El elenco y productores de CODA

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Una trompada de tibieza: CODA grabó su nombre en unos Oscar que fueron del sopor a la sorpresa

La ceremonia estuvo marcada por el triunfo de la película de Apple+ y por una situación que protagonizaron Will Smith y Chris Rock
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28 de marzo de 2022 a las 05:04

En la noche de este domingo en Twitter empezó a circular un meme. No fue demasiado popular, no tuvo muchos retuits ni me gusta, tampoco mucha gente lo compartió, pero algunos lo vieron. En la imagen, cuatro tortugas le dan la bienvenida con alegría a una nueva integrante del grupo. En realidad no son tortugas: son pokemones. Y es una especie de pokémon en especial, pero a los efectos de esta nota eso no importa. En fin, las cuatro tortugas están rotuladas en el meme con los títulos El discurso del rey, Crash: vidas cruzadas, Green Book y Shakespeare apasionado. La nueva del grupo, en cambio, tiene encima un cartel que dice CODA. Todas están muy felices de ser parte del selecto grupo de ganadoras del Oscar a Mejor película que, después de la ceremonia, fueron olvidadas. Pero también están felices porque ahora, en 2022, tienen una nueva compañera: la ganadora de la edición número 94° de los premios de la Academia de Hollywood.

CODA es, entonces, la gran ganadora de la noche. Peleaba por tres premios, y se llevó los tres. La película de Sian Heder, que triunfó en el último festival de Sundance y fue adquirida por una cifra récord por la plataforma de streaming Apple+ —en Uruguay se puede ver a través de Amazon Prime Video—, rompió el favoritismo inicial de El poder del perro e hizo grabar su título en las estatuillas de Mejor guion adaptado, Mejor actor de reparto (para Troy Kotsur) y, por supuesto, en la de Mejor película. 

La victoria de CODA, la historia de una chica hija de padres sordos que se enfrenta a la disyuntiva de ayudar a su familia con el negocio familiar o su pasión por el canto, se explica por el particular sistema de votación de la Academia y fue el colofón para otra ceremonia olvidable. Casi que da pudor repetirlo cada año, pero es que no hay con que darle: los Oscar del 2022 fueron tan anodinos, caóticos por momentos —la decisión de entregar premios “en la previa” y luego emitir resúmenes no ayudó para nada— y soporíferos como los de los últimos años. Aunque, es justo admitirlo, no tanto como los del 2021. Esos son los peores Oscar de la historia y será difícil arrebatarles el título. Hay gente que todavía tiene pesadillas por culpa de aquel final anticlimático con Joaquín Phoenix despidiendo a los televidentes.

Sian Heder

De todos modos, durante la noche del domingo hubo algunos momentos que resquebrajaron la monotonía y dejaron pequeños destaques. En mis apuntes aparecen los siguientes:

  • La apertura de las presentadoras Amy Schumer, Wanda Sykes y Regina Hall, que retomaron una vieja tradición de la ceremonia y le pegaron a todo lo que pudieron: al streaming, a la muerte de los Globos de Oro, a la brecha salarial entre hombres y mujeres, y hasta la duración de El poder del perro.
     
  • Los premios técnicos de Duna, que barrió con todo lo que le pusieron adelante. Se llevó seis y quedó, en los números, como la principal ganadora.
     
  • El premio a Mejor película internacional para Drive my car, una obra magistral de parte del director japonés Ryusuke Hamaguchi, al que le quisieron cortar el discurso y ni se inmutó.
     
  • El discurso en lengua de señas de Troy Kotsur, actor sordo que ganó por su trabajo en CODA, que emocionó hasta su intérprete.
     
  • La presentación de No time to die, de Billie Eilish y Finneas, el único momento musical de la noche que de verdad valió la pena. El tema, composición original para la última película de James Bond, también se llevó el Oscar. Justicia.

 

Por último, el gran “¿pero qué rayos?” —leído así, en neutro— de la noche: el sopapo que le pegó Will Smith a Chris Rock luego de que este último, en el escenario y antes de presentar un premio, se burlara de su esposa, la actriz Jada Pinkett-Smith, que padece alopecia por una enfermedad. 

Al grito de “leave my wife’s name out of your fucking mouth” (algo así como: “mantené el nombre de mi esposa afuera de tu puta boca”), el Dolby Theatre quedó suspendido en una incomodidad latente que se mantuvo durante varios minutos, y que desencadenó en una charla entre Denzel Washington y Will Smith en una de las pausas comerciales, y por supuesto en el discurso que luego el actor, que ganó el premio principal en la categoría masculina por su trabajo en Rey Richard: Una familia ganadora, pronunció entre lágrimas.

Will Smith

“Quiero disculparme con la Academia y con mis colegas nominados. Este es un momento hermoso y no estoy llorando por ganar un premio. (...) El arte imita a la vida. Parezco un padre loco, tal como decían de Richard Williams. Pero el amor te hace hacer locuras”, dijo, entre otras cosas. 

El momento lo eclipsó todo. Las redes se dividieron. Algunos le pegaron a Smith, otros le pegaron a Rock, otros se dieron cuenta de que, mientras todos trataban de entender si lo que había pasado era real o no, algo más estaba sucediendo en el escenario: Jane Campion se quedaba con el premio a la Mejor dirección por El poder del perro. Fue el único que se llevó la película de Netflix de los doce a los que aspiraba. Con el merecido premio a Campion, por primera vez se galardonó a dos mujeres consecutivas en esa categoría. Ella es la tercera en ganarlo en 94 años.

Y así fueron las cosas. Jessica Chastain se llevó el premio a Mejor actriz por Los ojos de Tammy Faye, una película menor que aún así ganó más premios que El poder del perro, y Ariana DeBose ganó el Oscar de reparto por su inolvidable Anita en Amor sin barreras, de Steven Spielberg. Después, Kenneth Branagh (Belfast) le robó mal el guion original a Paul Thomas Anderson (Licorice Pizza) y el guion adaptado aventuró el final: que CODA se quedaba con todo.

Ariana DeBose, Troy Kotsur y Jessica Chastain

En efecto, la producción de Apple —que se convirtió en la primera plataforma en ganar el gran premio— lo hizo. Y otras películas menores de la historia que paladearon las mismas mieles y luego se difuminaron en el tiempo abrieron los brazos, dieron gracias al cielo de Hollywood por la sangre nueva y recibieron con calidez a la producción de Sian Heder. 

Que no se malentienda: CODA no es mala, claro que no, pero es tibia en exceso. Amable. Funcional a los tiempos que corren. Una más entre las decenas de películas independientes que aterrizan en el mundo con buenas intenciones, y que no van mucho más allá. En el bolillón de la categoría de Mejor película había al menos seis producciones mucho mejores. Por lejos. Y por eso mismo puede que tenga sentido su victoria. Al margen de sorpresas esporádicas, el Oscar no se ha caracterizado en los últimos años por el riesgo. Necesita tranquilidad, un barco estable que no se hunda y permita reordenar las cartas. De hecho, el riesgo inesperado —la trompada de Smith— casi hace tambalear los cimientos de una ceremonia que dice querer alcanzar nuevas generaciones, nuevos espectadores, pero no parece ponerle mucho empeño a la causa. Así que la victoria de CODA, en ese sentido, es tranquilizadora. Los aplausos del final, muchos en lengua de señas, también son tranquilizadores. Y si para junio ya nadie se acuerda de ella, bueno, eso es otro tema. No pasa nada. Seguro que las tortugas lo harán.

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