Villa Serrana: entre los negocios y el miedo a la "invasión" turística

En la zona hay proyectos llamativos, que se conjugan con el atractivo de la naturaleza, al que la pandemia potenció

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18 de julio de 2021 a las 08:20

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Aveces nos gusta pensar que la pandemia nos hizo “mirar para adentro”, valorar las cosas que todos los días teníamos pero pasaban desapercibidas por la vorágine diaria. Sucedió en muchos aspectos, pero en el turismo se exacerbó poniéndo el foco en zonas más agrestes y de contacto pleno con lo natural.

Silencio, naturaleza y lejanía. Con esas tres palabras se puede describir la localidad de Villa Serrana, en Minas. Tiene el tamaño de un barrio privado montevideano y según el último censo del 2011, allí vivían 89 personas.

Las calles de tierra acompañan un paisaje que es único, y que se conjuga con la cercanía hacia ciudades como Punta del Este. El crecimiento de la actividad turística llevó a que se construyeran casas en zonas aledañas como, por ejemplo, Pueblo Edén. 

Allí se encuentra uno de los desarrollos inmobiliarios más modernos de la zona: Sacromonte. Su propietario Edmont Borit es un empresario peruano, de unos 50 años, que decidió construir en Uruguay. No solo posee capacidad para hospedar gente, sino que también hay viñedos traídos de Francia. 

Edmond Borit, propietario de Sacromonte

El ejecutivo solía viajar alrededor de 200 días al año y en uno de esos vuelos, llegó a Uruguay. Luego de estar unos meses, comenzó a anclarse en el país junto a su familia, hasta que en determinado momento la decisión fue unánime: todos se querían quedar.

Mauricio López fue uno de los arquitectos del estudio Mapa que se encargó de llevar adelante el proyecto, al que aún se le están haciendo modificaciones. “Es un ejemplo paradigmático, que junta todo lo que tiene que tener un lugar en un sitio solo”, consideró.

La revista The Times eligió a Sacromonte como uno de los 100 mejores lugares del mundo para hospedarse. Consta de 110 hectáreas, en donde se dividen cuatro estructuras prefabricadas junto a las plantaciones de uva.

En realidad, Borit fue primero por las uvas y luego surgió la idea de construir, allí fue donde apareció Mapa. El estudio “no se encarga de hacer una casa de dos dormitorios que le guste a todos”, sino que López explicó que les gusta pensar el proceso paso a paso.

Y Sacromonte en este escenario entró perfecto, porque los arquitectos estaban buscando algún tipo de construcción que se conjugara con paisajes remotos. A su vez, desde Mapa trabajaron con paisajistas argentinos que fueron contratados por Borit. “Todo fue un combo muy bueno. Y ahí está el resultado”, subrayó orgulloso, López.

Más allá de que a nivel estructural los profesionales buscaron el detalle y la excelencia, el desafío era construir significado. Es decir, que el lugar tuviera “ese algo” que provoca ganas de quedarse a vivir para siempre.

En este sentido, el trabajo fue arduo y metódico hasta lograrlo. En todo momento, la naturaleza estuvo presente, porque sin ella sería imposible pensar Sacromonte.

El riesgo de la invasión

Últimamente a Villa Serrana han llegado muchas personas que deciden transitar su última etapa de vida en un entorno natural. Lo que buscan, mayoritariamente, son momentos de tranquilidad junto a sus familias y estar lejos del bullicio citadino. Sin embargo, el turista muchas veces tiene –sin querer- esa condición de ser invasivo para los pueblerinos. 

Angélica Villamontes trabaja en Villa Serrana Experiencias, un lugar que conjuga hospedaje con algunos momentos al aire libre, como ser cabalgatas.

Contó que la pandemia fue un momento de inflexión para la zona y en su memoria, no recuerda desde hace meses un fin de semana que el lugar no haya estado repleto de gente. El público es variado, desde parejas jóvenes hasta aquellos más entrados en edad pero todos suelen ir en un plan familiar.

Villamontes contó que el miedo que tenían muchos era por la inseguridad sanitaria, pero al ser familias las que llegan, es fácil mantenerse en su burbuja por lo que no ha habido contagios.

“Teníamos miedo de que empezara a llegar mucha gente y al ser una localidad chica, es peligroso porque quieras o no terminas conviviendo. Pero fue todo con mucha conciencia”, agregó. Sin embargo, muchos locatarios comenzaron a sentirse invadidos. 

Autos por caminos que no son transitables y se terminaban enterrando o algunos haciendo ruidos en la noche por la música alta, son situaciones que comenzaron a incomodar.
Villamontes explicó que se está trabajando en una especie de “plan de manejo para el turista”, que tiene como cometido poder “educar” a las personas para que no afecten a los pueblerinos y tampoco a la naturaleza.

Al ser un espacio muy agreste, muchas de las zonas tienen una erosión casi nula. Por eso, por allí no se permite circular con vehículos a combustión, para cuidar lo más privilegiado que tiene el lugar: la naturaleza. “La idea no es hacerlos sentir incómodos, al contrario, a nosotros nos encanta que vengan. Pero buscamos darles una mano”, añadió Villamontes.

El problema mayor que tiene Villa Serrana es que no estaba preparada para la cantidad de turismo que comenzó a captar. Eso por ejemplo se ve reflejado en invierno, cuando el barro no permite que los autos chicos circulen con normalidad. En palabras de Villamontes, los lugareños están tomando cartas en el asunto para incentivar un turismo responsable.

De construir casas a ofrecerlas

Lucy Pino es una empresaria de la construcción que posee una compañía, la cual se ha encargado de hacer muchas de las casas que pintan el paisaje de Villa Serrana.

Sin embargo, comenzó a ver que la demanda por parte de los turistas “subía y subía”. Así fue que se animó e hizo dos cabañas que las tiene a la oferta. Hace un año que las inauguró y desde ahí, no ha parado de recibir gente. 

En su caso, son sobre todo personas de más de 30 años que van unos días con el fin de descansar. “Fueron nuestros propios clientes quienes nos animaron a dar el salto, porque quieras o no es una inversión”, explicó Pino.

Algo curioso fue que cuando quedó terminado el proyecto y se comenzó a publicar en las redes Pino pensaba que demoraría unos meses hasta tener el primer huésped.  Sin embargo, 24 horas después de publicar las fotos, había más de 20 mensajes que esperaban respuesta de interesados en llegar. El lugar lleva el nombre de “Aroma de mar y sierra” y tiene una vista prodigiosa de cara a un paisaje completamente natural.

“Creo que la gente se cansó un poco de ver edificios y calles asfaltadas”, comentó entre risas la propietaria. 

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