11 de abril 2025 - 13:29hs

Son más que una simple bollería. Son un símbolo de la gastronomía, especialmente en Madrid, donde el aroma a masa frita define las mañanas y las meriendas.

Acompañadas de un muy espeso chocolate en taza, son una costumbre ineludible. Te contamos cuál es su origen y cuáles son sus diferencias.

Orígenes Antiguos y Evolución

El origen de los churros es un misterio. Algunos refieren a raíces muy antiguas, posiblemente romanas. Se basan en recetas similares que aparecen en el libro de cocina "Apicius" del siglo I d.C.

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Otra teoría sugiere que los portugueses, tras descubrir el "youtiao" chino, lo adaptaron y trajeron a la Península Ibérica durante el siglo XVI.

Concretamente en España, los pastores los popularizaron como un alimento fácil de preparar en las montañas, usando harina, agua y sal, lo que los convirtió en un básico de la dieta rural mucho antes de llegar a las ciudades.

En Madrid, esta tradición se consolidó en el siglo XIX, donde el chocolate espeso se convirtió en su pareja inseparable. Hay sitios que por su historia centenaria, contribuyen a sumarle historia y mística.

Churrerías como San Ginés, fundada en 1894, o Los Artesanos, propiedad de la familia de churreros más antigua de la capital, son dos ejemplos vigentes y dignos de ser visitados.

Las diferencias entre Churros y Porras

Aunque a menudo se confunden, churros y porras tienen características distintas.

Los churros son delgados, crujientes por fuera y esponjosos por dentro, hechos con una masa básica de harina, agua y sal y fritos en aceite de girasol u oliva.

Las porras, en cambio, son más gruesas, con una textura más ligera y esponjosa, gracias a la adición de levadura o bicarbonato.

En forma se diferencian porque los churros son delgados y tienen forma de lazos, mientras que las porras son más largas y anchas.

Un detalle interesante es que según la región, se los puede denominar de otra manera. En Sevilla y Huelva se les llama calentitos; en Jaén, tallos; en Cádiz y Málaga, tejeringos y en Córdoba se les dice jeringos.

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Los Templos Churreros en el centro de Madrid

Hay dos locales icónicos que han resistido el paso del tiempo. Son la entrada a una experiencia cultural, con ambientes acogedores impregnados de más de cien años de historia.

Una es San Ginés, cerca de la Plaza Mayor, famosa por sus colas interminables durante todo el año.

Su fama se inició por ser el lugar donde la gente tomaba chocolate con churros después de las funciones en el Teatro Eslava. Transcurría 1920 cuando se estrenaba allí la obra Luces de Bohemia, en la que describe a San Ginés como una “Buñolería Modernista”.

En la actualidad, en la entrada, hay placas dedicadas a la obra de Ramón María del Valle-Inclán. Cada año, el último sábado de marzo se celebra la "Noche de Max Estrella", una conmemoración de la obra en la que se hacen representaciones en los lugares con esas placas.

El otro templo es Los Artesanos 1902, en la calle Ave María, hoy con el nombre de Chocolatería Churrería 1902.

Fundada por Don Florencio Gorrachategui, hoy la llevan adelante Juan Gabriel y Hector (quinta generación), maestros chocolateros que hacen una selección exclusiva de tres cacaos extraídos de América del Sur para ofrecer un producto de la máxima calidad.

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La Pareja Perfecta

Está dicho, ninguna experiencia de churros estaría completa sin el chocolate a la taza, famoso por su densidad única, ideal para mojar.

Este chocolate se prepara con productos de alta calidad, al menos 60% cacao, y se espesa con almidón de maíz o harina, lo que le da una textura casi de pudding.

Esta consistencia es intencional y está pensada para adherirse a los churros y porras, facilitando el disfrute pero sin que gotee. De esa manera, se complementa la textura crujiente con el baño de un delicioso cacao hiper cremoso.

Esta tradición de mojar churros en chocolate se remonta al siglo XVI, cuando los conquistadores españoles trajeron el cacao de América, y desde entonces ha sido un matrimonio que jamás se distanció.

Hoy, estas churrerías son una visita obligada.

Si bien en los supermercados se consiguen preparados de ese chocolate y hasta churros congeladas para regenerar en casa, nada se compara con ese espacio en el que grandes bateas de aluminio, con aceite siempre en su temperatura, recibe a esas largas ruedas de masa que en pocos minutos estarán crujientes y doradas para que una tijera como la de nuestras abuelas, las porcione.

Con frío o calor. Con sol o con lluvia, con celebraciones o sin ellas, siempre están ahí, dispuestas para la ceremonia.

Y vosotros, ¡qué esperáis para ir a disfrutar del ritual!

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