Nacional > REUNIÓN CON BURGUEÑO

Zabalza, su relato de la “toma de Pando” y su encuentro con el hijo del civil asesinado

El exguerrillero perdió a su hermano en aquella acción del MLN. El padre de Daniel Burgueño murió por una bala perdida en un tiroteo entre tupamaros y un policía
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04 de marzo de 2020 a las 05:04

Separados por sus ideologías, pero hermanados por la búsqueda de la verdad y por un dolor que destrozó a sus familias, Jorge Zabalza y Diego Burgueño se encontraron para conversar sobre el trágico suceso que signó sus vidas: la llamada “toma de Pando”.

Jorge Zabalza, exintegrante del MLN y referente de una izquierda radical que sigue invocando el derecho a la rebelión, perdió a su hermano en aquella acción tupamara de 1969. Ricardo Zabalza fue uno de los tres guerrilleros que murieron allí. Los otros dos fueron Jorge Salerno y Alfredo Cultelli.

Diego Burgueño es hijo de Carlos Burgueño, un civil que murió aquel día en Pando al recibir una bala perdida de un tiroteo entre los tupamaros y un agente policial. Ese día en Pando, en otro tiroteo, murió otro policía, Enrique Fernández Díaz.

En total, la “toma de Pando” le costó la vida a cinco personas. Ocurrió el 8 de octubre de 1969, en el segundo aniversario de la muerte del Che Guevara, cuando un contingente de tupamaros llegó a esa ciudad fingiendo participar de un cortejo fúnebre y asaltó bancos y dependencias estatales.

Toda la acción le costó la vida a cinco personas.

“Me dio una gran tranquilidad que Diego viniera a casa. Llegó con dos amigos suyos que a la vez son amigos de dos compañeros”, relató Zabalza sobre el encuentro, que ocurrió en su domicilio, en el barrio de Santa Catalina, frente a la playa.

Burgueño decidió contactar a Zabalza luego de leer una entrevista publicada en El Observador, el 20 de enero, en la cual el exguerrillero mencionó por sus nombres completos a su padre y al policía muerto, reconociéndolos como dos más de las víctimas de la “toma de Pando”, algo que por lo general los tupamaros obvian señalar. 

En la recién estrenada película “El Pepe, una vida suprema”, dirigida por el serbio Emir Kusturica, José Mujica se refiere a aquella acción sin ninguna referencia a los cinco fallecidos y festejando que una vez concluida la jornada tomaron cerveza y todos quedaron prontos para otra misión. 

“Conversamos largamente”, relató Zabalza sobre su encuentro con Burgueño hijo. La charla se prolongó por más de dos horas. “Repasamos el episodio de la muerte de su padre. En la camioneta que tuvo el tiroteo con el policía y del cual salió la bala que rebotó en una puerta e hirió de muerte a Burgueño, estaba mi hermano. Él venía en esa camioneta. Yo le confesé que, realmente, pese a lo trágico, la muerte de su padre me había pasado desapercibida porque mi conciencia y mi espíritu estaban focalizados en la muerte de mi hermano y en todo lo que ella acarreó, sobre todo para mi madre… Estuvimos conversando. Él me relató toda su vida. Fíjate qué paradoja: él nació el 7 de octubre, un día de antes de la muerte de su padre. ¡Qué tremendo! Realmente todo lo que me transmitió me conmovió muchísimo. Nos conmovimos ambos. Creo que eso se respiraba en el ambiente, también para las otras personas que estaban con nosotros”.

Zabalza valoró como muy positivo el haberse encontrado. “Nos quedamos con ese contacto humano. La reunión fue un intercambio de sentimientos. Él se fue y yo me quedé pensando en todo eso”.

A Burgueño no le resulta fácil describir lo que sintió al sentarse en conversar con uno de los máximos referentes de la guerrilla en su propia casa. “Es difícil que una persona que no pasó por lo que uno pasó entienda la sensación vivida. A mi familia la arruinaron, a mi madre hasta el día de hoy, mi hermano tenía cuatro años cuando mataron a mi padre. Por eso agradezco el gesto y la valentía que tuvo Zabalza de recibirme, porque él no sabía con qué se iba a encontrar”.

Para Burgueño, la reunión fue positiva para los objetivos por los que milita desde hace años: “Que se conozca toda la historia y que sea posible dar vuelta la página con un mensaje de nunca más violencia entre los uruguayos”.

“Yo quiero insistir, tratar de rescatar un dejo de arrepentimiento, para llevar a la sociedad un mensaje que termine con la polarización actual, con el dividirnos entre buenos y malos, con tanto odio”, explicó.

Burgueño relató que le hizo a Zabalza un detallado repaso de su vida. “Le conté todo lo que pasé. Quería que, a través de él, todos sus seguidores sepan que no soy ningún facho, ningún extremista, que también padecí la dictadura, que nunca comulgué con ninguno de los dos extremos, pero sí que quiero que se cuente toda la verdad. Y por eso decidí hablar con él, porque vi que va por el mismo camino de reconocer los hechos, quizás no todo, quizás no desde el punto de vista que yo lo haría, pero sí desde su posición. Y yo no dejo de reconocerlo”.

Burgueño le relató a Zabalza que las víctimas civiles inocentes del MLN son más que las que siempre se nombran. Dijo que el exguerrillero no conocía o no recordaba algunos casos, como el del chofer de Cutcsa, Vicente Orosa, muerto por tupamaros en 1972, ni el coleccionista de armas Rafael Guidet, también asesinado por integrantes del MLN en 1969.

“Y hay otros casos de civiles que nunca salieron a la prensa, como otros dos peones rurales cuyas familias estaban intimidadas y nunca los denunciaron”, dijo Burgueño.
Ahí surgió una primera diferencia en la conversación. Mientras Burgueño condena todas las muertes del MLN, Zabalza no.

“Él tiene un arrepentimiento por los inocentes que cayeron. Se arrepiente de los casos de Pascasio Baéz, de mi viejo… Pero no de un Dan Mitrione, o de Acosta y Lara… esos casos para él fueron ajusticiamientos”.

Burgueño le propuso hacer un llamado conjunto para que nunca más haya violencia entre uruguayos. Pero tampoco hubo acuerdo en eso.

“Jorge, con mucho respeto, me dijo que esa no me la podía llevar, porque él hoy todavía ve muchas injusticias, aún mayores que las que existían cuando ellos se rebelaron contra el Estado, y por eso siente que no puede transmitir un ‘mensaje de resignación’. Yo le dije que no tenía nada que ver con la resignación, ni mucho menos con la desigualdad que existe hoy. Pero él no renuncia a una posibilidad de un levantamiento, no armado, sino una revuelta al estilo chileno, una sublevación ante la injusticia social. Yo con eso no puedo estar de acuerdo, porque soy un demócrata y creo que la democracia tiene otros mecanismos para luchar contra la injusticia”.

De todos modos, con coincidencias y discrepancias, Burgueño siente que la conversación fue muy positiva y un paso adelante. 

“Él reconoció las injusticias, los muertos. El encuentro para mi significó mucho. Yo quería verle la cara, verle las reacciones, verlo cuando yo le contara lo que pasó mi familia por culpa de ellos, cuando yo le contara los problemas de salud que le ocasionaron a mi madre, el dolor que siente hasta hoy cada vez que se habla de mi padre… Yo busco darle una pequeña, ínfima, lección de vida, de cómo fui criado: sin odios y sin revanchismos”.
 

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