Por supuesto que semejante inversión hará aflorar las viejas fracturas sobre el tema. Pero el escenario es cada vez más acuciante: un Estado autoritario rico en petrodólares que acecha la frontera por el Este y la confirmación de que Washington no va a poner el hombro.
Mientras Europa todavía saca cuentas en esta carrera por rearmarse, los enviados de Trump la pusieron al tanto de la postura de Washington, mientras él empezaba a negociar con Putin. No se considera realista que Ucrania se una a la OTAN ni que recupere todo el territorio perdido desde 2014.
Washington le hizo saber a la UE que no tenía intenciones de permanecer con tropas en territorio ucraniano y que esperaba más compras de armamento de EE.UU. como parte del incremento del presupuesto militar. Washington le hizo saber a la UE que no tenía intenciones de permanecer con tropas en territorio ucraniano y que esperaba más compras de armamento de EE.UU. como parte del incremento del presupuesto militar.
También le hicieron saber que se espera que compren más armas a EE.UU. como parte de la necesidad de incrementar el gasto en defensa.
Con un pragmático sentido transaccional, deslizaron que a cambio relajarían su actual exigencia de llevar al 5% del PBI el presupuesto militar de los miembros de la OTAN (un nivel que ni EE.UU. cumple).
La reconstrucción de Ucrania y el anzuelo de un negocio para Trump
En la UE necesitan conseguir los fondos. Reconstruir las diezmadas y exhaustas fuerzas militares de Ucrania costaría unos u$s 175.000 millones en un lapso de 10 años, dependiendo del estado en que lleguen las fuerzas cuando se firme el acuerdo y en especial, la extensión del territorio que finalmente haya que defender, según Bloomberg.
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Un cuerpo de paz de unos 40.000 efectivos que permanezca en el lugar el mismo horizonte de tiempo implicaría un desembolso de u$s 30.000 millones, aunque el presidente ucraniano Volodimir Zelenski ya dijo que muchas más tropas serán necesarias.
Por otro lado, se calcula que Ucrania necesitará u$s 230.000 millones para reconstruir el país, desde edificios hasta infraestructura crítica dañada durante la guerra. Pero hay un bache de u$s 130.000 millones entre esa cifra y la ayuda ya comprometida, lo que pone en riesgo la perspectiva de recuperación económica.
Kyiv encontró una estrategia para despertar el interés de Trump: le planteó un negocio. Ucrania cuenta con reservas de los llamados elementos de tierras raras y otros minerales críticos como uranio, litio y grafito.
Zelenski aseguró que hoy menos del 20% de los recursos minerales, incluyendo la mitad de estos depósitos, están en territorios ocupados por Rusia. Son utilizados para la producción de magnetos de alta performance, motores eléctricos y electrónica.
Con la agudeza del que se juega todo, Zelenskiy hizo notar que si esos materiales quedan en manos rusas serían vendidos a Corea del Norte e Irán.
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Trump se mostró interesado, lo que podría ser una forma de asegurar algún tipo de participación ya sea en la financiación de la reconstrucción o a través de la presencia de un contingente estadounidense en suelo ucraniano.
La resistencia a emitir deuda conjunta y la urgencia del gasto militar
Pero si hasta acá reunir los fondos parecía complicado ni se compara con el desafío de dotar a las fuerzas militares de la UE de los recursos que necesitan. El presupuesto conjunto, según las últimas discusiones de la OTAN en Bruselas, deberá llegar a 3,5% del PBI.
No hay muchas opciones. Si se financia con deuda -esto es deuda emitida en forma conjunta o eurobonos-, los cinco miembros europeos más importantes de la OTAN sumarían u$s 2,7 billones a sus necesidades de financiamiento en la próxima década, según Bloomberg Economics.
Hasta ahora fue muy difícil congeniar sobre el tema. Aunque parezca mentira, en Europa occidental, sobre todo, aún se percibe la guerra como algo lejano.
De hecho, Berlín, Roma y París todavía resisten los esfuerzos para utilizar los activos congelados del banco central ruso (u$s 300.000 millones) para constituir un fondo que ayude a los ucranianos.
A su vez, la UE es un equilibrista sin red. Por un lado, intenta mantener a Trump como socio en Ucrania. Por el otro, está preparando las represalias por las tarifas al acero y al aluminio que Washington acaba de imponer a las exportaciones.
Claro que más allá de las proyecciones a largo plazo, hay urgencias que tienen que ver con un conflicto que todavía está en pleno desarrollo.
Hace apenas 15 días, cuatro miembros de la UE que comparten frontera con Rusia, Lituania, Estonia, Latvia y Polonia, hicieron llegar al bloque un documento en el que insistían en la necesidad de que se duplique el gasto militar ante necesidades inmediatas de inversión por u$s 104.000 millones.
Cuatro miembros de la UE que comparten frontera con Rusia -Lituania, Estonia, Latvia y Polonia- hicieron llegar un documento para insistir en la urgencia de fondos. Su pedido era de u$s 104.000 millones, lo que implicaría duplicar el gasto militar. Cuatro miembros de la UE que comparten frontera con Rusia -Lituania, Estonia, Latvia y Polonia- hicieron llegar un documento para insistir en la urgencia de fondos. Su pedido era de u$s 104.000 millones, lo que implicaría duplicar el gasto militar.
En ese sentido, llamaban a realizar emisiones conjuntas para obtener financiamiento y habilitar al Banco Europeo de Inversiones a volcar fondos en requerimientos de defensa estratégicos.
La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, declaró que la UE invertiría al menos 500.000 millones de euros en el curso de los próximos 10 años en el sector de defensa pero el documento enfatiza que no hay tiempo de esperar hasta el siguiente ciclo presupuestario en 2028.
También advirtieron a sus vecinos más alejados de la tragedia que Rusia está incrementando aceleradamente sus fuerzas militares y ya produce tres veces más proyectiles de artillería que Europa y EE.UU. juntos.
El bloque enfrenta además el desafío de su dependencia de la cadena de suministro de Beijing y los crecientes lazos de Moscú con China, Irán y Corea del Norte.
La forma en que arrancaron las negociaciones es enervante. De eso, no hay dudas. La arrogancia de Trump, la exclusión humillante de la UE. Pero aún una “paz Trump” es un fin de la guerra.
Europa necesita toda la voluntad política para frenar a Rusia y hacer de Washington un socio al menos en el inicio de la post-guerra.
Porque no hay que esperar que ofrezca nada. Sabe de qué lado se inclina la balanza.
Sino escúchenlo hablar de EE.UU. y Europa en relación al conflicto: “Tenemos un océano entre nosotros. Ellos no. Está claro que es más importante para ellos”.