En Focus Market elaboramos un informe reciente para analizar un dilema que cada vez más consumidores enfrentan al momento de comprar con crédito: ¿conviene más aprovechar un gran descuento o financiar la compra con una tasa de interés baja?
Desde mi experiencia, lo clave es aprender a comparar el costo financiero total. No siempre un descuento del 20% en efectivo representa un mayor beneficio que una cuota con tasa promocional. Evaluar estas opciones con criterio es lo que permite tomar decisiones inteligentes y cuidar el bolsillo.
Tipo de Crédito (Focus Market)
Con la finalización del programa Cuota Simple, que permitía comprar en 3 o 6 cuotas con una tasa subsidiada, se abre una nueva etapa. A partir de julio, entra en vigencia el plan Cuotas MiPyME, impulsado por la CAME junto a Payway. Aunque aún no se conoce su tasa definitiva, se sabe que mantendrá las mismas modalidades de pago.
En este escenario de transición, comenzaron a aparecer alternativas que combinan descuentos agresivos con tasas más elevadas. Y ahí surge la pregunta central: ¿qué es más conveniente?
Qué tener en cuenta sobre el consumo
Pongo un ejemplo concreto: una campera que cuesta $150.000. Si me ofrecen un 30% de descuento al contado, queda en $105.000, pero si la financio en 3 cuotas con una tasa muy alta (168% TEA y CFT del 225%), terminaré pagando unos $127.382. Parece mucho, pero aún así estoy abonando menos que los $150.000 sin descuento.
Sin embargo, esto cambia cuando extendemos el plazo. En 6 cuotas, ese mismo esquema lleva el monto total a $142.907. Es decir, la diferencia con el precio original se achica, y la tasa empieza a jugar un papel más pesado. En otros escenarios con tasas menores al 100% anual, el descuento inicial se diluye aún más, y hasta puede perder sentido si se lo compara con una tasa baja sostenida.
Esto demuestra que no hay una única respuesta correcta. La clave está en el equilibrio: un buen descuento puede justificar una tasa elevada en el corto plazo, pero una tasa baja a lo largo del tiempo da más poder de compra y menor riesgo de endeudamiento.
Durante años, la inflación jugó un rol paradójicamente positivo para el crédito en cuotas: al licuar el valor real de la deuda, el consumidor se veía beneficiado. Pero hoy, con una inflación en retroceso, esa dinámica empieza a cambiar. Si la suba de precios se desacelera y los salarios no acompañan, el peso de las cuotas se hace más evidente. Es lo que yo llamo riesgo de desincronización: cuando los ingresos se enfrían, pero las cuotas heredadas siguen pesando como si viviéramos en una economía inflacionaria.
Además, muchos consumidores toman decisiones basadas en expectativas equivocadas: suponen que su poder adquisitivo crecerá, y terminan sobreendeudados. Esta tensión ya se ve en los números: la mora en tarjetas de crédito en junio alcanzó el 3,7%, y en todo el segmento de crédito al consumo fue del 4,3%, según datos del BCRA.
Por eso insisto: más allá del descuento tentador, lo importante es evitar tasas impagables. Una tasa baja no solo reduce el costo, sino que ofrece previsibilidad, planificación y menor riesgo ante cambios económicos.
En definitiva, en tiempos de desinflación, el crédito deja de estar subsidiado por la inflación y empieza a pesar en el bolsillo real. Por eso, ante la pregunta sobre qué conviene más, mi respuesta es clara: una tasa baja empodera más que cualquier descuento.