaba la barriga de agua y se terminó la historia. Saber adecuarse a las circunstancias. Y cuando uno llega, no debe olvidarse de eso. Las cosas buenas, bárbaro, pero las cosas malas o la realidad, tienen que quedar en primer plano en tu recuerdo. Darle valor a las cosas y a las personas. Saber distinguir. Todo lo que uno pasó no fue en vano y supo recoger buenas experiencias.

Leonardo Carreño.

Era una época muy diferente.

Vivíamos en la pensión de Ejido y Durazno con un matrimonio que la regenteaba. Ahí estaba con Gustavo Faral y otros. Almorzábamos en la vieja sede. Nos criamos en la pensión, nos tomábamos de mañana el 156, las viejas “cachilas Leyland” de Cutcsa a las que se subía por atrás y entrenábamos en Las Acacias. Soy de la época que había un varita en 8 de Octubre y Centenario antes de los semáforos. En 1975, llegué a estar dentro del plantel de la Primera. Se lastimó Mario González y el Pepe Etchegoyen, quien no tenía puesto en el club pero iba –luego fue técnico–, después que almorcé, me tuvo una hora hablando en la puerta de la sede para darme las razones para que jugara de lateral. Yo era volante y él me explicó que podía ser más polifuncional. Además, había 11 volantes para tres puestos y ahí me di cuenta que él tenía razón. Debuté contra Danubio y ganamos en el Centenario con Hugo Bagnulo como entrenador. Un amigo recordaba que yo salía jugando y eludiendo en el área y él decía: “¿Qué hacés? ¡Reventala, sacala de ahí!”. Era mi forma de jugar y recién me estrenaba como lateral. Estoy agradecido a él y a Segundo González y Balseiro que fueron quienes me tomaron en el club. Hay que tener memoria.

¿En qué está en contra?

Los clubes han cambiado, no se sube por méritos sino por otras cosas. Incluso a nivel mundial.

¿Qué cosas?

Se mete mucha mano en determinados temas. Bueno es trabajar con gurises mientras son inocentes y no están contaminados. El mundo ha cambiado. No es todo crítica, también se mejoró en algo.

Recién decía que hay que tener memoria.

Claro. El tener memoria es lo más importante. Recorriste un camino con cosas buenas y malas y no hay que recordar solo las buenas. Las que te hacen crecer, normalmente son las malas. Y pese a los palos en la rueda que te ponen, cuando llegás, se disfruta más y se mantiene más en el tiempo todo lo logrado. Todo esto que sucede en estos tiempos, cuando pase, el tiempo da lugar a colocar las cosas y a las personas en su lugar. Soy un convencido de eso. Es muy importante. La vida me ha dado la posibilidad de transitar cosas buenas y malas, tener una familia y disfrutar de mis nietos, estar tranquilo en casa. Eso no se paga con dinero. Hay cosas más importantes que el vil metal. Acordarse también de los que jugaron con uno, es una forma de respetarlos. No solo aquellos que consiguieron cosas importantes, le aportaron al fútbol. Todo el que participó, le aportó. A veces se habla mucho y se valorizan muchas cosas, se dejan de lado a algunas personas que también merecen el reconocimiento.

Leonardo Carreño.

¿Qué valor tienen los amigos?

Tremendo, porque en los buenos momentos están, y en los malos, están los buenos amigos. Eso es importantísimo en mi vida. Por eso uno debe aprender con la convivencia, quiénes son los buenos amigos y los que no. No es tan fácil saber eso. Pero en la cancha se ven los pingos.

¿Cómo define a Hugo Bagnulo?

Un padre, un hombre derecho, de bien, que hizo mucho por el fútbol, por mucha gente y soy uno de los agradecidos a él. Una gran persona, un gran conductor, te planteaba las cosas de frente, te las decía sin pelos en la lengua. No hay nada mejor que tratar con personas así. En el primer momento te duele, si sos joven y no te gusta escuchar ciertas cosas, te llevás un golpe, pero después con los años, lo entendés. Eso también es un aprendizaje.

Ganó todo con Peñarol.

Ser campeón de América y del mundo no es para todo el mundo y eso me llena de orgullo y como manya, mucho más. Contribuir a la rica historia de Peñarol fue notable. Por eso es grande Peñarol. Salir campeón no se compra. Aunque hoy en día con los tiempos, habría que rever algunas cosas de esos dichos.

El equipo de Uruguay en el juvenil de Venezuela 1977

Bentancor lo llevó a la selección juvenil y fue campeón sudamericano en Venezuela y cuarto en el Mundial de Túnez.

Ya empezábamos a entrenar en triple horario y lograr un convencimiento mental. Llegaron de Artigas Mario Saralegui, Anzorena, Ruben Paz y el Chicharra Ramos y estaban Bica, Nadal, Hugo De León, Enríquez, el Chico Moreira, Eliseo Rivero, Duque, Vique, Krasouski, Luis Fleitas y se armó un grupo muy lindo. El profe Gesto nos largaba por los canteros de Avenida Italia desde la Seccional 14 ahí en Punta Gorda, hasta la entrada del aeropuerto. Siempre yo llegaba primero y ponía 33 minutos. Atrás mío Bica, Saralegui y el Chicharra Ramos. Los test de Cooper, eran competencias, no eran entrenamientos. Nos dejaban los casilleros aquellos de leche que pesaban un disparate y con eso desayunábamos en el Parque Roosevelt. Fue muy lindo ser campeones sudamericanos. Y es una forma de reconocer un legado que es salir campeón con Uruguay. Porque no da lo mismo si no sos campeón como algunos piensan. Si no, es menospreciar al que sale campeón. Es una forma de faltarle el respeto a aquellos que salieron campeones. Y creer que la gesta de Maracaná se puede comparar. No, es una utopía. Nada se compara con eso. Le ponen que había menos equipos, no. Se jugaba de esa forma y había 200 mil personas en el estadio. Y de la forma en que se fue. Por eso uno cuando hablaba con gente del fútbol, escuchaba y aprendía.

AUF
José Luis Russo, Víctor Diogo, Mario Saralegui, Ruben Paz y Ariel Krasouski llegan a Montevideo tras coronarse campeones sudamericanos juveniles en Venezuela 1977

¿Y la Copa de Oro con Uruguay?

Me acuerdo que la última práctica, Roque (Máspoli) iba a eliminar a los que quedaban fuera del plantel. Fue un partido de hacha y tiza porque todos queríamos quedar. Le tiraron una pelota larga al Chicharra y lo tiré con pelota y todo para afuera. Cuando vi que era él, me quería morir. Le dije: “Disculpame, Chicharra”.

Uruguay no había clasificado al Mundial de Argentina 78 y el tema estaba complicado. Roque nos llevó a concentrar a San José en la Hostería del Parque. Viajábamos para jugar y estábamos en plena dictadura. Queríamos entrenar, jugar y ver a la gente salir a la calle. El trayecto era notable porque veíamos al pueblo saludando. Y un acontecimiento como la Copa de Oro, que sirve para manifestarte, fue muy importante. Fue un momento de apoyo a nosotros y de expresión de la gente. En lo futbolístico, yo era suplente del Chico Moreira y entré en el segundo partido contra Italia cuando lo expulsaron. El ser suplente no es para todo el mundo, no es fácil. Uno siempre quiere jugar y cree que siempre tiene razón, y eso es complicado. Aprendí a ser suplente y que tenía que estar bien, demostrarle al técnico que podía entrar. Y después jugué la final. Me acuerdo que le tiré un viaje e Ze Sergio que en estos tiempos era roja, lo cociné. Fue una copa disfrutable.

¿Qué anécdota recuerda?

Nosotros habíamos pedido a la AUF un auto 0 kilómetro de premio si éramos campeones, pero no había acuerdo. A través del gobierno le pedimos que nos exonerara de impuestos para comprarlo. Y así fue. En pleno partido, ganábamos 1-0 y apareció por el túnel un edecán militar y le dijo a los suplentes: “Está acordado lo del auto”. ¡Y vino el penal para Brasil! Roque se calentó: “Que se vaya que nos está secando”, dijo. Fue un premio, pero tuvimos que pagar US$ 4.000 cada uno. Yo no sabía manejar y Fernando Álvez me enseñaba. Trajeron todos los Passat y los pusieron en el estadio. Fui a sacar el mío y se me fue el embrague, y ahí le marqué toda la parte de plástico al profe Trigo. Yo no le quería decir, y Álvez me dijo que le tenía que hablar y contarle. Fui y me dijo de todo. Después le pasamos un poco de cera y se le fue.

AUF
El equipo de Uruguay que jugó la final de la Copa de Oro ante Brasil en enero de 1981

¿Piensa que la AUF no le dio la trascendencia que tuvo la Copa de Oro?

La FIFA fue la que organizó el torneo y no le dio el lugar que le corresponde. Y la AUF, no sé. Hoy le dan trascendencia a otras cosas y no a la parte deportiva. Como que en la selección de hoy, participás y no tenés obligación de ganar, parece. En el momento, se le dio una gran importancia a la Copa de Oro y fue importante. Y lo es. No se ha organizado otro campeonato de campeones del mundo. Hubo uno y lo ganó Uruguay. Se debería reconocer. Son las personas. Los hechos están, pero las personas a veces no lo quieren reconocer. Contra eso no se puede ir.

Después ganó la Libertadores de 1982 con Peñarol.

Uno quería ganar la Libertadores. La copa te da jerarquía al ganarla. Con el correr de los años, como que algunos le van dando menos importancia. Aparte le ganamos a River argentino, Sao Paulo, Flamengo, a los tres de visitantes. Se fue presentando de a poco e ibas queriendo más. Vivís pendiente de ese objetivo. Si conseguimos cosas fue porque nos las propusimos. Teníamos jugadores de capacidad como Jair, Fernando (Morena) que metió un zurdazo al ángulo a Waldir Peres de Sao Paulo, y defendimos muy bien. En la final contra Cobreloa, yo ya pensaba que íbamos al tercer partido en la cancha de River argentino, y se dio la jugada final. Saqué una pelota de cabeza para Bossio, este a Saralegui, luego al Chicharra que le metió un pase bárbaro a Fernando y se la cambió de palo. Ahí fue la locura. Esa copa fue espectacular y con el equipo de los amores de uno se disfruta más.

Y llegó la Copa Intercontinental.

Sí, le ganamos a Aston Villa. No fue fácil. Tenían un “9” de dos metros con una fuerza bárbara. No lo podíamos controlar al principio, eran rápidos y si dabas ventaja por arriba, debías estar muy atento con él. Tuvimos momentos complicados hasta que llegó el gol de Jair. Todo un acontecimiento ganar esa copa. Bagnulo nos motivaba mucho: “Acá mandamos nosotros y nos vamos a llevar la copa”, nos dijo en la charla previa.

Víctor Diogo y Miguel Bossio dando la vuelta olímpica en Santiago tras haber derrotado a Cobreloa en la final de la Copa Libertadores de 1982

Después hubo un inconveniente con Jair porque le daban un auto a la figura de la cancha y se lo ganó él.

Hubo dos mociones entre los jugadores. Se votaron las dos, y Jair dijo que no participaba de ninguna de las dos y que si ganaba él, se quedaba con el auto. Se salió de lo normal. Hoy en el grupo de 1982, embromamos con eso, es anécdota. Pero en aquel momento, generó gran revuelo. La norma era que se repartiera, pero él lo dijo antes y se quedó con el auto.

¿Qué diferencias hay con respecto a su época?

Jugar en Peñarol hoy no es lo mismo que antiguamente. Ir a Los Aromos era toda una novedad para nosotros y más siendo del interior. Hoy se ve de otra manera la cosa. Está todo muy fácil. Antiguamente, había equipos que jugaban los mismos 11 durante cinco años y no se lesionaba ninguno. Si no andabas bien, no te mantenían en el plantel. Todo ese proceso te fortalecía, madurabas, veías las cosas diferentes. Ahora todo es más fácil. Cuesta todo mucho menos en varios aspectos. Por hacer menos, a nivel fútbol, no ganás, exigís tanto dinero sin esforzarte tanto, o no dar nada. Si yo no gano, el equipo pierde prestigio y la grandeza la dan los títulos, no la plata que tengas. Estadios tienen en todo el mundo. La grandeza de los equipos es mantenerse en nivel. Real Madrid tiene 13 Champions ganadas y quiere ganar. Lo importante cuando competís es ganar, no es participar. Por eso lo hace grande. Si uno se acostumbra a ganar, si estás preparado, es muy difícil que no llegues a instancias decisivas. Hoy hay muchas diferencias entre el fútbol sudamericano y el europeo. La diferencia es que se llevan la materia prima para Europa por el poder adquisitivo. No hay competencia. Antes, llegar costaba más. Por eso te decían “comprá ladrillos”. Comprar una casa, no era fácil. Había futbolistas con muchos años jugando y no pudieron comprarla. Y no es porque hayan tirado la plata, es porque no se ganaba mucho dinero.

¿Qué sintió cuando le pudo comprar a su madre un apartamento en Montevideo?

Fue una de las cosas que más felicidad me dio en mi vida. Fue sublime. Era algo que había prometido y pude cumplir. Eso es algo que uno lo tiene como un orgullo, un ejemplo de una cosa que alguien se propone y puede cumplirlo. Siempre estará presente con uno. Eso es algo indescriptible.

Fue campeón de la Copa América de 1983.

Jugábamos con Venezuela y Chile en el grupo. Le ganamos a los dos acá, pero perdimos con Chile en un partido que nos tiraron de todo. Entonces nos fuimos a jugar con Escocia un amistoso pensando que estábamos afuera porque Chile visitaba a Venezuela y en esa época, todos ganaban allí. Nos enteramos en Escocia por teléfono de la clasificación. Luego le ganamos a Perú y llegó la final contra Brasil.

Y se le dio aquel gol soñado…

¡Sí! Son esas jugadas que se dan una vez. Cuando jugaba de “8” trataba de ir siempre al ataque. Pero esa pelota me quedó justo ahí. Aguilera pateó, pegó en el palo, la restó Junior, salí a anticipar, la jopee y arranqué. Es uno de los goles de la selección que hasta el día de hoy la gente lo recuerda. Eso quiere decir que fue muy festejado y muy lindo. Y más en una final. A mí me marcó.

Luego vino la vuelta olímpica en Bahía.

Fue un partido complicado. Otra vez el Chicharra (Ramos) metió tremendo pase para el Pato (Aguilera) entre los dos gigantes y quedó desmayado al hacer el gol. Son momentos únicos.

¿Qué recuerda del Mundial de México 86?

Tuvimos un lío grande en Los Ángeles contra México en un amistoso previo y cuando llegamos, éramos los malos de la película para la prensa. Todo lo que hacíamos era visto con lupa. Fuimos con toda la ilusión y volví muy dolido por todo lo que pasó. Uno iba a participar del evento más importante que tiene un futbolista, un Mundial. Perdimos 6-1 con Dinamarca. Uruguay casi nunca había perdido así y eso te marca. Después se formó una olla de grillos. No se hicieron tan mal las cosas dentro de la cancha. Contra Argentina no tuvimos a todos los jugadores. Yo no pude estar porque me mostraron la segunda amarilla por sacar mal un lateral y a Batista lo echaron por no pegarle a un rival a los pocos segundos. Podríamos haber tenido mejor suerte con todos a la orden. No era lo mismo que lo marcara Mario (Saralegui) a Maradona que lo marcara el Chifle (Barrios). Ya pasó, pero son cosas que quedan en el tintero.  No fue por eso que el equipo no rindió. Fue porque no estábamos preparados. Pensábamos que teníamos un equipo armado y que podíamos ganarle a todos y no fue así. El exceso de confianza también juega en tu contra. Cuando ganás está todo bien y cuando perdés, se generan problemas. Uno debe saber llevar esos momentos.

Leonardo Carreño.

¿Qué puede decir de su hijo Carlos?

Fue todo un aprendizaje como futbolista. Tenía su personalidad. Yo no quería corregirlo. Se manejó muy bien, fue responsable, le gustaba entrenar, sabía lo que quería y tuvo una carrera ascendente. Jugar en Peñarol, ir a River argentino que ya conlleva una presión. Eso lo supo manejar. Después llegar a Real Madrid, todo muy rápido. Tuvo su aprendizaje, sus horas de soledad. Porque no es fácil, no todo es color de rosa. Los afectos y esas cosas, se complican. Estoy orgulloso porque hizo una carrera muy buena. No lo acompañó la suerte en las lesiones y fue a Real Madrid en un momento en el que se estaba desarmando con grandes jugadores que habían conseguido cosas importantes y se iban. Y lo agarró muy joven. Pero después hizo una gran campaña con Zaragoza y demostró su potencial. También estuvo en la selección con poca continuidad, pero rindió. Estoy orgulloso de él como jugador y como persona. Se lo ha ganado.

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