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Will Smith cacheteó a Hollywood y volvió a hacer visible la violencia después del #MeToo

El actor recibió el Oscar a Mejor Actor minutos después de golpear a Chris Rock sobre el escenario: los niveles en los que se manifestó la violencia de una noche para el olvido
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29 de marzo de 2022 a las 05:01

En menos de un minuto, la ceremonia de los Premios Oscar dejó a Hollywood en silencio. La mano abierta de Will Smith acababa de caer sobre el rostro del comediante Chris Rock y el golpe que se escuchó en cada pantalla despertó un estado de confusión generalizada.

En vivo, fuimos testigos del cómo se desenvuelve la violencia en el escenario de la fiesta principal de la Academia de Hollywood, un universo que ha estado particularmente cruzado por la explosión del movimiento #MeToo desde sus comienzos, y por los intentos de incluir sus reclamos en una ceremonia que sigue echando en falta a la diversidad.

En apenas algunos segundos vimos cómo las grandes estrellas de cine se convierten en polvo al igual que cualquiera de nosotros, simples mortales. Cómo manejan, o no, sus emociones. Y, particularmente, comprobamos que son parte de la misma dinámica violenta que tratamos de evitar todos los días.

Escena 1. “Una de las mejores noches en la historia de la televisión”

El humorista Chris Rock, quien fue conductor de la entrega de premios en 2016, volvió a subir al escenario para presentar los nominados a Mejor Documental, pero no se limitó a anunciar el triunfo de Summer of Soul. Quiso hacer reír.

”¿Saben quién tiene el trabajo más duro esta noche? Javier Bardem y su esposa están nominados. Si ella pierde, no hay forma de que él pueda ganar. Javier está rezando para que le gane Will Smith. ¡Por favor, dios mío!”, dijo Rock, que no solo empezó refiriéndose a una de las mejores actrices de habla hispana como “la esposa de”, sino que la empujó hacia el estereotipo histérico de una mujer insoportable.

Ya entrado en calor, su monólogo pasó a enfocarse en Jada Pinkett Smith, sin imaginar que estaba a punto de protagonizar uno de los momentos más incómodos de la historia de Hollywood. Un chiste malo, hiriente y cuándo no machista, viniendo de un comediante que en 2016 comparó el boicot al que se sumó la pareja por la falta de diversidad en los premios con la posibilidad de tener sexo con Rihanna: "Jada Pinket Smitt boicoteando los Oscar es como si yo boicoteara las prendas íntimas de Rihanna. No fui invitado". 

“Jada, te amo. No puedo esperar para ver GI Jane 2" dijo Rock desde el escenario este domingo, comparando la calvicie de la actriz con la película de 1997 en la que Demi Moore había rasurado su cabeza para interpretar a una teniente del ejército estadounidense. Porque aunque seas Jada Pinkett Smith, por más talento y sensualidad que puedas tener, es inconcebible que te alejes del mandato de belleza. Y si lo hacés te lo van a señalar.

Jada se rapó la cabeza el año pasado luego de contar que sufría alopecia desde 2018. Después de hablar públicamente al respecto y aclarar que era un tema doloroso para ella, en 2021 decidió rasurar su cabeza y “amigarse” con la enfermedad, convirtiéndose en una inspiración para otras mujeres con la misma condición. Pero nada de eso importó. Pinkett Smith se alejó del canon aunque siga siendo impactante. El hecho es que para algunas personas aún es inconcebible que una mujer rape su cabeza, porque “pierde feminidad” y por lo tanto cierto valor estético. Ya tenemos claro que la belleza es un valor social.

Chris Rock se convirtió en el bully de la escuela que hace el chiste y busca al cómplice. Y el resto aplaudió al bufón. El mismo Smith comenzó a reírse, mientras Jada apretó las manos, miró hacia arriba y cambió el gesto. Lo que se dice en castellano: harta. Y si bien podremos estar a miles de kilómetros de distancia, real y simbólica, de una estrella de Hollywood, en el momento en el que pone los ojos en blanco cuando algún gracioso critica su cuerpo es tan cercana como cualquier hija de vecina. Se llama violencia estética.

El resto ya lo sabemos: Rock vio cómo Smith se levantó de su asiento y caminó directamente hacia él sobre el escenario del tradicional Teatro Dolby. Se rio, nervioso, y vio la mano derecha del actor atravesar su rostro. Escuchó el golpe y los aplausos que le siguieron. “Esta fue una de las mejores noches en la historia de la televisión”, dijo después del impacto.

“¡Saca el nombre de mi esposa de tu puta boca!”, gritó dos veces Smith de nuevo en su asiento mientras la audiencia empezaba a dudar de que aquello fuera un mal paso de comedia premeditado. Mi esposa, repitió. Pero nunca la nombró ni la miró a ella, que estaba sentada a su lado. Esa referencia de propiedad no es nueva, por eso no sorprende la justificación de la "protección" impulsada por un mal manejo de las emociones de un hombre de 53 años.

Escena 2. El síndrome de Fresh Prince

Nadie esperaba que los premios Oscar fueran memorables. Después de una transmisión con el peor rating de su historia, una carrera reñida pero previsible y un domingo que en Uruguay estuvo marcado por una jornada electoral, el lunes nadie iba a estar hablando de los premios de la Academia. Qué equivocación. O más bien, qué inexactitud. Porque no se hablará de los ganadores, pero el contrapunto Smith-Rock fue de lo más comentado en el camino de casa al trabajo.

De hecho, durante la noche lo siguieron el reencuentro de Robert De Niro, Al Pacino y Francis Ford Coppola a 50 años de una biblia del cine como El Padrino, o la presencia de Liza Minnelli, una de las máximas leyendas del espectáculo estadounidense. Pero nada más importó. Ni siquiera quién se llevó el mayor premio de la noche. Todos querían saber si lo que había sucedido estaba guionado o fue un momento en el que se nos permitió ver el lado más oscuro de las estrellas. Nos encontramos scrolleando el teléfono como Andrew Garflied en plena ceremonia con la cara de confusión de Lupita Nyong'o y Nicole Kidman.

Sea real o guionado, el choque dejó al descubierto algunas dinámicas tan comunes como violentas. “La ceremonia de los Oscar nos ha ofrecido otro flagrante caso que resume a la perfección todo aquello que los hombres no deberíamos ser”, escribió Octavio Salazar en una columna de El País de Madrid.

“Una violencia que está vinculada a la idea de poder, a la omnipotencia en la que los varones hemos sido socializados y a la asunción de que no hay mejor manera de gestionar los conflictos que recurriendo a la fuerza. De esta manera, la violencia se convierte todavía hoy para muchos en un mecanismo de reafirmación de la virilidad y hasta de restauración del honor supuestamente perdido”.

La reacción de Will Smith parte de un mal manejo emocional, es posible. Recordemos también que durante décadas a los hombres no les fue permitido hablar de sus sentimientos y la fuerza física siempre fue una opción. También es el resultado de una legitimación de la violencia que está en la base de una masculinidad que se vale en términos de propiedad y conquista. Es un modelo que históricamente puso a los hombres en el lugar de los protectores de la honra femenina: Smith sufre de lo que llamaría el síndrome del príncipe azul, el Fresh Prince en su caso, recordando a la serie que lo hizo saltar al estrellatoPero a esta altura del partido ya nos dimos cuenta de que es tan solo una fábula que le hizo más daño que favores a varias generaciones.

Pinkett-Smith no solo fue el objeto de burla de un humorista anacrónico, sino que quedó subordinada a la actitud de su marido, que bajo el pretexto de protegerla la dejó sin la posibilidad de defenderse por sí misma, o directamente dejarlo pasar si así lo prefería. En cambio, terminó consolando a su pareja cuando la que fue agraviada fue ella.  Y todo parte de la base de que no podemos protegernos solas, que su voz es más fuerte que la nuestra. Y, además, que la violencia es la solución definitiva.

En la generación de la viralización el golpe se convirtió rápidamente en un meme. La violencia se convirtió en una anécdota que algunos podrán contar como el equivalente cinematográfico al día en que cayeron las Torres Gemelas. "¿Qué estabas haciendo cuando Will Smith le dio vuelta la cara a Chris Rock?”. Y las redes se volvieron a partir entre los Will y los Chris, replicando la violencia en 280 caracteres.

Escena 3: Cuentos de locura, amor y ¿más aplausos? 

Will Smith sostuvo el primer Oscar de su carrera con la misma mano que, minutos antes, cruzó la cara de Chris Rock.

Se secó las lágrimas y argumentó: "Sé que para hacer lo que hacemos hay que ser capaz de soportar el abuso, tienes que ser capaz de soportar que la gente diga locuras sobre ti. En este negocio tienes que ser capaz de, si alguien te falta al respeto, sonreír y fingir que todo está bien".

"Quiero disculparme con la Academia y con mis colegas nominados. Este es un momento hermoso y no estoy llorando por ganar un premio", dijo el actor que finalmente recibió una estatuilla después de dos nominaciones por Alí y En busca de la felicidad. Él también merecía más.

Sin embargo, Smith se subió al escenario en uno de los momentos más importantes de su carrera para dar, en esencia, el mismo argumento que justificaba el mal llamado "crimen pasional"  en el siglo pasado: "El amor te hace hacer locuras”, dijo el actor. ¿Qué es el amor y qué es la locura en estos términos? Lo que es claro es que el amor nunca provoca un acto violento. Pero volvió a ser aplaudido por sus colegas. 

Luego de agradecer a la familia Williams por confiarle su historia, Smith señaló que "el arte imita a la vida":

"Parezco un padre loco, tal como decían sobre Richard Williams", bromeó, y es interesante el puente que tiende el actor con el personaje. En Rey Richard: una familia ganadora, se encargó de ponerse en el lugar de Richard Williams, el padre y entrenador de Serena y Venus que se convirtió en una figura controversial por sus métodos disciplinarios. Smith quería este papel desde 1994 y lo interpretó como el patriarca heroico y visionario que haría cualquier cosa por el bienestar de su familia. Un modelo de masculinidad cuestionado luego del estreno de la película, en la que se pone el foco en la historia del padre sobre logros de las tenistas que llegaron a hacer historia en el deporte.

"Es probable que el papel tenga un doble significado para Will. Por un lado, es una celebración de la disciplina transformadora que aprendió de su propio padre (en un contexto no abusivo) y, por otro, es un argumento que respalda su propio estilo de crianza", escribió el periodista Jon Caramanica en The New York Times antes del incidente.

En la primera página de su libro autobiográfico, Will, el actor cuenta que cuando tenía 9 años vio a su padre golpear a su madre en la cabeza con tanta fuerza que colapsó y terminó escupiendo sangre. “Ese momento, en esa habitación, probablemente más que cualquier otro momento en mi vida, ha definido quién soy", dijo Smith. Pero es una afirmación que radica no solo violencia con la que vivió en su infancia, sino también con su reacción ante la agresión: "Dentro de todo lo que he hecho desde entonces, los premios y elogios, los focos y la atención, los personajes y las risas, ha habido una serie sutil de disculpas a mi madre por mi inacción ese día. Por fallarle en el momento. Por no hacerle frente a mi padre, por ser un cobarde". Las repercusiones de la violencia intrafamiliar, en este caso, también se televisan.

Este lunes, después de un baño de repercusiones, críticas y apoyos, Will Smith publicó un comunicado en el que se disculpó con el comediante, la familia Williams y, nuevamente, con la Academia. "Me equivoqué y estaba fuera de lugar. Me siento avergonzado y mis acciones no reflejan el tipo de hombre que soy. No hay lugar para la violencia en un mundo de amor y amabilidad", escribió el actor en su cuenta de Instagram y argumentó que "bromear sobre la condición médica de Jada fue demasiado para soportar".

"La violencia en todas sus formas es venenosa y destructiva. Mi comportamiento anoche en los premios de la Academia fue inaceptable e inexcusable", concluyó.

En una ceremonia donde Jane Campion ganó el Oscar a Mejor Dirección por El poder del perro y se convirtió en la segunda mujer consecutiva en ser galardonada -la tercera de la historia-, abordando con una sensibilidad sublime los modelos de masculinidad, un hombre golpeó a otro en plena ceremonia para probar el valor de su hombría. Y sorprende, pero no del todo.

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