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Viviendas acompañadas, un puente hacia la autonomía de familias sin hogar

Tres familias terminan este mes la primera experiencia de vivienda acompañada para usuarias de los centros del Ministerio de Desarrollo Social
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21 de diciembre de 2020 a las 05:03

Cuando tuvo la llave en sus manos quiso abrir la puerta de su nuevo hogar, pero al girarla el cerrojo no cedió y la cerradura se rompió. La explicación, según el coordinador del proyecto, “hace a la crudeza" de la realidad de estas familias: en la casa donde vivía la puerta se cerraba con una cadena. 

Incubar es la primera aproximación al modelo de vivienda acompañada que en Europa tomó relevancia como housing first. El sistema uruguayo, así como el de otras partes del mundo, funciona en escalera para las personas que no tienen un hogar: si cumplen las exigencias que se les ponen podrían ir subiendo escalón por escalón hasta llegar a tener las llaves de su un hogar por fuera del sistema. Es un modelo centrado en los esfuerzos individuales, que no necesariamente tiene en cuenta las barreras estructurales que acarrean las personas. Muchos quedan en el camino.

Se trata de una alternativa para mujeres jefas de familia que viven en los centros 24 horas del Ministerio de Desarrollo Social. Juan Carlos Gómez, el jefe del Programa de Atención a Mujeres con Niños y Niñas a cargo, indica que no se trata de una solución habitacional sino una alternativa a la convivencia colectiva, aunque el objetivo final es que las familias accedan a un subsidio de alquiler una vez finalizado el proyecto si así lo desean.

Gómez indica que en 2019 el crecimiento del programa en cuanto a demanda fue de 112%. Es decir que duplicó la población que solicitó ingreso en un año, al alcanzar las 1.100 personas dentro del programa. "Todavía no cerramos 2020 pero tiendo a creer que no va a ser muy distinto y tiendo a creer que pospandemia nuestra situación no mejora", sostiene.

Actualmente hay 600 personas en lista de espera para entrar a los centros 24 horas –200 de las cuales son madres–, señala Gómez. Para contener la situación se implementó el proyecto Hilar, mediante el cual las familias son alojadas en hoteles hasta que se libere una vacante. Aproximadamente 25% de las personas usuarias de los centros del programa tienen una estadía superior a 12 meses, según una investigación de la Dirección Nacional de Evaluación y Monitoreo.

Gómez dibuja un embudo en el pizarrón y señala que el problema que enfrentan desde el ministerio es que cada vez hay más ingresos al sistema pero la salida es limitada. Según indica el jefe del programa entre 2013 y 2018 se tramitaron 50 subsidios de alquiler a través de la Dirección Nacional de Vivienda, cuando por año circulan unas 350 familias. Esa cifra llegó como "una bofetada". "No nos queda otra que pensar instrumentos paliativos para pensar en una lógica de acceso a vivienda estable, entonces proponemos un piloto de vivienda acompañada y así es como surge Incubar", recuerda. 

¿Qué es una "vivienda estable"? Gómez explica que una solución habitacional estable no solamente pone en el centro la vivienda como un derecho sino que genera referencia para los centros educativos, las policlínicas y los propios vecinos. "Para que pueda jugar en la vereda con cualquier otro vecinito que no sea intrarrefugio", ejemplifica.

En la vereda de enfrente

Lidia Tagliana define el pasaje de su familia por centros de 24 horas para madres con hijas o hijos a cargo, como un puente.

Ahora, en una tarde de diciembre el sol entra por la puerta de su casa mientras un albañil trabaja en el techo. Su hija mayor estudia la vida y obra de Konstantin Stanislavski en la mesa del comedor mientras los gatos juegan con una cuerda. Hace poco cumplió 18 años y prepara los últimos exámenes para terminar el bachillerato. “Celeste va a ser la primera en mi familia y la de su padre en estudiar en la universidad”, cuenta su madre con orgullo. 

Los últimos años no fueron fáciles para la familia. “Fue algo medio fuerte porque yo en su momento tenía mi casa con mis hijos y su papá, él trabajaba y yo era la ama de casa. Ser jefa de familia no estaba mucho en mis planes porque estaba acompañada de alguien”, cuenta Lidia. Relata que fue “a parar” a los hogares de Mides “por fuerza mayor” con sus cinco hijos. En ese momento la más chica, Milagros, tenía cuatro meses de vida. 

Lidia pasó por varios centros y recuerda que la convivencia era lo más difícil, principalmente con otras madres que llegaban con trayectorias de vidas diferentes vinculadas a violencia de género o adicciones. Pero para los niños y niñas tampoco se hacía más fácil: “Era la ley del más fuerte”, dice. 

Un día la llamó la coordinadora del centro y le dijo que tenía una buena noticia. Le explicó de qué se trataba y ella se lo contó rápidamente a sus hijos. 

“Cuando me mudé para acá no caía en que era mi casa”, dice Lidia y resume lo que significó el proyecto en una palabra: independencia. “Personalmente fue muy fuerte, porque las mamás de los hogares estábamos acostumbradas a que siempre teníamos a alguien atrás”, señala.

Los centros 24 horas cuentan con un equipo técnico que hace un acompañamiento de las familias e interviene cuando es necesario. Ese es uno de los apoyos que las madres pueden extrañar cuando van a vivir con sus hijos, al igual que la compañía de otras mujeres. “He sacado buenas amistades de los hogares que cuando tienen su propia casa inconscientemente extrañan. No el loquero ni las peleas, porque respiran. Pero sí el acompañamiento. Por más que a veces haya diferencias siempre estás queriendo apoyarte en otras personas”, cuenta Lidia. 

Desde que toman contacto con el programa las mujeres y sus familias tienen una dupla de acompañamiento, que en esta experiencia piloto pertenecía a la organización Plataforma: un psicólogo y una asistente social. Ahora los técnicos serán funcionarios del ministerio. 

“La experiencia de casa en sí es de Milagros, porque ella casi que nació en un refugio –dice Lidia y agrega–: para ella fue un cambio muy grande decir ‘voy a tener mi casa’”. Milagros ahora tiene 8 años y lo primero que le dijo a su mamá fue que cuando tuviera su casa quería festejar su cumpleaños. En los centros las mamás organizaban los cumpleaños de sus hijos e hijas, entre ellas cocinaban y celebraban. “A veces prefería hacerlos en la escuela con los amiguitos, porque en los hogares ya éramos muchos”, recuerda.

“Estoy en la vereda de enfrente”, dice cuando recuerda los cambios que transitó en los últimos años. Mujer, madre, jefa de hogar, trabajadora y autónoma. 

Las cifras

El costo per cápita de la vivienda acompañada puede ser menor que en la convivencia colectiva. De acuerdo al informe de evaluación que realizó la Dirección Nacional de Evaluación y Monitoreo Incubar tiene un costo aproximado de $ 22.600 mensuales por persona, mientras que en los centros de atención de 24 horas el costo es aproximadamente de $ 49.900. 

Las tres familias seleccionadas para la experiencia piloto cuentan con el acompañamiento de una dupla de técnicos. Junto a ellos las madres buscaron las viviendas, con un tope de $ 15.000, y se les hizo una transferencia por única vez de $ 40.000 para comprar los electrodomésticos y mobiliario necesario. 

Las familias debían cumplir un requisito para acceder al programa: tener el sistema de cuidados de los niños y niñas resuelto. A diferencia de lo que sucede en los centros, en el modelo de vivienda acompañada no iba a haber un equipo técnico que apoyara en la crianza de los menores.

Para Gómez el proyecto tiene un objetivo cumplido: generar estructuras para que las mujeres puedan decidir. "Esa es la contraprestación, que esta familia está pudiendo vivir su vida como quiere y están generando sus aportes como cualquier trabajador y están incluidos en el sistema educativo como cualquier niño de este país y en un sistema nacional sanitario. Eso sí es inclusión social", dice el jerarca.

"Incubar no queda como un piloto", asegura el coordinador del programa. El primer piloto del programa finaliza en diciembre con tres madres y sus familias en camino a acceder a una vivienda con un alquiler subsidiado. Pero se lanzó Incubar II, en convenio con la Intendencia de Montevideo, donde viven 10 familias en el mismo predio –tres ingresos de la intendencia y siete del ministerio–, cedido en el marco del programa Fincas Abandonadas de la comuna que apunta a la recuperación de inmuebles abandonados. Finalmente, Gómez señala que está previsto licitar 30 viviendas acompañadas en 2021 que tendrían impacto en 110 o 120 personas.

El informe de evaluación del proyecto indica que "cuenta con el potencial de generar importantes mejoras en las condiciones de vida de las familias participantes". Pero esboza una dificultad a trabajar: el egreso de las familias. "La interrogante que se abre en este sentido es qué capacidad tienen las familias para sostener sus condiciones de vida una vez retirados los apoyos materiales asociados al Incubar", sostiene la evaluación.

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