En la Casa Rosada hay quienes dan por terminada la influencia de Santiago Caputo en las decisiones del Gobierno. Así como el principal asesor de Javier Milei se había constituido en el monje negro de la casta libertaria, su influencia se va diluyendo día a día, un poco porque él mismo decidió encerrarse en su área de influencia, el Salón que él denominó Parravicini, aunque oficialmente se llama Martín Fierro. También porque a diario se conocen nuevos intentos de la franja karinista por avanzar en las áreas donde el asesor reina y gobierna desde la llegada de LLA a la Casa Rosada.
La última es la decisión nacida en algún rincón del Gobierno por diseñar una estructura de "relato" que pueda competir con las huestes de Santiago, seguramente con el intento de avanzar sobre sus áreas de influencia: la SIDE, ARCA, privatizaciones, comunicación e incluso energía. El intento por llevarse la obra pública a un Ministerio del Interior que imaginó a su imagen y semejanza, con la posibilidad de ser responsable de la estrategia nacional del Gobierno, sería lo que se constituyó en una verdadera lápida para sus sueños de poder.
¿El fin de una era?
Su gente, sin embargo, niega que ese haya sido alguna vez el deseo de "El mago del Kremlin", como le gusta llamarlo a Carlos Pagni, en referencia a la novela de Giuliano Da Empoli que narra las vicisitudes del estratega de Vladimir Putin que tuvo que huir de Rusia. "Santiago nunca quiso ser Jefe de Gabinete ni Ministro, se quedó sin firma, como él quería", aseguraron cerca de él. Como prueba exhiben el dato —sin duda a tomar en cuenta— de que "pidió demasiado para que no le den nada".
Como sea, comentan que fue el asesor el que le llevó el domingo por la mañana a Milei la idea de convocar a Diego Santilli como Ministro. Es muy probable. Aunque también puede ser lo contrario: que cuando el Presidente lo convocó a la Residencia de Olivos él pensó que sería para ofrecerle el Ministerio y que, ya ahí, le preguntó quién le parecía apropiado para el cargo.
Algo similar sucedió con Torcuato Fernández-Miranda, asesor clave del dictador español Francisco Franco, quien aspiraba a ser presidente del gobierno español. Su nombre estaba en la boca de todos y su designación era inminente. Una mañana, Franco lo mandó a llamar a palacio y todos suponían que sería para ofrecerle el cargo. Cuenta la leyenda que lo invitó a caminar por los parques del Pardo donde le pidió un consejo: quién creía que era la persona adecuada para ocupar ese puesto. Así fue que se diluyó la esperanza del también llamado "el guionista" del régimen, por su talento para desarrollar argumentos que ganen el favor de la población. Eran otros tiempos, sin redes sociales pero con igual necesidad de un relato unificador.
Fernández-Miranda ya había ocupado otros cargos, pero el más relevante fue la presidencia de las Cortes, un parlamento integrado a dedo por el dictador, donde redactó las leyes de la dictadura pero, sobre todo, en 1977 logró promulgar la Ley de Reforma Política que desmanteló desde adentro la estructura del gobierno y permitió elecciones democráticas. Por entonces, Franco ya había muerto.
Con el dictador vivo hubiera sido imposible que Fernández-Miranda desplegara su talento narrativo, por un lado, y negociador, por el otro. Franco no desconocía sus capacidades, pero no podía permitir que las ejerciera con independencia. Hoy, Fernández-Miranda es una figura prácticamente desconocida en la historia española. Los expertos creen, sin embargo, que la transición democrática hubiera sido imposible sin su intervención.
¿Algún parecido con el joven Caputo?