La tecnología en los medios de pago avanza a pasos agigantados y todo hace pensar que en pocos años el dinero físico será cada vez menos necesario para que las personas adquieran bienes y/o servicios. De hecho, hoy a muchos uruguayos ya les resulta más cómodo o seguro realizar sus pagos con tarjeta, celular o transferencias electrónicas, que andar con dinero a cuestas en el monedero o la billetera. Sin embargo, mientras ese cambio cultural termina por aterrizar, el Banco Central del Uruguay (BCU) –como organismo encargado responsable– debe velar por la disponibilidad de dinero físico.
Y los billetes y monedas de pesos uruguayos no le salen gratis al BCU. En los últimos cuatro años ha destinado unos US$ 20 millones para asegurar la demanda de dinero físico de la plaza local. A ello hay que sumarle otros costos asociados vinculados a la seguridad, almacenamiento y su traslado, que también insumen otro monto elevado.
“Para el Banco Central obviamente que es costoso la acuñación de monedas y la impresión de billetes. Por ese motivo vamos a seguir estimulando desde nuestras políticas la sustitución del efectivo por otros medios de pago”, anunció el presidente del BCU Alberto Graña en una entrevista con El Observador.
El BCU realiza compras de billetes y monedas para proveer a la plaza financiera por un plazo de 4 años. Fue así que en últimos años acuñó 225 millones de monedas
(de $ 1, $ 2, $ 5 y $ 10) y otros 255 millones de billetes en sus distintas denominaciones de valor, informó el BCU a El Observador través de su Departamento de Comunicación. Allí están incluidos los nuevos formatos de polímero que ya está en circulación para los billetes de $ 50, a los que en breve se sumarán los de $ 20.
El BCU acuñó este año 60 millones de moneda de $ 1 que le costaron unos US$ 890 mil, si se tiene en cuenta el costo por unidad de € 0,01331 ($ 0,53) que informó la autoridad monetaria. En el caso de las monedas de $ 2, también se acuñaron 60 millones a un costo de US$ 1.056.942; el precio por unidad fue de € 0,01587 ($ 0,63). En, tanto de $ 5 se adquirieron 55 millones de monedas que costaron US$ 1.389.498, con un precio por unidad de € 0,02276 (unos $ 0,91).
Por su parte, la última vez que se adquirieron monedas de $ 10 fue en 2013. Ese año ingresaron al país 50 millones de unidades con costo unitario de 0,033 libras ($ 1,4). Esa partida demandó la erogación de casi US$ 2 millones por parte de la autoridad bancocentralista.
En el caso de los billetes, el BCU adquirió 255 millones de papeles con compras que realizó básicamente en los años 2014 y 2019. Las últimas impresiones de los billetes tradicionales de $ 20 y $ 50 se realizaron en 2014: fueron 60 millones de unidades con un costo unitario de € 0,03111 ( $ 1,25), que demandaron un gasto total de unos US$ 2 millones.
En 2019 también se imprimieron billetes de $ 20 (estos todavía no están en circulación) y de $ 50 de polímero con un costo unitario de € 0,05207 ($ 2,1). Así, los 80 millones que fueron impresos costaron unos US$ 4 millones. También hubo una partida por 10 millones de unidades por el aniversario del BCU de $ 50 que demandó US$ 558 mil. Por su parte, los últimos billetes de $ 100 y $ 200 fueron impresos en 2014. El costo en ese entonces por unidad fue de US$ 0,064 (unos $ 2,31) por un volumen de 80 millones de billetes incluyendo ambas denominaciones, que costaron US$ 5,1 millones.
Finalmente, este año se imprimieron 35 millones de billetes de $ 500, $ 1.000 y $ 2.000. El costo por unidad fue de € 0,7782 ($ 3,1). Esta partida demandó una erogación de otros US$ 3 millones.
El presidente del Banco Central dijo que la idea de la autoridad monetaria es ir “reduciendo el uso de efectivo” tanto de monedas como de billetes; en este último caso se apuntará a mejorar su calidad. “La experiencia con los billetes de polímeros ha sido buena”, aseguró. El jerarca añadió que si se mira la evolución de los medios de pagos electrónicos, “estamos asistiendo a una revolución”. Por ello apuntó que es un objeto de “estudio y monitoreo” constante.
“Ahora estamos hablando de contactless y código QR, billeteras electrónicas (...) lo cual es un desarrollo que va a significar un menor uso del efectivo con ganancia de eficiencia, costos y seguridad para todos”, resaltó Graña.
Dentro de esta orientación el BCU tiene hoy un proyecto de billete digital que tuvo una prueba piloto (e-Peso), que este año ingresó a una fase de investigación para definir qué alcance se le da a este medio de pago una vez que el lanzamiento de esa opción entre a la cancha.
Graña explicó que la institución debía ser “extremadamente cuidadosa” sobre la forma de insertar un nuevo producto en el sistema de pagos. En ese sentido, dijo que e plan del e-Peso no está pensado para pagos de altos valor, que continuará centralizado el BCU.
“Este proyecto es de corte bien minorista, y con un objetivo muy preciso que es bajar costos, ser más eficiente y ser más seguros el uso de los medios de pagos”, planteó.
El presidente añadió que esta política va en línea con respecto a los emisores de dinero electrónico, donde se tuvo una visión del regulador que contempló los riesgos que pueda traer esos medios de pago, sino también sus oportunidades, ganancia de eficiencia, y una mayor competencia.
Consultado sobre el futuro del uso del cheque, Graña comentó que la política del BCU ha sido la de “no a los fundamentalismos, no a los talibanismos, no a los cortaplicismos (...)”. En ese sentido, recordó que el uso del cheque en Uruguay tiene “profundas raíces culturales”, por eso el banco ha puesto una política “muy flexible”.
No obstante, Graña consideró que el uso del cheque físico debería ir decreciendo con el tiempo en función de que quienes lo usan se vayan dando cuenta de las desventajas que tiene ese medio de pago. “Pero no puede ser una imposición. No es que un grupo de iluminados a caballo de las nuevas tecnologías, billetes digitales, medio de pago electrónicos les diga: ‘dejen de usar el cheque’. Tiene que ser un proceso de cambio cultural importante donde tienen que trabajar el Banco Central, los bancos, y donde la inclusión financiera tiene un papel clave”, afirmó.
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