7 de octubre 2025 - 13:43hs

Noche de sábado y de copas festivas en Madrid.

El chico va en el metro abrazando a su novia, y le cuenta cosas al oído. Los dos se ríen, y rozan sus mejillas y sus pañuelos palestinos, que llevan en sus cuellos a pesar del calor inesperado del otoño.

Vienen de la manifestación a favor de Palestina y él lleva apretado en la mano derecha un cartel de cartón, con letras negras escritas a las apuradas.

“Israel asesino”, dice. Así de simple y así de breve.

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Y como ellos, muchos otros jóvenes en otras calles y en otros metros y buses de toda España.

Podrían estar yendo de tapas, o a alguna discoteca. Pero la moda en estos días no es el tinto de verano ni el pop flamenco. La moda es levantar la bandera de Palestina, e insultar y maldecir a la palabra Israel.

Sucede en España, pero mucho más fuerte sucede en París, en Londres, en Bruselas y en Copenhague.

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En el Día del Holocausto, el Gobierno condenó el antisemitismo y todas las formas de odio

En el Día del Holocausto, el Gobierno condenó el antisemitismo y todas las formas de odio

La reencarnación más inesperada

Como Dios, el horror también tiene sus caminos misteriosos.

Después de 1945, terminada la Segunda Guerra Mundial y asesinados seis millones de judíos en los campos de exterminio nazi, parecía que jamás volvería a repetirse la tragedia del antisemitismo.

Pero, sin embargo, 80 años después, uno de esos virus de la muerte que se despiertan con maldita frecuencia en la humanidad, ha vuelto en la reencarnación inesperada del antisemitismo.

Porque, hasta hace algunos años, tener comportamientos antisemitas o proferir frases hirientes hacia los judíos estaba mal visto.

¿El fin del consenso anti nazi?

Esa banalización del Holocausto, y hasta las bromas de mal gusto eran rechazadas y condenadas por la mayor parte de la sociedad global. No se permitía exaltar aquella atrocidad, y quienes lo hacían eran castigados con el desprecio por la opinión pública.

Decirle nazi a alguien era suficiente para degradarlo y hacerlo pasible hasta de una sanción penal.

Pero también aquel consenso parece haber llegado a su fin para demasiadas personas.

Quizás sea el descontento con las elites gobernantes, y quizás sea también el combustible del odio que alimenta a las redes sociales.

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El ataque del grupo terrorista Hamás del 7 de octubre de 2023 en la frontera de Gaza.

El ataque del grupo terrorista Hamás del 7 de octubre de 2023 en la frontera de Gaza.

Algo de todo eso confluye para que una masacre como la del 7 de octubre de 2023, de la que se cumplen dos años, no sea suficiente para detener el magma líquido del antisemitismo.

No bastaron los 1250 asesinatos en aquellos kibutz de la frontera de Israel con Gaza. No bastaron los viejos decapitados, ni los bebés incinerados, ni que hasta los perros hayan sido fusilados como si fueran enemigos del Islam. No bastaron las cientos de chicas violadas, escupidas y arrastradas sin piedad.

Nada fue suficiente. No alcanzaron dos centenares de rehenes, ni los 48 que están “vivos o muertos” en algún escondite de los terroristas de Hamás en Gaza. El presidente de España ni los menciona.

Es cierto que la ofensiva bélica de Israel, que ya lleva dos años y miles de muertos en Gaza, ayuda a multiplicar el malentendido. Y es cierto que Bibi Netanyahu apuesta a la extensión de la guerra todo lo que perdió en aquel 7 de octubre, cuando el invencible Mossad no pudo anticipar el ataque.

Pero detrás de la crueldad de la geopolítica aflora una enfermedad que creíamos erradicada. Asoma ese algo al que siempre calificamos de amenaza. Y que resurge con magnitud injusta: el odio al judío.

Los chicos y chicas del Free Palestine no terminan de ser conscientes del germen que incuban. O tal vez sí.

No es el flower power simpático de los locos ’60 ni el stop the war para pedir el regreso de los Marines de Vietnam. Lo que reclaman, y por lo que manifiestan y protestan nada tiene de romántico.

No hay libertad sexual que valga en el planeta de Hamás, Hezbollah y los Hutíes. No hay lugar entre ellos para homos, ni lesbianas, ni trans.

En ese paraíso “desde el Jordán hasta el mar”, como recita adolescente la vicepresidenta Yolanda Díaz, no pueden existir Israel, ni tampoco los cristianos, ni España.

Hace dos años, la muerte volvió a ganar una batalla.

Y, desde entonces, el sonido y el hedor de las muertes regresan desde el pasado para corporizar un fantasma enterrado: el del antisemitismo.

Esa es la victoria narrativa del terrorismo de Hamás.

Debajo de las banderas palestinas, asoma una pesadilla oscura. La nube de un nuevo totalitarismo.

Los chicos y las chicas de la fiebre del sábado por la noche están a tiempo de advertirlo. Solo es cuestión de abrir las mentes, de abrir los ojos, de abrir los corazones.

El mal está ahí, y viene por nosotros.

Temas:

Antisemitismo Hamás Israel 7 de octubre

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