Por Bernardo Riet
“¡El suelo manda!”, solía decir mi padre, productor rural que adquirió sus conocimientos a través de la experiencia, la trayectoria laboral y la intuición práctica de cómo producir en un establecimiento agropecuario; como suelen tener y hacer la mayoría de los productores rurales de nuestro país. Detrás de esa sencilla expresión, “el suelo manda”, existe una enorme interpretación de que lo que un productor, técnico o dueño de un campo quiera producir está librado al potencial productivo que la propia naturaleza le ha dado al suelo.
El productor debería, con su libre imaginación, interpretación y experiencia, producir todo aquello que pueda y quiera, salvo lo que la propia naturaleza lo limite, sin dejar de contemplar aspectos ambientales y sociales que no se deben dejar de lado. Cuando nuestro Parlamento, el 15 de diciembre pasado, votó media sanción a la reforma de la ley forestal se comenzó a transitar por el camino de coartar las libertades básicas que debe tener un individuo para que, dentro del marco de la ley, pueda hacer todo lo que crea conveniente, sin afectar a los demás.
La libertad de las personas está dada por sus derechos básicos y fundamentales, pero, también, por los derechos que le reconoce el Estado para emprender libremente cualquier oportunidad que vea o crea conveniente. No resultan claros los argumentos que llevan a redactar y votar este proyecto de ley y tampoco aparece la evidencia científica respecto a estar afectando (o que se pueda afectar significativamente) el medioambiente o a la sociedad. Así como tampoco aparece la debida justificación técnica de estas limitaciones o prohibiciones.
El proyecto de ley llega a la Cámara de Representantes sin un informe a favor ni uno en contra, como suele suceder. ¡Raro! ¿Qué motivó a los parlamentarios responsables de redactarla a ir por el camino de la prohibición? ¿Quizás alguna mala experiencia puntual o particular, sin conocer el alcance nacional? ¿O afectados por lo que, entienden, fue un mal acuerdo pasado entre el Estado e inversores? ¡Raro!
¿Qué motivó al principal partido de la oposición (que durante 15 años estuvo gobernando), en apoyarla cuando ellos en materia forestal transitaron siempre por el camino de la libertad, del subsidio y de favorecer y atraer inversores? ¡Raro! Son pocas las políticas de Estado, apalancadas por todos los partidos políticos, que han impactado positivamente en la economía y en la sociedad uruguaya; la ley forestal Nº 15.939 es una de ellas.
Son elocuentes los indicadores en materia de empleo, PIB y otros. Transitar por el camino de las prohibiciones, cuando no se atenta contra ningún interés público, me hace acordar a modelos económicos o a países que no han sabido favorecer un desarrollo social y productivo; quizás porque la libre imaginación en materia social, económica, productiva y cultural sea el motivador fundamental para que una sociedad prospere. ¡Ojalá que los productores de mi país nunca pierdan esa capacidad de imaginar qué es lo mejor para sus campos y para sus suelos! ¡Ojalá que los legisladores y el Poder Ejecutivo los acompañen!
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