¿Cuáles pueden ser los cambios? ¿Es momento de discutir reformas mínimas o la ocasión permite hacerle cambios profundos al sistema? Las respuestas, así como la lista, varían según a quien se le pregunte.
Hay quienes entienden que la discusión tiene que terminar con una reforma de la Constitución, mientras que otros consideran que los cambios deben evitar modificar la Carta Magna y simplemente concentrarse en los asuntos que son materia legislativa.
Al discutir la situación, los colorados mencionaron que el sistema electoral uruguayo era “sólido, transparente y confiable” pero el tiempo transcurrido desde la reforma constitucional de 1996 (que instauró el balotaje y separó las elecciones nacionales de las departamentales, entre otros asuntos) justificaba una “revisión serena y responsable de algunas de sus disposiciones”.
En diálogo con El Observador, el politólogo Nicolás Schmidt señaló que a la hora de evaluarse los temas a discutir debía tenerse en cuenta que, muchas veces, los cambios solían ser impulsados por actores que perdieron en elecciones recientes o que enfrentan techos estructurales para ampliar su representación.
“Las reglas electorales no son neutrales ni inmutables: son construcciones institucionales definidas por los propios actores políticos en función de sus incentivos estratégicos. Aunque el futuro es incierto, los partidos diseñan o promueven cambios con una función de utilidad proyectada, buscando maximizar sus chances de incidencia en alguno de los niveles de gobierno bajo escenarios posibles”, señaló.
Eduardo Bottinelli, en tanto, planteó que el sistema necesitaba revisarse “en su conjunto” y que una de las bondades de la separación entre elecciones era la posibilidad del “voto cruzado” entre partidos.
El expresidente Julio María Sanguinetti consideró que uno de los asuntos que podía discutirse era la “acumulación de votos” por sublemas, algo permitido en el Senado pero no en Diputados (antes de la reforma sí).
Esta estrategia cobró particular relevancia en 2019 y 2024 al ser utilizada en el Frente Amplio por dos sectores que lograron llegar al Senado tras utilizar “colectoras” en todos los departamentos. La práctica fue cuestionada por Mario Bergara, quien llegó a plantear que la izquierda debería discutir su utilización para no alterar la “representatividad".
Sin expresar su posición, en la columna de Correo de los viernes Sanguinetti relató “otras ideas” que podían ponerse a consideración.
Mencionó mantener las dos vueltas electorales pero suprimir las internas, votar en octubre como en el viejo doble voto simultáneo (multiplicidad de candidatos) con un pasaje a la última instancia del más votado adentro de cada lema partidario.
“Otra interesante es la de establecer la posibilidad de lemas accidentales, que preserven las identidades partidarias pero habiliten procesos más realistas de acumulación electoral”, señaló.
A su entender, el diálogo entre partidos podía explorar esos y otros cambios. “No se trata de abordar un cambio sustancial en el régimen institucional pero sí procurar que el sistema electoral se ajuste mejor a las nuevas realidades políticas”, sentenció.
En esta línea, el líder del Partido Independiente, Pablo Mieres, reconoció que cualquier modificación necesitaba “niveles de consenso amplios” y se mostró de acuerdo con eliminar la mayoría automática que rige en la Junta Departamental. Esta norma “es un cuerpo extraño” en el sistema uruguayo, que en todas sus áreas tiende a la “proporcionalidad” en la representación.
¿Más corto?
El tema que reúne la mayoría de los apoyos es el de achicar el calendario electoral. El proyecto de Bordaberry plantea postergar las internas para el último domingo de agosto (actualmente son en junio) y adelantar las departamentales para el segundo domingo de marzo.
De esta forma, las puntas del proceso se desarrollarían entre siete meses y medio (actualmente es casi un año).
Otra idea, señalada por Mieres, tiene como objetivo que las elecciones sean todas en el mismo año, y consiste en fijar las internas para mitades de abril o mayo, adelantar la primera vuelta y achicar el tiempo entre esa elección y el balotaje para que las departamentales puedan hacerse el último fin de semana de noviembre.
Sin entrar en fechas, en el Frente Amplio comparten el objetivo. Fernando Pereira piensa que el ciclo es “muy largo” y que la reforma del '96 no previó que para las departamentales la gente llegaba “con un poco de cansancio y agobio”.
Sin embargo, en el Partido Nacional no hay unanimidades. El senador Javier García dijo en mayo tras votar que los partidos deberían "achicar las campañas y la intensidad" pero no se debería iniciar una reforma constitucional para reducir el ciclo electoral. "Achicar el proceso implica una reforma constitucional, con todo lo que eso implica. ¡Hay que meterse con una reforma constitucional! Después entra todo ahí, termina sumando a este desgaste, porque es otro proceso más", señaló.
Graciela Bianchi, por su parte, consideró que el calendario actual “no está resultando adecuado para la población” ni para los políticos, porque es “una campaña demasiado larga”.
No se la llevan
La propuesta que despierta pocas afinidades es la de Orsi de volver a unir las elecciones. El presidente dijo que si fuera por él, votaría “todo en octubre” con tres hojas (nacionales, departamentales y municipales). “Esto es polémico, muy polémico, pero no hay que subestimar a la gente, no es que la gente no entienda, va a entender perfectamente. Ha quedado demostrado que el elector sabe utilizar la libertad. Pero estamos lejos de eso, implica reformas complejas. Estoy pensando en la situación que uno querría. La gran virtud de la separación, fue la libertad que se le da al elector de ir por caminos distintos o partidos distintos. ¿Qué pasa si eso se le permite dentro del sobre?", agregó.
Blancos y colorados discreparon con la idea porque degrada la importancia de las departamentales ya que las nacionales se llevarían toda la atención.
Sin embargo, sobre la “libertad del elector”, el politólogo Daniel Buquet relató una idea que no veía que estuviera arriba de la mesa: implementar lo que en Argentina se conoce como el “corte de boletas” y que está habilitado en buena parte de América Latina.
Ese cambio permitiría “cruzar votos” a presidente, senado y diputados, ya que cada persona puede elegir la combinación que quiere. Por ejemplo, podría votarse al candidato a la presidencia por el Frente Amplio pero una lista al Senado del Partido Nacional y una a diputados del Partido Colorado.
La contracara de estas propuestas, mencionó Buquet, es que suelen debilitar a los partidos políticos, considerados importantes para mantener la estabilidad democrática, principalmente en tiempos de cambios y desmoronamiento.
Por último, además de apoyar el voto cruzado (algo impedido en las departamentales y municipales), Mieres planteó que el reparto de las hojas de votación deje de depender de los partidos porque es algo que beneficia a los más grandes o con más dinero que pueden pagar para la distribución o cuentan con militantes dispuestos a hacerlo. Esto, a su vez, permitiría disminuir la huella de papel que dejan las elecciones por las millones de listas impresas y que son tiradas a la calle.