Nicolás Tabárez

Nicolás Tabárez

Periodista de cultura y espectáculos

Estilo de vida > TEMPORADA

José Ignacio, el amontonamiento más cool

El balneario combina la exclusividad y la elegancia de sus visitantes, los más top de la costa uruguaya, con un estilo rústico y la persistencia de las tradiciones de un pueblo de pescadores
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12 de enero de 2017 a las 05:00
La hoja del cuchillo abre y limpia el lenguado que los pescadores de José Ignacio sacaron esta mañana. Los barcos naranjas y blancos reposan sobre la arena, con un cartel del Festival de Cine Internacional del balneario que por estos días cruza a los cinéfilos con los habitantes tradicionales de esta zona de la costa de Maldonado. Mientras la preparación de la pantalla se lleva a cabo, unos metros más cerca del agua se sigue preparando el pescado que llegará a todo José Ignacio.

Al costado de los barcos se extiende la playa Mansa, prácticamente desierta salvo por algunas sombrillas que se ven a lo lejos. En esa parte del balneario, las bajadas privadas desalientan al público.

Por el contrario, al otro lado del faro, en la playa Brava, no cabe un alfiler. La aglomeración incluye personas de todas las edades, desde familias hasta grupos de amigos jóvenes y duplas de veteranos que nadan, hacen deportes o simplemente reposan bajo sus sombrillas en unas reposeras inflables que son una de las modas de la temporada esteña.

Durante la tarde el público abandona las calles y se reparte entre la arena y los restaurantes de José Ignacio, que comparten un perfil similar. Los menúes de ensaladas y jugos son habituales en ellos, y algunas de las novedades del balneario son barras que ofrecen café, licuados y cervezas.

También llegó hasta aquí la moda de los foodtrucks con Orientales la patria y la birra (OPB), que permite a sus usuarios cargar una tarjeta y descontar lo que vayan bebiendo de cerveza de ese saldo, según la cantidad que se sirvan cada vez.

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Las propuestas gastronómicas suelen incorporar terrazas y sitios en sus azoteas, y tienen estructuras edilicias similares, que comparten con las residencias privadas: madera pintada de blanco, piedra y madera, que conforman el sello del balneario, un estilo simple y rústico que se expande por todo José Ignacio.

El blanco y lo sencillo también dominan la moda de los veraneantes, que en su mayoría son argentinos, aunque los uruguayos también están presentes en buen número.
Las mujeres optan por vestidos y túnicas blancas, mientras que los hombres suelen recurrir a remeras de ese mismo color. En ambos sexos dominan los sombreros panamá, que también son parte del dress code tácito de Jose Ignacio, y que pueden adquirirse en la entrada de la playa, con precios que van desde los $ 500 hasta los $ 700.

Al lado de los sombreros se encuentra una de las referencias del lugar, el parador La Huella, donde este verano se atiende a unas 1.700 personas por día. A lo largo de la tarde la cantidad de clientes no baja, y se amontonan bajo su techo y entre sus mesas para comprar un refrigerio.

Los vestidos blancos están por todos lados, en distintas boutiques y tiendas. Uno de estos locales está ubicado en el Rincón Artesanal de José Ignacio, donde Ana Ruétalo vende túnicas, ponchos y camisetas hechas de stockineta, un material originalmente utilizado en frigoríficos para envolver carnes y jamones. Ruétalo conoció este material trabajando también en el rubro textil en el Mercado de los Artesanos de Montevideo, y cuando se jubiló y se mudó a José Ignacio hace diez años mantuvo su actividad allí.


josé ignacio
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Ruétalo considera que este verano la cantidad de visitantes ha sido buena en comparación a temporadas pasadas, aunque aclara que luego de la primera semana de enero la cantidad de turistas se ha reducido.

A pesar de esa disminución, la playa luce llena, a la vez que tranquila. Al contrario que otras playas (y otros balnearios) de la zona, el ambiente es más pacífico, sin música y ni calles atestadas, con el ruido ambiente puesto por el Océano Atlántico y las miles de voces de los veraneantes.

Y por encima de ellos, otro símbolo, el faro, que recibe cada día a 100 visitantes, que por $ 25 ascienden los 122 escalones para disfrutar de una vista completa de la zona, una de las más exclusivas y tranquilas, pero también familiar y activa, de la costa de Maldonado.

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